HOMILÍA PARROQUIA DE SANTA ANA

December 31, 1969


HOMILÍA PARROQUIA DE SANTA ANA

 

“Solo a ustedes los elegí de entre todos los pueblos de la tierra”.

Con estas palabras, el profeta Amos recuerda a Israel que la elección fue fruto del amor, pero que el amor necesita correspondencia. Bien sabemos que Dios nos ama aun antes de nuestra respuesta, pero el amor expresado por Dios y manifestado a su pueblo, para que se prolongue y se dé testimonio de ese amor, no solo al pueblo mismo sino a los demás pueblos, necesita la correspondencia del amor del pueblo.

De múltiples maneras como lo hemos escuchado en la primera lectura, el profeta Amos trata de explicar esa relación de reciprocidad entre Dios y su pueblo. Esto significa, también para nosotros hoy, una corresponsabilidad. Si queremos que Dios sea el centro de nuestra sociedad, sea el fundamento y desarrollo de nuestros valores; si queremos que Dios esté siempre como referente indispensable de la vida de la conducta social, necesitamos corresponderle en su amor ¡Él nos ama ya! ¡Él nos ha descubierto su camino! Él de múltiples maneras nos ha expresado que está pendiente de nosotros, pero necesita de nuestra respuesta.

La segunda lectura del Evangelio, nos ayuda a prolongar esta relación de reciprocidad y a que aprendamos, como vemos en esta escena, que los discípulos van lentamente descubriendo la persona de Jesucristo, “quién es éste a quien hasta el viento y el mar le obedece”.

En estas nuestras respuestas de amor, no va a ser de una sola vez, sino prolongadamente, en un proceso que nosotros vamos a ir aprendiendo a descubrir el misterio de Dios en nuestras vidas y el misterio de Dios en sí mismo. También nosotros nos tendremos muchas veces que preguntar quién es éste a quien obedecemos, quién es éste, que con su palabra mueve nuestro interior, quién es éste que nos ha prometido su espíritu para conducirnos; y éste Dios, en los mismos acontecimientos se nos hará presente, de múltiples maneras que no las podemos programar, nos dará su respuesta a esa aventura que estamos llamados en la vida de la Iglesia.

Hoy estas dos lecturas pues, complementan muy bien la reflexión que hemos hecho esta tarde del camino pastoral que queremos hacer en nuestra arquidiócesis. No lo es, ni es, ni la fortaleza de nuestras personas en donde ponemos nuestra esperanza, pero necesitamos la correspondencia de estas frágiles personas que somos nosotros. En esa debilidad se mostrará la fuerza de Dios. En esta nuestra propia fragilidad humana, en nuestro barro, se mostrará la grandeza del Señor.

A esto es a lo que venimos a la Eucaristía, a comer y a beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo, para estar en comunión con Él; y nuestro primer paso constante que debemos de estar dando es: la reciprocidad del amor que nos ha tenido Jesús.

Que el Señor nos ayude como Iglesia diocesana, como comunidad parroquial en el vivir la experiencia del misterio de Dios. Que así sea.