HOMILíA XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILíA XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Homilía XVI Domingo del Tiempo Ordinario

17-Julio-2016

 

Levantando la vista, Abraham vio de pronto a tres hombres que estaban de pie ente él.

 

Este domingo la Palabra de Dios presenta el tema de la generosidad, expresado en la hospitalidad, tanto en la primera lectura del Génesis, cómo en el Evangelio.

 

Abraham es un Patriarca que vivió aproximadamente dos mil años antes de Jesucristo, cuando la sociedad era una sociedad de pueblos nómadas, vivían en tiendas de campaña, que tenían al lado sus ganados, caminaban con ellos, buscando siempre pastos para que sus rebaños pudieran alimentarse, eran hombres en movimiento constante, y por eso, eran sensibles a quienes andaban por los caminos, porque en esa época no había como ahora, restaurantes, ni hoteles, ni tiendas de conveniencia, no había donde satisfacer el hambre.

 

La sensibilidad de Abraham era extraordinaria, no bastó alimentarlos con un poco de comida, sino que puso a su mujer Sara a cocer panes y a sus empleados que cuidaban el rebaño a matar un ternero y a prepararlo para guisarlo. Es espléndida la manera como Abraham recibe a estos tres hombres que no conocía, que eran caminantes que de repente se presentaron en la tienda. Ellos sin decir nada, en cuento Abraham los ve, expresa: Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos te ruego que no pases junto a mí sin detenerte, haré que traigan un poco de agua para que se laven los pies y descansen a la sombra de estos árboles, traeré pan para que recobren las fuerzas y después continuarán su camino, pues sin duda para eso han pasado junto a su siervo.

 

Abraham no necesita que le pidan, lo ofrece, sabe de la necesidad y es sensible a la situación del otro. Esto es un ejemplo claro y evidente de generosidad, expresado en la hospitalidad, y la generosidad es una característica propia del amor. La generosidad es una característica divina y la generosidad expresa la presencia de Dios, quien es generoso manifiesta a Dios. Lo contrario a la generosidad es la codicia, la tacañería  no es de origen divino, viene del maligno, no querer compartir, quererlo todo para mí.

 

La persona de Abraham es un personaje que su vuelve referente, e incluso por otras acciones con las que responde a Dios, se convertirá en el Padre de la fe, en el modelo para el pueblo de Israel. Y esta generosidad se ve recompensada con el anhelo más grande que tenía Abraham. Sara su  mujer hasta ese momento era estéril y él deseaba tener un hijo de su mujer. Estos tres hombres al despedirse le dicen: ¿Dónde está Sara tu mujer? Abraham respondió: Allá en la tienda. Y uno de ellos le dijo: Dentro de un año volveré sin falta a visitarte por estas fechas, para entonces Sara tu mujer habrá tenido un hijo. La generosidad siempre se ve recompensada por Dios, al hombre generoso nunca le faltará la generosidad de Dios.

 

En el Evangelio siguiendo el mismo tema de la hospitalidad - generosidad, se encuentra una situación distinta que ayuda también a reflexionar el seguimiento de Cristo, el ser discípulos. Jesús tenía una familia amiga en Betania, cerca de Jerusalén, cada vez que Jesús iba a Jerusalén seguramente los visitaba, eran tres hermanos. Marta que al parecer era la mayor, María y Lázaro.

 

En esta ocasión el texto del Evangelio narra a Jesús entrando a un poblado, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa, Marta le abre las puertas a Jesús, quien también es un caminante, va recorriendo de Galilea Jerusalén, va pasando de pueblo en pueblo. En ocasiones, como le sucedió con los Samaritanos, no lo quisieron recibir. Pero hay otros momentos en que sí le abren la puerta como Marta, María y Lázaro.

 

En esta narración sucede algo que le molesta a Marta. Jesús trae consigo mucha gente al saber los vecinos que había entrado el profeta Jesús, se llenó  la casa de gente para escuchar que decía este profeta, este nuevo maestro de Israel. Marta se afanaba en diversos quehaceres y María se sienta a los pies de Jesús y se puso a escuchar sus enseñanzas. Marta le dice a Jesús: No te has dado cuenta que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer, dile que me ayude.

 

La respuesta que da Jesús es de suma importancia. Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan -que salga bien la comida, que no falte nada, que estén todos sentados- siendo así que una sola es necesaria, María escogió la mejor parte y nadie se la quitará. ¿Cuál es la mejor parte? Ser discípulo de Jesús, escucharlo para seguirlo, encontrar el camino.

 

Se puede decir con toda claridad que los quehaceres son necesarios e indispensables en la vida humana, pero deben estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de los quehaceres. Se debe priorizar que por encima de las obligaciones cotidianas de cada hombre, lo más importante es ser ese discípulo que escucha a su maestro, estar a la escucha de la palabra, esa es la mejor parte. De lo contrario los quehaceres no tienen sentido, se vuelven simplemente necesidades del cuerpo, y se olvida de aquel que le da vida al cuerpo, que es el espíritu, y el espíritu solamente vive en comunión con el Espíritu de Dios. El hombre debe escuchar al Señor Jesús, los quehaceres deben estar siempre subordinados, el hombre debe tener tiempo para escuchar a su Maestro.

 

La segunda lectura que narra San Pablo dice: Se ha revelado el designio de Dios, que estaba escondido por siglos. San Pablo dirá que ese designio es conocer que Cristo vive en los hombres y es esperanza de la gloria.

 

Cristo vive en nosotros y esa es la esperanza de la gloria. La presencia de nuestro Dios está en el interior, por eso se necesita el silencio, momentos en que el hombre se encuentre consigo mismo para descubrir que Dios está dentro del hombre, y así poderlo compartir con los demás en una comunidad de discípulos de Cristo. Poder compartir con el otro que también descubre a Cristo en su vida, dentro de él.

 

Como fruto de esta experiencia está la comunión, la unidad, y la certeza para no equivocarse, porque si Cristo está en medio de cada persona, no dirá a una persona una cosa y a la otra persona otra cosa. No puede existir la contraposición, sino que pondrá al hombre en comunión.

 

Si el hombre no comparte lo que lleva dentro, corre el riesgo de vivir en el engaño haciendo una propia creencia, su propia manera de entender a Cristo. Todo ser humano necesita al otro para descubrir lo que Dios dice en cada corazón y descubrir así la verdad.

 

Por esa razón, el proyecto de Dios es la familia, para que papá y mamá compartan con los hijos y ellos compartan con los padres, el esposo con la esposa. Dios pensó a la sociedad para compartir con el otro, con los vecinos, para compartir como Iglesia. El seguimiento de Cristo no es individual sino comunitario, el hombre está llamado a ser la comunidad de los discípulos de Cristo. Que así sea.

 

 

+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla