HOMILíA DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILíA DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Y según ustedes, ¿quién soy yo?

Es la pregunta que Jesús hace a sus discípulos, primeramente les dice: según la gente ¿quién soy yo? es decir, cuál es la opinión que tienen de Él. Al escuchar la respuesta que refieren los discípulos, vemos que todos en su tiempo consideraban a Jesús como un profeta. Jesús reitera la pregunta ahora a los mismos discípulos, con quienes ya ha compartido la vida, y según ustedes ¿quién soy yo?

Esta pregunta es fundamental para nuestra condición de discípulos de Cristo, en varias ocasiones nos han preguntado: y tú ¿qué religión tienes?, podemos afirmar que en su mayoría hemos dicho: Católico. Respuesta que damos como religión, como conjunto de creencias, sin embargo, nuestra condición fundamental no es ser creyente de una religión, nuestra condición es ser discípulos de un Maestro, porque seguimos a alguien, no seguimos una idea, no seguimos un concepto, tampoco seguimos estrictamente una religión; sino seguimos a una persona concreta, que es Jesucristo.

Por ello, esta pregunta es importante para ser respondida por cada uno de nosotros, realmente: ¿me considero discípulo de Cristo?, ¿me siento su discípulo? ¿Cuál es la condición de un discípulo?

Un discípulo es aquel que reconoce que está en un proceso constante de aprendizaje, reconoce a su Maestro y en la medida que avanza el tiempo en relación con su Maestro más lo va queriendo y se va identificando con él, en su enseñanza y en su testimonio de vida. El Maestro cuando alcanza este testimonio y es valorado por sus discípulos es cuando se considera que tiene autoridad moral, es decir, que su palabra cuenta.

Por eso es importante responder a esta pregunta: y según Ustedes, ¿quién soy yo? ¿Quién es Jesucristo? ¿Qué significa Jesucristo para mí? Con los mismos elementos que Jesús menciona en el Evangelio de hoy podremos dar respuesta.

Los discípulos de su tiempo no alcanzaron a entender lo que significaba seguir a Jesús, esto lo vemos con claridad en el Evangelio cuando Pedro responde en nombre de todos ellos diciendo: Tú eres el Mesías, eres el salvador, a quien esperábamos. Jesús les dijo: es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día. Ellos no esperaban eso del Mesías, esperaban a un Mesías victorioso, que todo le saliera bien, triunfador, reconocido por las autoridades religiosas de su tiempo, que tomara el poder tanto político como religioso; sin embargo, Jesús deja claro que no es así.

Jesús les enseña también que no es el éxito humano la característica de su discípulo, sino al contrario, su discípulo será quien también asuma la injusticia y no se derrote ante ella, quien asuma la cruz y esas situaciones en las que en ocasiones hay que ceder aunque duela, pero todo ello por el bien de los que comparten con Él, ese si es su discípulo.

Jesús explica aún más diciendo: si alguno quiere ser mi discípulo, que no se busque así mismo, el discípulo de Cristo es aquel que no se centra en sí mismo. Es decir, que no busca la felicidad para él, sino para quienes comparten la vida con él, que no sea egoísta pensando solamente en qué es lo que le beneficia, sino que piense, qué es lo que beneficiará a los demás, tal como lo hace una madre con sus hijos. Una madre está pensando siempre qué necesita su bebé, no piensa qué le va a dar el hijo a ella, sino qué le dará ella a su hijo. Esto es no ser egoísta, es pensar en el otro.

Sin embargo pensar en el otro, es una inercia que hoy día no se valora, hoy la sociedad dice: que cada quien haga lo que quiera, con la única condición de que cada uno haya decidido, sin importar los demás. Así vamos a un libertinaje absoluto. Los discípulos de Cristo ¡no podemos hacer lo que queremos!, sino lo que quiere Dios de nosotros, ¿para qué nos dio la vida? No estamos creados para el libertinaje, sino para la libertad de decidir lo que nos conduzca al amor.

El egoísta se hunde, cae en la esclavitud más profunda, queda aislado de los demás porque no puede construir relaciones fraternas con otros, porque sólo piensa en sí mismo. El discípulo de Jesús piensa cómo puede ayudar a quien ve en la necesitad.

Esto es lo que quiere decir Jesús al mencionar: si alguno quiere acompañarme, que tome su cruz de cada día y me siga. Que su renuncia cada día la haga realidad. Además dice algo muy hermoso: si tú sigues a Jesucristo entonces tendrás vida, en cambio el que busque la vida para sí mismo, de forma egoísta, la perderá; y el que la pierda por mi causa ese la encontrará. ¿Cuál es la causa de Cristo? ¿Cuál es la Buena Nueva de Cristo? ¿A qué llama a sus discípulos? Nos llama a anunciar que Dios nos ama y que vive en medio de nosotros, a relacionarnos con Él.

Venimos a la celebración de la Eucaristía no por obligación, sino porque necesitamos a Jesús que nos ama y nosotros lo amamos a Él, venimos porque lo buscamos así como el salmista entona: mi alma tiene sed de ti, Dios mío, te necesito, tú eres mi fortaleza, eres mi bien, mi roca y en ti confío.

En la segunda lectura del Apóstol San Pablo a los Gálatas, encontramos que nuestro bautismo nos hace estar en unidad con Cristo: han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Ésta será otra característica que hay que tener muy presente siempre, el discípulo de Cristo no es un discípulo aislado, individual, que trabaja solo, que trabaja por su cuenta, sino tiene presente que el discípulo de Cristo es quien vive en comunidad.

Por ello, nos reunimos todos los domingos en el día del Señor como expresión de nuestra comunidad eclesial, de nuestra unidad con Cristo. Somos uno con Jesucristo por nuestro bautismo, somos hijos de Dios por el bautismo; es decir, formamos parte de la familia de Dios, somos hermanos, esta condición tan hermosa la da el Bautismo: hijos de Dios y hermanos unos de los otros.

Si reconocemos a Cristo como nuestro Maestro, aceptemos también las condiciones que pide para ser sus discípulos. Esforcémonos poniéndolas en práctica porque esa es la vida, así seremos felices en esta vida y garantizaremos nuestra participación en el Reino de Dios por toda la eternidad. Que así sea.

+ Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla