HOMILíA CONSAGRACIóN DEL TEMPLO Y ALTAR PARROQUIA DEL SAGRADO CORAZóN DE JESúS

December 31, 1969


HOMILíA CONSAGRACIóN DEL TEMPLO Y ALTAR  PARROQUIA DEL SAGRADO CORAZóN DE JESúS

 

Homilía Consagración del Templo y Altar

Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús

18-Julio-2016

 

Pueblo mío, ¿qué mal te he causado, o en qué cosa te he ofendido?

 

Son las palabras que en nombre de Dios pronuncia el profeta Miqueas al pueblo de Israel. Son palabras que causan un sentimiento de tristeza, y quizá incluso un sentimiento de dolor. Que Dios le diga a su pueblo, ¿pueblo mío, qué mal te he causado o en qué cosa te he ofendido? Es como cuando un papá o una mamá se dirigen a sus hijos, a quienes les han dado todo, de quien han cuidado cuando están enfermos, cuando necesitan el alimento, cuando son enviados a la escuela; ellos han estado pendientes de los hijos, pero éstos no responden como lo esperan sus padres. Éste es el dolor que siente Dios con su pueblo, y por eso envía al profeta Miqueas.

 

El mismo profeta, asumiendo la voz del pueblo, le dice a Dios: ¿Qué cosa digna le ofreceré al Señor, postrado ante el Dios del cielo? ¿Qué necesito hacer? El profeta se pregunta, ¿le ofreceré en holocausto de becerros de un año? ¿Aceptará el Señor un millar de carneros o diez mil ríos de aceite? ¿En expiación por mis culpas le ofreceré a mi primogénito, al fruto de mis entrañas, por mi pecado? ¿Pero, es eso lo que Dios desea?

 

El mismo profeta le aclara al pueblo diciendo: Ya te he explicado lo que es bueno, lo que el Señor desea de ti: que practiques la justicia y ames la lealtad y que seas humilde con tu Dios. No se necesitan grandes banquetes o grandes regalos para congraciarnos con quien nos ama. Dios nos ama, y lo que pide es que practiques la justicia y que ames la lealtad, que seas humilde con tu Dios. Estas son las tres cosas que pide Dios a su pueblo.

 

¿Cómo se puede practicar la justicia, amar la lealtad y ser humilde? La justicia es reconocer lo que viene de Dios y conforme a ese reconocimiento, de lo que nos regala Dios, compartirlo de la manera más equitativa con los demás.

 

¿No hace así una mamá y un papá para con sus hijos? ¿El ingreso de la  familia no se distribuye para el bien de los  hijos, de manera equitativa, para que todos tengan lo necesario? Esa es la justicia, la que Dios espera, compartir lo que se recibe de Él.

 

Ama la lealtad, ¿Qué es la lealtad? Ser leal es vivir la fidelidad. Serle leal a alguien es que lo que le prometes se cumpla, ser leal a alguien es que cuando esté en tiempos de tristeza o de dolor se le acompañe y cuando goce de la alegría se festeje con él; ésa es la lealtad. Ser leal es estar al lado del otro, es acompañarlo. Eso hace Dios con el hombre. Dios mismo no pide más de lo que hace para con el hombre.

 

Finalmente pide que el hombre sea humilde. La humildad no es otra cosa que tomar conciencia de nuestra dignidad. Erróneamente se ha entendido este concepto, pensando que la humildad es agacharse ante lo que los demás dicen; pero eso es sometimiento, no es humildad.

 

La humildad es la toma de conciencia de nuestra propia dignidad y de la dignidad del otro. ¿Qué es lo que Dios quiere cuando pide humildad para con Él? Que reconozcamos lo que Él es: Luz, Creador, Redentor, y que ama al hombre profundamente. Ser humildes es reconocer que Dios es Dios. Que el hombre lo ame desde su propia condición, ser creatura, que la vida es regalada por Él. ¿Verdad que no es difícil lo que pide Dios?

 

Justicia es compartir equitativamente lo que se tiene. Lealtad acompañar en las buenas y en las malas. Humildad, reconocer tu propia dignidad, la de tu prójimo,  y la dignidad de Dios.

 

¿Cómo mantenernos en ese camino? Porque salta con frecuencia en el corazón sentimientos de envidia, de enojo, de ira, resentimientos, rencor, y el corazón del hombre puede llenarse de ellos. Si no se está alerta, y constantemente vigilando la conducta, y atento a lo que está surgiendo en el corazón; entonces el hombre puede fallarle a Dios y a los demás.

 

El Evangelio presenta una escena interesante para saber dónde está la fuente de la justicia, la lealtad y la humildad. A Jesús le piden una señal milagrosa, que evidencie que él es el Hijo de Dios, enviado para ser el Mesías. Jesús explica que no serán las cosas cómo las piden. Se les dará una señal como la de Jonás, que estuvo tres días en el interior de la ballena y lo arrojó en la playa, cuando todo lo daba por perdido. La única señal portentosa que hará Jesús, es su misma resurrección, cuando el sepulcro quede vencido y la muerte quede superada. La resurrección es un signo portentoso, único en la historia: Un muerto rompe las cadenas de la muerte.

 

Pero mientras llega ese momento, en el que sea el hombre sorprendido y despertado de la muerte en el  final de los días, Jesús expresa: Aquí hay alguien más grande que Jonás. Y aquí hay alguien más que Salomón. Jonás representa la Palabra y Salomón la Sabiduría.

 

La Palabra se proclama en la Eucaristía. Escuchar la Palabra de Dios, como se hace ahora, es puente para mantener alerta la conciencia de discípulo de Jesucristo. Esa palabra tiene que estar conducida por la Sabiduría. En la biblia la Sabiduría no es conocer muchas cosas o dar cuenta  de todo. La Sabiduría es el arte de vivir, saber para qué es la  vida,y ése es el hombre sabio.

 

El sabio es el que sabe conducirse en la relación con los demás. El que sabe respetar la dignidad de los demás y construir relaciones positivas para edificar una sociedad fraterna.  Ése es el sabio, el que siempre le va bien, no porque tenga muchas riquezas o poder, sino porque conoce el arte de vivir. Estos son los elementos que hoy recuerda el Evangelio: escuchar la Palabra de Dios, y conforme a esa Palabra comprender la vida para ser sabio.

 

Hoy este grupo de sacerdotes que me acompaña se encuentra ante la comunidad cristiana con su Obispo, Pastor de esta grey de Tlalnepantla, para consagrar este templo y este altar para ofrecer el pan y el vino, que serán consagrados como presencia sacramental del Señor de la Historia y de la Vida: Jesucristo. Para que se mantenga siempre presente aquí, particularmente en la celebración de los Sacramentos, y en especial, de la Eucaristía.

 

Ya que el hombre es olvidadizo y la memoria falla, se necesita constantemente la reunión de la Asamblea, y este templo es el espacio para la reunión de los discípulos de Cristo, como  miembros de su Iglesia, para escuchar la Palabra y recordar cómo vivir, cómo quiere Dios a sus discípulos. Para eso es este templo, para servicio de esta comunidad parroquial.

 

Por esa razón la comunidad debe estar alegre en su corazón, ya que es un día de fiesta. Se está consagrando este lugar para que sea el lugar de la Asamblea Cristiana, de la Comunidad de los Discípulos de Cristo, y que siempre al venir aquí, se sientan en su casa. Ésta es su casa. La casa de los hijos de Dios. Ésta casa es para ustedes.

 

Ahora, se llevará a cabo un rito muy hermoso, en donde se utiliza el aceite, que tradicionalmente era usado para la consagración de personajes como los reyes, y que en la Iglesia se usa para la consagración de los hijos de Dios: en el bautismo, en la confirmación, y en las ordenaciones de Sacerdotes. En el rito se conjuga el Santo Crisma, con que se ungirá este altar, la luz y el fuego. Son tres elementos que se utilizarán: aceite, luz y fuego.

 

¿Qué significa cada uno de ellos? Aceite, la consagración, estar dedicado a Dios. Luz, la palabra para iluminar el camino. Fuego, para que arda en el corazón el Espíritu de Dios, que habita en el hombre y para que conduzca a la comunión con todos los cristianos.

 

Se realizará este rito para consagrar este templo al servicio del culto cristiano, en honor del único Señor, Jesucristo, que vive en medio de nosotros. Que así sea.

 

 

 

+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla