Homilía a Sacerdotes en Ejercicios Espirituales
23-Agosto-2016
Lo más importante de la ley son la justicia, la misericordia y la fidelidad.
El día de hoy hemos escuchado un fragmento del capítulo veintitrés del Evangelio de San Mateo, en el cual Jesús se dirige a quienes se han sentado en la catedra de Moisés. Recordemos que San Mateo tiene en todo su Evangelio la intención de presentar a Cristo como el nuevo Moisés.
El Evangelio de San Mateo, está elaborado posteriormente al año setenta cuando ya se ha dado una fractura plena entre los discípulos de Jesús llamados “nazarenos” y la comunidad judía. Este capítulo quiere responder a la incertidumbre o situación de confusión sobre quien ejerce la autoridad entre la incipiente comunidad cristiana y los sucesores de Moisés (la autoridad del sanedrín), quienes a pesar de haber dado la sentencia de muerte a Jesús, habían tolerado a sus seguidores dentro de la comunidad.
Dado el rompimiento, se tenía que esclarecer quién tenía la autoridad. Jesús se dirige en tono firme y contundente. El discurso tiene una clave muy importante acerca de la diferencia en el modo de ejercer la autoridad entre quienes se habían sentado en la cátedra de Moisés (Escribas y Fariseos) y quienes el mismo Jesús llamó (a sus apóstoles) a sentarse en la catedra de Jesús (nuevo Moisés).
Manifiesta con toda claridad que para Cristo, lo más importante de la ley son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Ya las palabras en español dicen bastante, pero los vocablos griegos y sus raíces hebreas de dónde vienen estas palabras y como están expresadas en el Evangelio de Mateo enriquecen y ayudan a profundizar lo que está diciendo Jesús.
La palabra justicia traduce el vocablo “krísis” y no “dikaiosyne”. “krísis” significa “juicio”. El juicio termina en sentencia que se declara para impartir justicia. En cambio en otras ocasiones que se menciona la justicia, se expresa con el término “dikaiosyne” que significa el fruto de la justicia o la virtud de ser justos.
En nuestro texto debemos entender la justicia como el juicio para resolver los conflictos humanos. La palabra “krísis” tiene también el acento de sentenciar en favor de los más desprotegidos. Es decir, buscar un discernimiento que lleve a una sentencia donde se ha privilegiado la escucha de quien solamente tiene acceso a la justicia por la justicia misma, y no por otras influencias de poder o de dinero. Jesús manifiesta la importancia de conducir así la justicia.
Además, estos tres elementos la justicia, la misericordia y la fidelidad, se van enriqueciendo en relación recíproca y complementaria haciendo un todo. No están expresados como una secuencia sin relación, sino que la justicia influye en la misericordia y ambas en la fidelidad.
La palabra que está detrás de la misericordia es “eleos” que significa tener sensibilidad o capacidad de compadecerse ante lo que el otro está sufriendo.
La justicia en relación con la misericordia, significa que para dar un veredicto se tiene que actuar no solamente mirando a la justicia misma, “toca esto o aquello”, sino con ojos de misericordia, entender al que va a ser juzgado.
La fidelidad está expresada con la palabra “pistis” que significa la fe. El discurso de Jesús va dirigido hacia quien se ha sentado en la cátedra de Moisés y han sido infieles. Cuando se es infiel, no se ha seguido la orientación de administrar la justicia, favoreciendo la misericordia. Esto significa que en realidad no se cree, en quien ha puesto al hombre en el ministerio recibido para administrar la justicia: no se tiene fe.
La fidelidad es actuar con justicia misericordiosa, es hacer un discernimiento, un juicio, teniendo en cuenta esos dos elementos, y mantenerse en esa línea permanentemente, no un día sí y otro día no; sino vivir en la estabilidad: eso significa la fidelidad.
Jesucristo está indicando estos tres elementos, que tienen que ver mucho con el ministerio sacerdotal y de conducción pastoral: exige ser ministros de la misericordia del Señor.
Los sacerdotes cuando se sientan en el confesonario, son ministros en nombre de Cristo y se tiene que aprender a conjugar éstos tres aspectos: la justicia, la misericordia y la fidelidad. No simplemente ver lo que cometió el penitente, descubriendo si es pecado grave o no, ese es el primer paso; la gravedad del asunto se tiene que complementar con la misericordia. La situación, el contexto en que sucedió. Así seremos fieles a Dios y administradores de la gracia, de la ayuda divina.
Jesús afirma que esto es lo más importante de la ley. No aplicarla simplemente por aplicarla, no es la disciplina por la disciplina, no es la ley por la ley, no juzgar simplemente porque así tiene que ser. Es descubrir el interior tanto del sacerdote como del que acude al sacerdote.
Jesús dice: Ustedes limpian por fuera platos y vasos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera.
Si se fija el sacerdote solamente en la conducta, en lo externo, se está limpiando solamente por fuera, el sacerdote tiene que tocar el corazón, acercarse al interior y no se puede si el mismo sacerdote no ha hecho este viaje al propio interior.
Estos días que ustedes sacerdotes pasan en ejercicios espirituales, son la oportunidad magnífica de recuperar este viaje al interior de cada uno. Se necesita no una vez en la vida sino constantemente, para poder entender a quienes conducimos en nombre de Cristo como buenos pastores.
Pidamos al Señor que les permita vivir estos ejercicios, no simplemente como un rutina de hacer un poco más de oración, sino de explorar y saber que sucede en el interior de cada uno. Examinando con qué pasión y enamoramiento, generosidad y valentía realizamos la misión de ser buen pastor en la Iglesia de Jesús.
La primera lectura menciona algo importante: por lo que toca a la venida de Nuestro Señor Jesucristo y a nuestro encuentro con Él, les rogamos que no se dejen perturbar tan fácilmente. Hoy hay muchas voces dentro de la Iglesia que están interpretando el tiempo actual como el tiempo inminente del fin del mundo. Por eso vienen bien estas palabras de San Pablo; no se alarmen, ni por supuestas revelaciones, ni por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que los induzcan a pensar que el día del Señor es inminente.
Recuerden el Evangelio del domingo pasado, le preguntaban a Jesús, ¿cuántos se van a salvar? Y Jesús respondió: Esfuérzate en entrar, pasa la puerta que es angosta pero está abierta, entra, ¡esfuérzate! También muchos, por esa curiosidad mal sana piensan que ya será el fin del mundo. No se inquieten, no se alarmen si lo es, bendito sea Dios porque estamos sirviendo al Señor que viene por sus siervos; pero no nos dejemos perturbar, estemos siempre tranquilos, porque Jesucristo es el Señor de la Historia.
Seguramente como lo creo yo, está muy lejano el fin del mundo. ¿Por qué lo digo? Porque el hombre apenas comienza a inquietarse por el conocimiento de la Buena Nueva. Todavía la Buena Nueva del Reino de Dios no ha llegado a muchos, y se puede decir que ni a los propios católicos.
El Señor dará tiempo, hay que entusiasmarse en esta tarea, hay mucho que hacer. Dios invita a vivir y enamorarse del trabajo pastoral para que la Iglesia a la que servimos cumpla su misión en éste tiempo. Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla