“También se van incorporando al edificio templo santo del Señor, por medio del Espíritu Santo para ser morada de Dios”. Así nos dice el apóstol San Pablo en la segunda lectura que hemos escuchado en esta fiesta del apóstol Santo Tomás, pero que viene muy bien para entender, cuál es el servicio que hoy les confiere a estos tres diáconos al ordenarlos presbíteros.
La edificación de la Iglesia, la edificación del pueblo de Dios, se realiza gracias al Espíritu Santo. Es Él el que conduce, es Él, el que ilumina y orienta, es Él, el que construye, es Él finalmente, el que ayuda y fortalece para que sea consolidada la comunidad cristiana para que sea efectivamente morada de Dios.
Por tanto, lo que han aprendido ustedes tres durante estos años de formación en el seminario, es fundamentalmente: cómo responder al espíritu de Dios, cómo descubrir la voluntad del Padre, qué es lo que les dice que debe de hacer. Por tanto, este ejercicio, este aprendizaje del discernimiento, hoy, lo que ustedes han hecho de forma personal para descubrir si la voluntad de Dios era, que Él los llamaba; hoy serán confirmados en ese propósito que ustedes muchos años han invertido para clarificarlo. Hoy la Iglesia y Dios a través de la Iglesia les dice: no se equivocaron. Dios Padre los atrajo para que conocieran a Cristo y a su Iglesia y para convertirlos en ministros al servicio de esta edificación de la Iglesia. Hoy llegan a un punto importante de su vida, el más importante en el sentido de lo que va a orientar el resto de su vida. Hoy la Iglesia les dice: ese mismo recorrido, ese mismo discernimiento personal que ustedes alcanzaron poco a poco buscando lo que Dios quería de su vida, hoy el Señor les dice: ¡por haber acertado en su decisión, hoy les confiero que hagan el discernimiento pastoral para ejercer su ministerio como presbíteros! El Papa Francisco nos ha dicho que éste es el punto fundamental de la vida de la Iglesia. Por tanto no basta que ejerzan su ministerio según los ritos establecidos para la administración de los sacramentos, no basta que ustedes lleven la administración que se les pida en una parroquia o las actividades pastorales que están ya encarriladas que ya están en ejercicio encomendadas desde hace tiempo a la Iglesia, y que los demás presbíteros que hoy los reciben en su familia, ustedes los realicen y los continúen, sino que los más importante es el discernimiento pastoral, porque como nos dice bien hoy el apóstol San Pablo: “sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado”.
Sobre Cristo, primera condición. Tenemos que estar siempre en relación intima con Él. Segundo dice: todo el edificio. ¿Quiénes son todo el edificio? Todos los bautizados, cada uno ha de ser esa piedra viva que entre en la articulación de un solo cuerpo. Este es el edificio del que habla san Pablo. San Pedro lo dice: “piedras vivas” para la construcción del pueblo de Dios también. Así pues, hoy se les confiere el orden sacerdotal que ya como nos dice el profeta Jeremías, Dios lo preveía en ustedes desde el seno de su madre. Desde ahí ya Dios tenía pensado para ustedes este proyecto. Hoy se les entrega porque ha caminado bien durante estos años.
Segundo dice San Pablo, se va levantando bien estructurado. Ese bien estructurado solamente podrá llevarse a cabo, si se hace el ejercicio de: ¿Qué es lo que Dios quiere? No basta con que hagamos cosas buenas, no basta con que tengamos nuestra agenda llena de buenas actividades, eso no garantiza que estemos haciendo lo que Dios quiere. Tenemos que descubrir a partir de las necesidades, a partir de lo que necesita la comunidad parroquial, la comunidad eclesial, a partir de allí ver qué es lo que Dios nos está pidiendo hacer. Así se realiza el discernimiento pastoral. Desde la realidad nos dice el Papa Francisco en evangelii gaudium, para poder allí aplicar los proyectos, para que se realice la voluntad del Padre.
Queridos hijos, queridos hermanos ahora en el presbiterado, dentro de un poco. Ustedes van a ser los responsables de ir acomodando las piedras vivas para que el edificio esté orgánicamente construido, esa es su tarea y por eso es muy importante lo que nos dice el evangelio de hoy. La comunidad, es la que preservó al apóstol Santo Tomás. Tomás no creía en la resurrección del Seños, y la comunidad, no obstante sus afirmaciones, no lo expulsó de la comunidad. Dice el texto sagrado que el apóstol estuvo de nuevo en la comunidad ocho días después. Tenemos que tener mucho cuidado como pastores de no expulsar a nadie, aunque pase una crisis de fe como la misma que vemos en el apóstol Tomás. Todas las piedras vivas tienen que tener espacio, lugar, ser integradas en la vida de la comunidad eclesial, y así el Señor confirmará a quien está en crisis y lo reintegrará, como hemos visto en el evangelio de hoy. La Iglesia tiene espacio para todos, pero para que eso sea efectivo, están ustedes los pastores, estamos nosotros los pastores, para que todos tengan espacio, y a pesar de sus crisis puedan mantenerse firmes en la comunidad eclesial.
Todo esto se alimenta, se ejerce, a partir de esta presencia de Cristo en medio de la comunidad, que específicamente de manera solemne, de manera central, se hace fuente y culmen en la Eucaristía. Por ello el presbítero tiene que cuidar muy bien su celebración eucarística, porque allí el Espíritu de Dios actúa en medio de todos los presentes, no son nuestras palabras, estrictamente, las que convierten a las personas. A partir de nuestras palabras, es la acción del Espíritu que toca a cada fiel y allí lo vuelve a integrar en la fe. Este ejercicio pues, de responsabilidad sobre la presidencia que tiene el presbítero para la asamblea eucarística, es fundamental. Por ello hay que cuidar muy bien, como dice el Papa Francisco, sus homilías. Que no sean los mismos rollos, que cada vez se aprenden para decir sobre un texto lo que siempre se me ha ocurrido, sino que sea a la luz de cómo va caminado la comunidad pastoral. Eso se tiene que preparar nos dice el Papa. Tenemos que tomar tiempo para hacerlo, para que el Señor nos diga, qué debemos de decir en torno a un texto. Y eso mismo va a retroalimentar su espíritu, su espíritu sacerdotal. Si ustedes hacen este ejercicio de preparar siempre su homilía, serán sacerdotes espiritualmente fuertes. Eso les deseo a ustedes y les pedimos así para todos nuestros sacerdotes, porque de esta manera, nos consolidamos también dentro de la comunidad eclesial como una familia especifica al servicio de nuestra Iglesia diocesana de Tlalnepantla. El presbiterio de hoy aquí representado por los sacerdotes, les da la bienvenida, los incorpora y los integra como hermanos sacerdotes. Que así sea.