HOMILíA SANTíSIMA TRINIDAD

December 31, 1969


HOMILíA SANTíSIMA TRINIDAD

 

Aún tengo muchas cosas que decirles.

De esta manera se dirige Jesús a sus discípulos para explicarles, qué significa que les encomendará su misión; es decir, qué significa prolongar la misión de Jesús, y qué es lo que garantizará que puedan realizarla. Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender.

Esta afirmación indica la gradualidad de nuestro proceso en la vida. Tenemos experimentado desde pequeños, que no podemos en un solo momento entender lo que sucede, ni personalmente, ni en la comunidad, ni en nuestro país; sino que lo entendemos poco a poco desde el momento en que lo vivimos, y posteriormente con el paso del tiempo lo interpretamos y comprendemos. Tampoco podemos intuir lo que sucederá. Lo podremos descubrir a partir de nuestra relación con el Espíritu de Dios, con el Espíritu de la verdad.

Al respecto Jesús dijo: cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los guiará hasta la verdad plena. Él es el artífice para que podamos interpretar lo que nos sucede, así, la relación con el Espíritu Santo es uno de los aspectos fundamentales de los discípulos de Jesús; por ello es de suma importancia aprender a relacionarnos con el Espíritu, dejándonos conducir por Él y tener toda la confianza en Él.

El mejor camino para aprender esta relación primeramente es: escuchar la palabra de Dios, qué dijo Jesús, escuchar lo que contiene el texto Sagrado.

Segundo, recibir lo que ha aprendido la Iglesia a partir de la vida de Jesucristo y de lo que ha ido viviendo la comunidad cristiana a lo largo de los siglos. Asumir esas enseñanzas, que recoge la Iglesia de sus hijos a través de las distintas épocas.

Por último: ejercitarnos en la oración, oración en relación con el Espíritu Santo, que no sólo es recitación de invocaciones, sino tomar conciencia  y ponernos bajo su custodia y bajo su camino. Es decir, la oración tendrá que ser un momento de silencio para escuchar al Espíritu, a la luz de su Palabra, de mi historia y de la historia de la Iglesia. Además, a la luz de los acontecimientos actuales que vivimos o que experimentamos entorno nuestro, interpretar qué es lo que Dios quiere de nosotros.

La oración es por tanto un momento fundamental del discípulo de Jesucristo. Si realizamos este proceso solo de manera individual es posible que fácilmente nos extraviemos, de alguna o de otra forma, ya sea interpretando mal lo que el Espíritu quiere decirnos o descuidándonos cuando sólo ponemos la atención en nosotros mismos sin tomar en cuenta a los demás.

Así la oración deberá ser comunitaria, este es una de las tareas importantes que tiene todo Movimiento Apostólico en la Iglesia, reunir, congregar, convocar en nombre de Cristo y de la Iglesia y poner en comunión la vida, a la luz de la Palabra de Dios, del Magisterio y de los acontecimientos que van pasando.

Este fue el proceso que el Espíritu realizó en Jesucristo. Él lo dice claramente: Él me glorificará, es decir, el Espíritu es quien glorifica a Cristo. El Espíritu me glorificará porque tomará de lo mío, implícitamente Jesús afirma que Él es enviado por el Padre, la gloria a la que hace referencia es a la del Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la gloria de Dios Trinidad.

“Gloria” significa dos cosas; “riqueza” y “esplendor”, eso es lo que significa en los términos griego y hebreo.

Riqueza: en el caso de la gloria de Dios su riqueza es Él mismo, ¿qué otra riqueza puede haber que ser Dios? ¿Qué naturaleza tiene nuestro Dios? Él es un Dios cuya naturaleza es el amor, un amor que se da, no egoísta, sino que se entrega, generoso, fiel, leal, esa es la riqueza de Dios.

Esplendor: es que se haga visible, cuando hablamos de algo así es porque lo percibimos inmediatamente, ––hace unos días un meteorito se vio en la ciudad de Puebla y en todo el país se habló de ese acontecimiento porque fue esplendoroso, porque se manifestó con su luz––. La gloria de Dios es que Él sea visible, que lo veamos, entonces cuando Jesús dice: Él me glorificara, significa que Jesús transmitirá la riqueza de Dios: ¡el amor! Y será visible como lo manifestó Jesús, será esplendoroso. San Pablo dice con gran alegría en la segunda lectura: podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar de la gloria de Dios. Está recordando que estamos llamados a participar de la gloria de Dios en sus dos dimensiones: Amor fiel y manifestación de su presencia.

Jesús dijo: les envío el Espíritu de la Verdad para que Él les vaya comunicando cómo glorificar a Dios. El nos dirá cómo hacer de nuestra vida también una glorificación de Dios, es decir, estamos llamados a mostrar el amor leal y fiel de Dios, hacerlo visible, tangible a partir de lo que hacemos y de lo que somos, a partir de nuestra persona.

Para que esto sea realidad nos necesitamos los unos a los otros, porque el amor tiene una reciprocidad, no es egoísta, así como Dios se volcó sobre nosotros, tal y como lo menciona el salmo; ¿qué es el hombre Señor para que de él te acuerdes, para que de él te preocupes?, para que lo ames tanto y le haya dado esta creación tan hermosa. Todo lo hace por amor, así también la Iglesia, la comunidad de los discípulos de Cristo, tenemos que amar y amarnos para mostrar a Dios, para hacerlo visible y al mismo tiempo manifestar la gloria de Dios.

Este es el misterio insondable que se reveló en Jesucristo y que toca a la Iglesia prolongarlo a lo largo de los siglos y para esto necesitamos formarnos como discípulos de Cristo, para que manifestemos a Dios en el mundo.

Que el Señor, a todos, de distintas maneras y en distintos caminos, pero siempre en la comunión con la Iglesia, nos asista con su Espíritu para que podamos manifestar la gloria de Dios, mostrando su amor y haciéndolo visible en nuestra propia persona y con los que nos rodean. Que así sea.

+ Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla