Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría.
Este domingo la Palabra de Dios propone 2 ejes temáticos : La alegría y la Cruz de Cristo, y el Discipulado y la Misión.
El primer eje lo encontramos en la primera lectura y el Evangelio en relación con la segunda lectura: el tema de la alegría y la cruz de Cristo. El segundo eje en el Evangelio: discipulado y misión.
Estos dos temas nos ayudan a entender algo, que de por si pudiera generar dificultad, ¿cómo es posible que la cruz, donde vemos siempre ahí a Cristo muerto, sea el factor fundamental de la alegría. No parece fácil entender, que la alegría es fruto de la cruz.
Por lo regular estamos acostumbrados a que la alegría sea provocada por todo aquello que nos gusta, que nos satisface, que nos agrada, entendemos entonces una alegría fugaz, de un instante, de un momento.
La Palabra de Dios habla de la alegría que no tiene fin, de la alegría que está siempre permanente en nuestro interior, de la que producirá la paz interior y la paz entre nosotros; y esa alegría es la que expresan los discípulos cuando regresan de la misión, se genera con la cruz de Cristo. Pero hay entonces que entender la cruz de Cristo.
La cruz de Cristo es el testimonio que da Jesús de haber aceptado la voluntad del Padre, descubriéndola, asumiéndola y viviéndola. Ese testimonio de aceptar la voluntad del Padre y de vivirla, de hacerla suya, aunque de inicio no la queramos como expresó Jesús a Dios en su oración en el huerto de Getsemaní, Padre, si te es posible aparta de mi esto, está terrible, me da miedo.
A pesar de nuestros miedos humanos la cruz de Cristo, nos ayuda a entender nuestra propia cruz que no es otra cosa que la misma de Jesús; es decir, que cada uno de nosotros busquemos el plan que Dios tiene para nosotros. Descubrir para que nos creó, qué está pensando él de cada uno de nosotros, por qué me da la vida, por qué me hace vivir, cuál es nuestra vocación, nuestro llamado.
La vocación no es lo que yo quiero hacer, por eso es cruz. La vocación es lo que Dios quiere que yo haga. Si fuera lo que yo quiero hacer, sería muy placentera, pero mi vocación es lo que Dios quiere de mí, lo que espera de mí, y no siempre será lo que me atrae. Pero siempre será acorde a mis habilidades, a mis capacidades, y a lo que Dios me ha regalado en mi personalidad, en mi ser.
Cruz y alegría van de la mano, entendidas a través de la cruz de Cristo. Fíjense como en la segunda lectura Pablo afirma: de ahora en adelante nada vale más que ser una nueva creatura. La cruz, asumida como la de Cristo, nos transforma en una nueva creatura, nos da una fortaleza y una espiritualidad que sin duda va a ser atractiva a quien la conozca. Por eso, el testimonio de un discípulo de Cristo cuando asume su cruz es un testimonio atrayente, es un testimonio ejemplar que ayuda a los otros a que también sigan a Cristo. No vamos a convencer a los demás, incluidos los mismos católicos distantes, con discursos intelectuales, con raciocinios de la mente. Vamos a convencer por nuestro testimonio de aceptar nuestra cruz, nuestra vocación. Éste es el primer tema.
El segundo tema es algo que ustedes ya conocen mucho, porque lo estamos viviendo en nuestra Arquidiócesis como proceso de renovación pastoral. Queremos pasar de tener simplemente fieles católicos que asistan al culto, a misa o a participar de los sacramentos, a tener discípulos en comunidad, que salgan a misión para anunciar a Cristo, para llevar esta buena nueva como envió Jesús en el Evangelio de hoy a estos setenta y dos.
Y miren que aquí hay más que setenta y dos, estoy muy contento de verlos. En nuestra Diócesis han salido cerca de cuarenta mil el año pasado, y cerca de veinticuatro mil este año. El Señor ha estado grande con nosotros, estamos siguiendo el camino trazado por Jesús para sus discípulos.
El discípulo de Cristo es un discípulo en comunidad, y el discípulo de Cristo es un discípulo misionero, que anuncia la paz y trasmite alegría, alegría que él lleva. Éstos setenta y dos regresan felices con Cristo para comentarle, lo que han visto, lo que han tenido como experiencia misionera.
Muchos de ustedes que han participado en la misión, al regresar de esta experiencia de tocar puertas, traen sus propias experiencias y algunas calan más que otras, porque permiten ver la gracia de Dios, la acción de Dios, porque como dice el Evangelio, hay quienes aceptan el mensaje y hay otros que no, ya que necesitan más tiempo; pero los que lo aceptan son una alegría para nosotros y los que aceptan después el retiro y la formación de pequeñas comunidades para leer la Palabra de Dios en comunidad, son un regalo de Dios que nos causa enorme alegría.
Estamos transformando nuestra Iglesia de Tlalnepantla en una Iglesia discipular y misionera, como quiere Jesús, como nos indica el Papa Francisco, y como seguramente ustedes están convencidos. Por eso están aprendiendo en el CEDIFIT más a profundidad las enseñanzas de Jesús, para aplicarlas en la vida de nuestras comunidades.
Démosle gracias al Señor Jesús por esta jornada, démosle gracias al Señor por esta palabra que nos alienta, que nos orienta, que nos da fuerza, alegría y entusiasmo para seguir siendo comunidad de Discípulos de Cristo en esta Iglesia Particular de Tlalnepantla.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla