Homilía Visita a Seminario
Curso de Discernimiento Vocacional
23-Septiembre-2016
Hay un tiempo para cada cosa y todo lo que hacemos bajo el sol tiene su tiempo
En esta lectura que hemos escuchado del libro del Eclesiastés, el autor refleja su observación sobre la naturaleza, pero también sobre la conducta humana; por ello va poniendo estos ejemplos, para dar a entender lo que afirma, que hay un tiempo para cada cosa; hay un tiempo para nacer y otro para morir, uno para plantar y otro para arrancar lo plantado, y así va designando distintas actividades del hombre y los distintos momentos de la naturaleza.
El fondo de esta reflexión ayuda también a asumir una conciencia, descubrirnos como seres que caminamos en el tiempo. El tiempo es uno de los condicionantes del ser humano. No se puede escapar de él, no se puede detener, va siempre en su ritmo, pero el hombre le puede y le debe dar el sentido a estos tiempos, a estos momentos.
Es importante ver los propios procesos, no quedarse en los eventos, en el acontecimiento mismo, sino hacia donde se quiere ir, para construir los pasos que lleven al destino.
Éste es el mensaje de la primera lectura y con un criterio fundamental al final que dice: todo lo ha hecho Dios a su debido tiempo y le ha dado el mundo al hombre para que reflexione sobre él; pero el hombre no puede abarcar las obras de Dios desde el principio hasta el fin.
El hombre no alcanza a abarcar el misterio de la naturaleza y el misterio de la humanidad, de principio a fin. Deja así abierta la cuestión; y añade, mucho menos puede abarcar el misterio de Dios.
La pretensión de abarcar, de tener en las manos la comprensión de los misterios, es una tarea imposible; pero lo que sí es posible es que el hombre se vaya adentrando en esos misterios.
En el misterio de la creación el hombre ya ha hecho muchos avances para conocer el universo, como funciona la ecología, etc. En el misterio del hombre también ha hecho muchos avances. Y en el misterio de Dios, ha sido Dios mismo quien ha manifestado en la persona de Cristo, el camino para que el hombre se pueda adentrar en ese misterio.
El Evangelio de hoy es muy oportuno, porque lleva una misma línea de reflexión. Jesús les pregunta ahora a ustedes jóvenes de discernimiento vocacional, ¿quién soy yo? La respuesta que espera Jesús no es solo doctrinal: Jesús es el Hijo de Dios; sino especialmente Jesús plantea una pregunta existencial, ¿quién soy yo para ti? ¿Qué significa para ti conocer a Jesús, seguir a Jesús, confiar en Jesús?
Esa respuesta no se puede dar de un momento a otro, es una respuesta que se prolonga a lo largo de la vida, pero si se debe de iniciar y continuar. Se comienza en el bautismo por medio de los papás y padrinos, quienes hablaron en nuestro nombre, pero después hay que dar la respuesta personalmente, de forma consciente.
Ustedes hace apenas seis semanas, comenzaron a dar una respuesta porque manifestaron su decisión de entrar al Seminario, con ello expresaron que Jesucristo es alguien a quien vale la pena seguir.
Ahora deben continuar su respuesta como comunidad de discípulos en el Seminario, ¿quién es Jesús para ti? Por su parte el Señor los hará caminar en medio de grandes sorpresas, que le darán un sentido y una gran riqueza a su existencia. Recordemos las palabras Jesús: el que pierde por mí su vida, la ganará.
Que el Señor les conceda esta experiencia como discípulos de Cristo. Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla