Homilía Domingo XXV del Tiempo Ordinario
18-Septiembre-2016
Dios quiere que todos los hombres se salven
Así afirma San Pablo en la segunda lectura de hoy. Hace aproximadamente cuatro semanas, escuchábamos que le preguntaban a Jesús: Maestro, ¿cuántos son los que se salvan?, y Jesús respondía: Ustedes esfuércense por entrar, la puerta es estrecha, pero esfuércense por entrar.
San Pablo recuerda que el deseo de Dios es que todos se salven, eso es lo que Dios quiere, pero a nadie lo puede obligar porque le ha dado libertad al hombre, y éste tiene que decidir. Depende de la libertad para decidir y entrar en ese Reino, seguir a Jesucristo y darlo a conocer.
La verdad del Evangelio, de Dios y su proyecto, no se puede imponer por la fuerza, se debe dar testimonio para que atraídos por el bien y la verdad, la humanidad se pueda salvar.
Hoy la Palabra de Dios presenta cuatro elementos para realizar ese esfuerzo y obtener la salvación de cada persona en esta vida.
El primer elemento es Nadie puede servir a dos amos. Ustedes por tanto, no pueden servir a Dios y al dinero.
El segundo es: son más astutos los hijos de las tinieblas, los que pertenecen a este mundo, que los hijos de la luz, los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios.
El tercer elemento es: practicar la justicia en las relaciones comerciales, en el intercambio que se debe hacer en esta vida de los bienes.
Y un cuarto elemento se encuentra en la segunda lectura donde San Pablo, en el inicio y final, recomienda hacer Oración.
Primer elemento: Ustedes por tanto no pueden servir a Dios y al dinero. Hay que optar a quien se va a servir. Evidentemente se sabe que la opción certera es servir a Dios y a su proyecto: que todos los hombres se salven.
Muchos podrán decir estoy de acuerdo, pero ante la necesidad del dinero, ¿cuál es la actitud que se debe vivir para servir a Dios? La respuesta es muy sencilla: al servir a Dios se tiene que poner en un orden jerárquico todas las demás cosas, incluido el dinero. Se tiene que subordinar el dinero al servicio del Reino de Dios. El dinero en sí mismo ni es malo ni es bueno, se necesita para la vida del hombre, pero se debe de poner al servicio del Reino de Dios.
Lo malo del dinero es que seduce porque resuelve muchas cosas: Poderoso caballero, Don dinero, predica un viejo refrán. Con dinero se puede resolver tantos conflictos y problemas, situaciones que vive el hombre. Por eso, se debe estar atento y no dejarse seducir por el poder mismo del dinero, sino cuidar que se ponga al servicio de Dios. Es todo un proceso pedagógico que se tiene que aprender para hacer realidad la elección de servir a Dios.
El segundo elemento: son más astutos los hijos de las tinieblas, los que pertenecen a este mundo, que los hijos de la luz. Jesús afirma que el ser humano se muestra hábil, astuto y sagaz, para resolver sus problemas terrenos de índole personal. Cuando se tienen de frente, como lo recuerda la parábola de hoy, le viene en mente alguna forma para salir del problema. Esa sagacidad puesta en favor de problemas materiales debemos utilizar para usarla en favor del Reino de Dios.
No solamente se tiene que preocupar por el comer, por el vestir y tener, satisfaciendo las necesidades del cuerpo. Es indispensable la preocupación por las necesidades del espíritu; ya que, es el espíritu que da vida al cuerpo.
Hay que poner toda la astucia y sagacidad para alimentar y desarrollar el espíritu, y procurar que el espíritu no se debilite, no se enferme, no caiga en las seducciones de este mundo, y esté alerta para descubrir los auténticos valores, que hacen del hombre, un auténtico y fiel hijo de Dios, miembro de la familia de Dios, y destinado a compartir la Santidad divina por toda la eternidad.
El tercer elemento lo encontramos en la primera lectura, el Profeta Amós denuncia la codicia y la avidez de ganar más engañando y mintiendo en la relaciones comerciales. Debemos obrar acordes a las normas establecidas: si se vende un kilo de carne, tiene que ser un kilo, si se establece y anuncia un precio se debe de respetar. Este criterio sirve también para las relaciones de servicio. No explotar y respetar. Esforzárnos en mantener los términos de las normas acordadas en las relaciones del intercambio de bienes con los demás.
Finalmente San Pablo expresa un cuarto elemento: la indispensable oración que debemos realizar en favor de todos los seres humanos, independientemente de sus condiciones, y especialmente debemos orar por las autoridades, ya que dirigen las políticas públicas en favor de la sociedad. De esas decisiones dependerá el bienestar y la paz social.
Estos son los cuatro elementos para realizar el esfuerzo por la propia salvación y la de los demás.
Hoy, reunidos como pueblo de Dios en esta Eucaristía, acompañamos a las Misioneras Hijas de la Caridad, en la alegría y gratitud que experimentamos por la canonización que el Papa Francisco ha hecho hace dos semanas, proclamando Santa a la Madre Teresa de Calcuta.
Nos alegramos con ellas, sus hijas, que han venido a compartir esta Eucaristía, y aprovechamos para agradecer la presencia de una comunidad de Misioneras en esta Arquidiócesis de Tlalnepantla.
Ellas manifiestan un testimonio vivo entre nosotros, siguiendo el ejemplo de Santa Madre Teresa de Calcuta, quien no puso su esfuerzo solo para salvarse ella, sino para salvar a los que estaban a su alrededor, mostrando el camino del amor, especialmente con el ejercicio generoso para darlo todo por los más pobres de entre los pobres.
Que el Señor Jesús bendiga a esta comunidad de Santa Madre Teresa, y nos ayude, como Pueblo de Dios, a ser bendición de nuestros hermanos en el trabajo y en las relaciones humanas que se realizan, día a día, en la vida cotidiana. Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla