Hagan esto en memoria mía.
De esta manera Jesús se dirige a sus discípulos, palabras que referimos con facilidad y las entendemos en relación a la misma Celebración Eucarística. Se trata del pasaje de la última cena, que Jesús vivió con sus discípulos. Antes de ser arrestado y llevado a la muerte en crucifixión, la instauración de la Sagrada Eucaristía es narrada en esta escena evangélica.
Cuando escuchamos que el sacerdote consagra el pan y el vino, lo más fácil es decir que esas palabras dichas al final de la consagración, hagan esto en memoria mía, están referidas a la celebración del sacramento de la Eucaristía en el aspecto litúrgico; sin embargo, Jesús va más allá, al decir: hagan esto en memoria mía, está refiriéndose a lo que Él está entregando, su cuerpo, ––así lo encontramos en la lectura de la carta a los Hebreos––, está haciendo la voluntad del Padre y está entregándose existencialmente, es decir, está dando su vida, su persona por el amor a la humanidad, para rescatarnos a todos y a cada uno de nosotros.
Hagan esto en memoria mía, no es solamente repetir el gesto de la última cena, no es solamente consagrar el pan y el vino y proclamar que lo debemos repetir en su memoria. Es algo que va más allá: estamos llamados a realizarlo en nuestra vida diaria, en nuestras actividades ordinarias. Dios tiene un proyecto y un lugar para cada uno de nosotros, y desde ahí, tenemos que entregar generosamente nuestra persona al servicio del Reino de Dios y al servicio de nuestros hermanos.
Sinceramente, es una alegría plena la que comparto con Ustedes Hermanas Misioneras de la Caridad, al celebrar esta Eucaristía en torno a la fiesta de “Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”, porque el sacerdocio de Cristo es eso, ¡entregar la vida! Ese es el sacerdocio bautismal, que hemos recibido al ser incorporados a la Iglesia por medio del Bautismo.
Ustedes comparten con nosotros un testimonio de cómo hacer no solamente memoria del Señor al participar de la Eucaristía en su Celebración Ritual, sino también de cómo hacer memoria del Señor al entregar su vida entre los pobres más pobres.
Es nuestra intención poner sobre el altar del Señor, una actitud de agradecimiento por la Madre Teresa de Calcuta, porque respondió al llamado de Dios, y gracias a esa respuesta, se generó una presencia más extensa en el mundo por medio de la respuesta que Ustedes han dado. Por medio suyo, la Iglesia tiene un testimonio muy fuerte de cómo se hace memoria del Señor.
También sobre el altar pondremos la labor de las personas que las acompañan habitualmente para ayudarles a la realización de este testimonio de vida, colaboración muy importante. Como Obispo de Tlalnepantla, Pastor de esta Iglesia, doy gracias a Dios por su presencia en medio de nosotros, es una alegría inmensa poder decirle al Señor que estamos haciendo su voluntad, además que queremos seguir entregando nuestra vida, día a día, a Él en el servicio, porque así, hacemos memoria suya.
En la lectura de la carta a los Hebreos retomo esta expresión: la alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos días, -Palabra del Señor-, es ésta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Jesús ha hecho posible que esta alianza se realice, y esto es lo que celebramos en la Eucaristía, renovamos esta alianza y en la medida que vamos gradual y pedagógicamente entregando nuestra vida en la celebración, vamos recibiendo en lo más profundo de nuestro corazón esta alianza hecha para el perdón, para la reconciliación y para la manifestación de la misericordia de Dios hacia todo ser humano.
Cuando se adentra en nuestro corazón la alianza del Señor, ya no necesitamos que otro me diga lo que tengo que hacer, ya no necesitamos que estén atrás de nosotros, vigilándonos para que podamos responder; sino que sale espontáneo y en automático decir: ¡Señor, estoy a tu servicio!
Les invito a que le digamos al Señor de corazón, haciendo nuestras las palabras del salmo responsorial: Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad, cuántas maravillas has hecho, Señor y Dios mío, cuántos planes en favor nuestro. Nadie se te puede comparar, por eso: aquí estoy Señor para hacer tu voluntad. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla