DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO

 

“Alégrate. Mira a tu rey que viene a ti, justo y misericordioso, humilde y montado en un burrito”

Con estas palabras el profeta Zacarías, anunciaba algunas de las características que tendría el Mesías. La primera, que sería rey, pero que no gobernaría como quien preside políticamente una población una sociedad; es decir, como vemos en tantos de nuestros gobiernos, personas que descuidan que cada uno de nosotros sea el centro de sus preocupaciones. Muchas veces hemos experimentado que se preocupan más por la administración y por la gobernabilidad de lo que ya está establecido de que, en vez de ello, darle prioridad a la centralidad de la persona humana.

Por eso es interesante que aunque proclamamos a Cristo, Rey, debemos de entender el tipo de liderazgo, el tipo de ejercicio de gobierno que realiza este nuevo rey que es Jesucristo. Aquí, ya en el profeta Zacarías encontramos que también dice: “justo, victorioso, humilde y montado en un burrito”. Es decir, procurará la justicia, la equidad, pero al mismo tiempo que nos lleve a ser exitosos, que resolvamos los problemas de todos. Para ello la actitud es la humildad.

Esto lo vuelve a retomas en el evangelio de hoy el mismo Jesús. Jesucristo, asume estas características anunciadas por el profeta Zacarías al decirnos que: “vengan a mí, todos lo que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio”. Veamos entonces aquí, cómo Jesús se preocupa de cada uno de nosotros y especialmente cuando estamos agobiados, cuando sentimos dura la carga de la vida, cuando no sabemos qué rumbo tomar, o que actitud asumir ante situaciones complejas, delicadas. “Vengan a mí”; es decir, él nos dice que nosotros somos el centro de su preocupación. “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. A la humildad que ya decía el profeta Zacarías, Jesús añade la mansedumbre.

¿Qué significa la mansedumbre? Significa, esa actitud de buscar la paz. Es el ser pacíficos, el no se violentos, eso significa la mansedumbre. Jesús sabe que el camino para el ser humano para el desarrollo, no solamente de cada persona sino el de las relaciones entre las personas, es indispensable que no vallamos por el camino de la violencia. La violencia no resuelve ningún problema. Cada vez nos complica más, se vuelve un espiral que lleva a la muerte. Son caminos de muerte. En cambio la mansedumbre, la paciencia, el tratar de entender al otro, el tratar de establecer como principio de las relaciones humanas, el dialogo, tratar entonces de ser como Jesús, vengan a mí, sean como yo soy, no violentos, pacíficos. Estar siempre atentos para encontrar una solución que nos conduzca a la concordia.

Por eso estas dos características que tiene nuestro rey, Cristo Rey, son la humildad, que no significa el hacerse menos ante los demás, sino la humildad es reconocer lo que soy simplemente. No más allá de lo que soy, y darle su lugar al otro, también de la misma manera que yo soy. La misma dignidad que tengo yo, la tiene el otro. Este es el principio de la humildad. El reconocimiento de la misma dignidad humana. Y por eso, Jesús establece estas dos características para su reino. El reino de Dios entonces está fundamentado en la humildad de corazón y en la mansedumbre. Pero ustedes dirán: ¿Cómo adquirimos estas características? ¿De qué manera podremos habilitarnos, capacitarnos en el ejercicio? Porque lo que pasa dentro de nuestro interior, cuando algo nos molesta, es precisamente que entra el enojo y me conduce a la violencia.

Aquí es donde tengo que buscar la manera de pacificar mi corazón. La actitud de entrar en nuestro propio interior, darnos cuenta de lo que está sucediendo en mi corazón, y después de este primer paso, entendemos lo que nos dice el apóstol San Pablo en la segunda lectura: “Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu”. Ustedes no se dejan llevar por el egoísmo. El egoísmo es, que solo miro el bien para mí, y por eso entro en conflicto con los otros, porque no los tengo en cuenta, porque no trato de ver cuál es el bien para los demás. Ese es el desorden egoísta. San Pablo aquí nos dice: “nosotros estamos llamados a vivir conforme al Espíritu”. Dice más adelante: “Quien no tiene el espíritu de Cristo, no es de Cristo”. Por ello dice, que es indispensable entrar siempre en comunión con Cristo ¿Cómo podemos entrar en comunión con Cristo, tener su espíritu? Hay dos formas:

La primera es la escucha de la palabra de Dios. Esto que estamos haciendo, que cada Misa lo hacemos, cada Eucaristía, escuchar su palabra, su palabra de… entra en dialogo. Es una actitud de camino de vida no es una agresión. Dios nunca se impone por encima de nosotros, respeta nuestra libertad, tiene paciencia para esperarnos en nuestra respuesta. Este es el diálogo con la palabra de Dios, es el primer camino. Y el segundo camino es: estar atentos a nuestros desordenes egoístas. Darnos cuenta de cuando solamente estamos buscando nuestro propio bien y no el de los demás. Por tanto dice San Pablo: “hermanos no estamos sujetos al desorden egoísta de otros, para ser ese desorden nuestra regla de conducta”, no, ese no es el camino, “pues si ustedes viven de ese modo ciertamente serán destruidos”, van camino de muerte, “por el contrario, si con la ayuda del espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán”. Y esa allí donde el Espíritu lo tenemos fundamentalmente en nuestra oración personal, en nuestra oración comunitaria como Iglesia, en la vivencia de los sacramentos y sobre todo en la caridad, en el ejercicio de mirar por el otro.

Que el señor nos ayude para que entendamos por qué Cristo es Rey, qué tipo de reino está proponiendo. Es reino de la vida, caminos de vida, que todo se fundamenta en la dignidad humana, en el respeto de unos con otros. Seamos como Cristo, mansos y humildes de corazón. Que así sea.