No estás lejos del Reino de Dios.
El Evangelista Marcos presenta el diálogo de Jesús con el escriba, escuchábamos que Jesús a la acertada intervención del escriba responde: no estás lejos del Reino de Dios. ¿Qué dijo de extraordinario el escriba?, simplemente repitió lo que Jesús había dicho. Así descubrimos que éste es el proceso de acercarnos al Reino. Si escuchamos la propuesta de Jesús y la hacemos nuestra como lo hizo este hombre, nos acercaremos al Reino, sin embargo, aún no estamos en el Reino,––no es lo mismo estar fuera de la casa, aunque estamos tocando a la puerta, que estar dentro de la casa––, de manera que este es el primer paso del proceso para acercarnos al Reino.
Continúa el texto: nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Aquí concluye esta escena, pero nosotros sabemos que hacer para entrar en el Reino, porque Jesús en otras ocasiones lo indicó, al responder la pregunta, ¿y quién es mi prójimo? Él explicando la parábola del Buen Samaritano concluye diciendo: ve y haz tú lo mismo. Complementemos también esta escena del Evangelio con aquellas Palabras que Jesús dijo: todo aquel que escuche mi Palabra y la ponga en práctica entrará en el Reino de los cielos.
Hoy en esta Palabra de Dios tenemos en San Pablo un ejemplo de quien escuchó la Palabra de Dios, la aceptó y la puso en práctica, además la transmite a otro. San Pablo se encuentra dirigiendo una carta a unos de sus mejores discípulos, a Timoteo. Le dice: querido hermano recuerda siempre que Jesucristo, resucitó de entre los muertos, conforme al Evangelio que yo predico. La coherencia entre lo que Jesús dijo e hizo en vida es el contenido de su predicación.
Por este Evangelio sufro hasta llevar cadenas como un malhechor, en efecto Pablo fue prisionero injustamente procesado, y finalmente liberado, sufrió llevando cadenas como un malhechor. En esa experiencia de prisión injusta y por la causa del Evangelio, él descubre algo fundamental que es importante aprender: la Palabra de Dios no está encadenada, es decir, el Evangelio no está encadenado, sino que es Palabra de Vida, y que da libertad, y es imposible que sea encadenada. Podemos recurrir a la historia de la Iglesia, donde ha habido Mártires que han muerto injustamente por dar testimonio de la fe, y la Palabra de Dios sigue adelante y la tenemos hasta nuestros días.
Añade: por eso lo sobrellevo todo por amor a los elegidos para que ellos también alcancen en Cristo la salvación. Éste es el impulso de Pablo, ¡aplicar la Palabra de Dios!, no sólo en su vida, sino transmitiéndola. No hay que quedarnos con el tesoro porque no lo perderemos aunque lo compartamos. esto es lo precioso de la Palabra de Dios que aunque la transmitimos y la compartimos, no la perdemos, incluso somos enriquecidos con esa transmisión porque la clarificamos a la luz de nuestra propia experiencia y la de los demás.
Termina: esto es lo que haz de enseñar, esfuérzate por presentarte ante Dios como un trabajador intachable, que no tiene de qué avergonzarse y predica fielmente la verdad. Está recordando cuál es el espíritu del discípulo de Cristo: esforzarse como trabajador intachable, sin avergonzarse de nada y predicar fielmente la verdad.
Pablo así vivió, él no sólo se acercó al Reino, sino que entró al Reino e instruye a su discípulo para que siga también ese camino y confía plenamente en el Señor. Hace eco del mandamiento que Jesús le pronunció al escriba: amarás al Señor con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda el alma, sobre todas las cosas, porque es la vida y la verdad, porque amándolo de esta manera entras al Reino, ya no te quedas en la puerta, entras a la casa y amándolo amarás a tu prójimo.
Ésta será la constancia de que si amas a tu prójimo estarás en el Reino. Ven bendito de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer, ¿cuándo Señor? cuando lo hiciste con uno de estos que lo necesitaban. Con esta actitud ¡estarás en el Reino!
Que el Señor nos permita seguir este proceso que Pablo hoy nos recordó como discípulos de Cristo y que no nos conformemos de estar cerca del Reino, sino que verdaderamente entremos y estemos gozando en su Reino. Que así sea.
+ Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla