HOMILíA X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILíA X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda.

El Evangelio de hoy, muestra este encuentro entre Jesús y un cortejo fúnebre de una multitud que acompañaba a esta viuda que acaba de perder a su hijo en plena juventud. Encuentro de dos cortejos uno que salía de la cuidad de Naím para darle sepultura al joven recién fallecido, y el otro el cortejo de Jesús y sus discípulos que entraban a la ciudad.

El encuentro de los dos cortejos es contrastante y ayuda a descubrir la manera cómo debiéramos interesarnos hoy por los demás, y al mismo tiempo, nos ubica para comprender lo que está sucediendo en nuestra sociedad. Me refiero a lo que San Juan Pablo II llamaba la confrontación de dos culturas; la cultura que lleva a la muerte, que en el Evangelio es representada por el cortejo fúnebre y la cultura que lleva a la vida, representada por Jesús y sus discípulos.

Constatamos que hay muchas situaciones adversas que vivimos, relaciones interpersonales negativas, agresivas y violentas. Éstas son elementos que ayudan a percibir la cultura de la muerte. La sociedad tienen estos dinamismos enraizados en su estilo de vida, de hecho vamos acostumbrándonos lentamente a verlos cada día. Hemos llegado a ver el final de estas realidades, donde muchos terminan su vida dramáticamente, otros, incluso la terminan por voluntad propia, particularmente entre los adolescentes y jóvenes que han sido arrastrados por la cultura de la muerte.

Jesucristo se presenta con una actitud que debemos asumir todos sus discípulos: cuando el Señor vio este cortejo fúnebre, distinguió a esta mujer viuda que iba al lado del ataúd, se compadeció de ella, diciéndole: ¡no llores! ¿cómo no llorar ante la pérdida del hijo único de una viuda? ¡No llores! y para que su llanto se detuviera: Jesús se acercó al ataúd, lo tocó y los que lo llevaban cargando se detuvieron, es decir, Jesús detiene la marcha del cortejo fúnebre, Él es capaz de detener la cultura de la muerte: entonces Jesús dijo: Joven Yo te lo mando, levántate. La palabra. No hace otra cosa Jesús que hablar, dirige su Palabra a este joven y, continúa el texto: inmediatamente el que había muerto se levantó y comenzó a hablar, la Palabra ha sido eficaz, esta Palabra ha cumplido su contenido y el hijo que había muerto comenzó a hablar, entonces: Jesús se lo entregó a su Madre.

Ya no hay camino al cementerio, el cortejo fúnebre se terminó y el hijo volvió a casa de su Madre. Éste es el efecto del encuentro con Jesucristo, la Madre recupera a su hijo. Cuántos hogares de nuestra sociedad tenemos, donde los hijos por las adicciones al alcohol, a la droga, a los ambientes de una sexualidad exacerbada, degenerada, están muertos en vida y las Madres lloran, tal y como lo hizo la viuda de Naím, ¿qué necesitan? ¡Necesitan encontrarse con Jesús!, lo necesitamos todos porque Él es la Vida. Él es quien transforma nuestro entorno y cambia nuestro interior.

Esto mismo pasó en la segunda lectura con el Apóstol Pablo, quien iba también en camino de muerte, matando a todos los que se profesaban seguidores de Jesús, pensando en que hacia un bien, lo dice él mismo: yo perseguía encarnizadamente a la Iglesia de Dios tratando de destruirla.

Cuántas personas hay hoy en nuestra sociedad que tratan de destruir nuestra Iglesia, atacándola y marginándola por cualquier motivo, la descartan porque ya está pasada de moda, porque ya no se adapta a las conveniencias de una sociedad desordenada, porque exige reconocer que hemos sido creados, que no fuimos creados por nosotros mismos, sino que provenimos de un Dios que es amor, que es nuestro Padre.

Pablo que iba en camino de muerte, también se encontró con Jesús. Él mismo lo confiesa: Dios me había elegido desde el seno de mi madre, y por su gracia me llamó y quiso revelarme a su hijo para que yo lo anuncia entre los paganos. Nunca hay que perder la esperanza de quien vemos que está haciendo el mal, Pablo lo hacía encarnizadamente y el Señor lo convirtió en un verdadero Apóstol que gozó del encuentro con Cristo y dio su vida para transmitirlo hasta su propia muerte.

Que nuestra esperanza este siempre atenta, a esto nos invita Jesús, por ello nunca debemos pensar que no hay soluciones para nuestros problemas, con Jesús siempre hay solución, con Él podemos renovarnos, recrearnos, podemos descubrir una nueva manera de ser, pues somos sus discípulos y por eso venimos a misa los domingos para encontrarnos con Él, para escucharlo de nuevo y recibir lo que ofrece la Cultura de la Vida.

Principiemos con nuestras Familias, donde el Papa Francisco ha dicho que es la cuna del amor. Ahí es donde tenemos que formar a los discípulos de Jesús para que desde niños lo conozcan, que no tengan la necesidad de perderse en los ambientes de la cultura de la muerte, sino que tengan las herramientas suficientes para afrontar esos ambientes difíciles y salir adelante superándolos.

Es Jesús quien entra en nuestras propias Familias, y para ello, es necesario ejercer nuestro oficio de Papá, de Mamá, de hermano, ejercer el oficio de Familia, de Iglesia doméstica, donde se rece, donde se invoque a Jesús, donde se mediten los Evangelios y  donde busquemos la mejor manera de relacionarnos con Él descubriendo la necesidad de compartir la vida entre todos los que somos sus discípulos.

Pidámosle al Señor Jesús, el Señor de la Vida en esta Eucaristía que nos incorpore en el cortejo de la vida que camina en medio de la sociedad, para expresar que la vida es el proyecto de Dios, y no la muerte. Que nos ayude a entrar en comunión, unos con otros transformando nuestro corazón para ser personas positivas, que hagan presente a Cristo en el mundo de hoy. Que así sea.

 + Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla