HOMILíA COLEGIO VALLARTA

December 31, 1969


HOMILíA COLEGIO VALLARTA

 

Homilía Colegio Vallarta

05-Octubre-2016

 

Santiago, Pedro y Juan, nos dieron la mano a Bernabé y a mí, en señal de perfecta unión.

 

De esta manera nos cuenta el Apóstol Pablo su primera experiencia de comunión eclesial, una vez que él ha confirmado y consolidado su vocación como Apóstol. La comunión eclesial significa que todos aquellos que son llamados por Dios para formar la gran familia de los hijos de Dios, están llamados a la comunión, a la relación no solamente afectiva entre cada persona como hermanos, como buenos hermanos; sino también a la comunión operativa, es decir, que nuestras actividades vayan convergiendo, vayan siendo suma, y se pongan en común las mismas metas, superando los desafíos, y ayudándonos unos con otros a cumplir nuestras tareas.

 

Estamos aquí ejerciendo la comunión eclesial por la presencia de sus Obispos, algunos de los sacerdotes que trabajan directamente en el gobierno de la Diócesis, las autoridades de este Colegio, los Padres de familia, y Ustedes, el objeto de esta institución, que son los alumnos.

 

La comunión eclesial es necesaria al interior de la institución y en la relación de la institución con otras instancias eclesiales. Por eso vivimos en comunión con el Papa Francisco. Como Obispo me toca a mí cuidar la comunión al interior de esta Iglesia de Tlalnepantla, cuidar la comunión afectiva y operativa entre todas las instancias eclesiales, y cuidar esa comunión con el Papa, como aquí lo hace Pablo con Pedro, la cabeza de la Iglesia, el primer sucesor de Jesucristo.

 

Como Arzobispo me toca cuidar la comunión de las ocho Diócesis que forman la Provincia Eclesial de Tlalnepantla. Las Diócesis de Valle de Chalco, Netzahualcóyotl, Texcoco, Teotihuacán, Ecatepec, Izcalli, y Cuautitlán, junto con Tlalnepantla, integramos la Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla.

 

Estas ocho Diócesis tienen cada una de ellas su Obispo, que cuida al interior de la Diócesis la comunión; y como Arzobispo, me toca cuidar la comunión entre los ocho Obispos que encabezan cada una de las Diócesis. De esta forma la Iglesia se estructura, y puede lograr las metas y desafíos, que hoy tenemos como Iglesia y como sociedad.

 

Cuando hay esta comunión eclesial al interior de todas sus instancias, puede darse lo que dice Pablo que sucedió en la relación entre él y Pedro, dice: lo enfrenté porque era digno de reprensión. Cuando hay comunión afectiva, cuando nos queremos, entonces nos podemos fácilmente llamar la atención; en cambio cuando nos odiamos, también odiamos la corrección. No nos gusta a nadie ser corregido, porque nos sentimos ofendidos, nos molesta que alguien nos diga que salió mal lo que teníamos que hacer. La molestia de la corrección es una cosa natural, pero la corrección es indispensable.

 

La corrección tiene que estar sostenida por una experiencia estable de amor; por eso, la mamá puede corregir a su hijo, y no se va a enojar el hijo con la mamá, porque hay amor. Los papás pueden corregir a los hijos, porque hay amor, pero también los hijos pueden decirle a su papá o a su mamá: me parece que te equivocaste, y no se van a enojar ni su papá ni su mamá, sino que les van a explicar, si están bien o mal en la indicación que hacen. Éste es el diálogo del amor, porque amo al otro, le puedo señalar sus errores.

Cuando se ama verdaderamente a alguien me preocupa que se caiga y cuando se cae lo levanto. Si yo amo a alguien, me preocupa que no tenga que comer y le doy de comer. Si yo amo a alguien que se enferma, estoy pendiente de que recupere la salud, y haré todo lo que sea posible para que sane, porque lo amo.

 

El amor es el sostén, es la base desde donde debe ejercerse la corrección, para que se haga en comunión; ésta es la enseñanza de la primera lectura.

 

El Evangelio muestra esta escena: los discípulos veían que Jesús se apartaba y se iba en silencio y hacía oración; y en una de esas ocasiones, alguno se atrevió a hacerle una pregunta y una petición, dice el Evangelio: un día Jesús estaba orando, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar”. Que hermoso el testimonio que daba Jesús de orar, seguramente cuando veían que Jesús regresaba de hacer un momento de oración, lo veían más contento, alegre y generoso.

 

Y al transmitir tanta alegría, le piden sus discípulos: enséñanos a orar, para que también nosotros tengamos esa experiencia. No hay nada más fuerte que el testimonio. Jesús hace lo que dice. Éste es el gran método para transmitir la enseñanza, la coherencia de vida.

 

Cuando el discípulo le dice: Señor enséñanos a orar, dinos cómo hacer la oración; Jesús responde: cuando oren digan Padre, reconozcan a Dios como su papá. Jesús dice también: venga tu Reino. Venga tu estilo de vida, que se implante esta relación de amor. Danos hoy nuestro pan. Alimenta a tu pueblo, dando lo que necesita para transmitir tu Reino. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos. El ejercicio del perdón y la reconciliación. Finalmente: No nos dejes caer en la tentación. Estar siempre atentos a la fragilidad, y a las limitaciones, y recurrir al Señor para ser fortalecidos.

 

Estos son los aspectos que Jesús expresa para aprender a orar. La importancia de ver siempre a Dios como Padre, pedir que haga presente el Reino de Dios en su pueblo, su manera de vivir, su estilo de vida. Pedirle el alimento para ser nutrido, el alimento de su Palabra y del pan eucarístico, presencia de su Hijo. Perdonarse uno al otro y reconciliarse, cada vez que sea necesario.

 

Estar muy atentos y conscientes de la propia fragilidad. Fácilmente el hombre se equivoca. Dios ayuda a cada persona a no caer en la tentación. No hay que tenerle miedo a la tentación, sino a caer en esa tentación que me atrae. Las tentaciones se presentan siempre a lo largo de la vida humana. Siempre están al lado de cada persona. Lo importante es no caer en la tentación, no dejarse seducir; sino evitar, superar la atracción, y continuar siendo fiel al Padre.

 

Eso es lo que enseña Jesús en la oración. Por esta razón, siempre que se asiste a misa, se recita el Padre Nuestro. Hay que recordar estos elementos centrales para aprender a orar. Pidamos a Dios, Nuestro Buen Padre, nos envíe el Espíritu Santo para ser un buen discípulo de su Hijo Jesús. Que así sea.

 

 

+Carlos Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla