HOMILÍA EN EL I DOMINGO DE ADVIENTO

November 30, 2025


HOMILÍA EN EL I DOMINGO DE ADVIENTO

 

«Cristo vino, Cristo vendrá y Cristo viene»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, en Cristo Jesús:

En este primer domingo de Adviento quiero saludarlos a todos: a los que están aquí presencialmente en esta Catedral de Corpus Christi, sede de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, y a quienes nos visitan de otros lugares. Saludo también con afecto a todos los que siguen esta Eucaristía a través de las redes sociales y los medios digitales; tanto a quienes nos ven desde distintos puntos de nuestra Arquidiócesis y de México, como a quienes nos siguen desde otros países del mundo. A todos, y a mí mismo, les deseo que tengamos un Adviento hermoso.

Sabemos que la palabra «Adviento» viene del latín y significa venida: la venida del Salvador, la venida de nuestro Dios, la venida de Aquel que siendo Dios se hace pequeño como nosotros; «el que, siendo rico, se hace pobre para enriquecernos con su pobreza».

No debemos perder de vista este nuevo tiempo litúrgico. Apenas hace una semana cerrábamos el Año Litúrgico con la fiesta de Cristo Rey, y hoy abrimos uno nuevo encendiendo la primera vela del Adviento. Este signo nos indica a todos los católicos y a todas las familias que estamos invitados a caminar, a ponernos en marcha para encontrarnos con el Señor.

El Adviento siempre nos habla de tres dimensiones. Primero, nos habla de un pasado, de la venida histórica de Jesús. Hace veintiún siglos nació en Belén, «nacido de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo»; esa es la venida histórica que anunciaron los profetas. Sabemos, a través del Antiguo Testamento, que la perspectiva más importante era la espera del Salvador. Aunque «no se sabía el día ni la hora», Dios siempre cumple lo que promete, y el Padre envió a su Hijo para salvarnos e indicarnos los caminos de salvación.

En segundo lugar, las lecturas de estos domingos nos hablan de un futuro, de una segunda venida. Tampoco sabemos el día ni la hora, pero la actitud que marca la Palabra de Dios es siempre la de velar, la de estar preparados. ¿Y cómo se está preparado? Viviendo en el amor todos los días, en la solidaridad y en la fraternidad; construyendo en medio del caótico mundo en el que vivimos, viviendo con esperanza y siendo artesanos de paz y de unidad.

Finalmente, se nos habla del presente: Jesús viene hoy a nosotros. Sabemos que lo encontramos de una manera muy especial en su Palabra, en la Biblia. Deberíamos ser especialistas en conocer la Palabra de Dios: abrir la Biblia, leerla, meditarla, discernirla y buscar vivir de acuerdo con ella. Así tenemos la oportunidad de encontrar todos los días a Jesús.

Pero también lo encontramos en los sacramentos, que son fundamentales en nuestra Iglesia Católica, sabiendo que el sacramento culmen es la Eucaristía. ¡Qué hermoso es cuando venimos y recibimos al Señor! ¡Qué hermoso es cuando estamos ante el Sagrario en adoración! Ahí está Cristo.

Sin embargo, no olvidemos que Cristo también está en el hermano. Está en la Palabra y en los sacramentos, pero también en nuestro prójimo, y a veces eso se nos puede olvidar. No está solamente en las personas que nos caen bien o en los cercanos; Cristo está también en aquellos que sufren. Ellos deben encontrar en nosotros empatía y solidaridad, sobre todo los más necesitados.

Esta semana tuve dos experiencias muy fuertes, pero hermosas, para encontrar el rostro de Cristo. La primera fue mi visita al CERESO (Centro de Readaptación Social) de Barrientos. Fui a celebrar la Eucaristía con los presos. Allí se encuentran 6,000 personas: 5,500 hombres y 500 mujeres. Me acompañaron diez padres para confesar. Muchos de los que están ahí no deberían estarlo, y otros que están afuera quizás deberían estar adentro; ya sabemos cómo es la justicia humana. Pero ellos, al celebrar la Misa —con un coro propio y un equipo de pastoral penitenciaria muy bonito—, abren su corazón y viven una conversión. Al saludarme, muchos me decían: «Bendito el que viene en nombre del Señor». Ahí, en el que sufre y tiene necesidad, también está el rostro de Cristo.

¿De qué les podía hablar yo? Les hablé de esperanza y de libertad, pero de la esperanza que da Cristo, porque Él es nuestra esperanza. Todo este año se nos ha recordado que somos Peregrinos de esperanza. No nos quedamos llorando por la situación del país o lo que vivimos; debemos tener esperanza, y esa esperanza nos motiva a caminar y a hacer algo por los demás. Fue una experiencia muy interesante ver el rostro de Cristo que viene a nosotros todos los días.

La otra experiencia fue visitar a un enfermo en el Hospital La Raza —que no está lejos de aquí, aunque pertenece a la Ciudad de México—. Me encontré con mucha gente que me pedía visitar a sus familiares, algunos en etapa terminal. Ver a la gente que sufre es ver que ahí está Cristo.

Estas experiencias nos llaman a ver Su rostro y a no ser indiferentes. En nuestros tiempos también tenemos el tema de los migrantes: gente que ha llegado de otros lugares no por gusto, sino por necesidad, saliendo de sus países por situaciones difíciles. Ellos deben encontrar en nosotros ayuda y respeto, porque en ellos también está Cristo.

Es decir: Cristo vino, Cristo vendrá y Cristo viene.

Al terminar estas cuatro semanas de Adviento comenzará la Navidad, pero todo el año debe ser de esperanza cristiana, de caminar con Jesús. Que este no sea para nosotros un tiempo más, solamente de luces, fiestas y alegría superficial —aunque hay motivo para estar contentos con la familia—, sino que sea, sobre todo, un tiempo para encontrarnos con el Niño Dios, con Cristo.

Los signos nos ayudan a ver esa realidad. Si en su casa ponen un arbolito, háganlo con los hijos y los nietos, haciendo una catequesis para ver cómo el Señor quiere darnos sus dones. Qué hermoso que no se pierda la tradición de poner el Nacimiento, donde el 24 por la noche se coloca al Niño Jesús. Qué hermosos son los signos que utilizamos aquí: los cirios, las velas, la Corona de Adviento; signos de alegría porque Jesús viene.

No estemos tristes; estemos alegres en medio de la situación en que nos encontremos, porque Él es la salvación, Él es nuestra paz y Él es nuestra alegría.

Así sea.

 

+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla