HOMILÍA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO APÓSTOLES

December 31, 1969


HOMILÍA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO APÓSTOLES

 

Dichoso tú Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos. Esta bienaventuranza que declara Jesús a Pedro se refiere porque Pedro se ha dejado conducir por el Espíritu de Dios; y quien se deja conducir por el Espíritu de Dios va conociendo misterios que sólo el Espíritu puede llevarnos y revelarnos. Este camino que Pedro recorrió lo hace como lo dice aquí mismo Jesús, en su propia condición humana… es hijo de Juan, como nosotros, cualquiera de nosotros podemos decir, el nombre de mi papá, soy hijo de fulano. Es decir, en nuestra propia naturaleza, Dios nos puede llevar por este camino que llevó al apóstol Pedro, dejándonos conducir por el Espíritu Santo, nos revela quien es Dios, y nos da la fortaleza para también como dice Jesús a Pedro, seamos partícipes de la edificación de la Iglesia, de la construcción de esta sociedad que es una comunidad fraterna, de esos lazos de unión que sólo bajo el Espíritu se concede consolidar. Pedro yo te voy a dar las llaves del Reino de los Cielos para que todo lo que ates quede atado, para que nos pueda el Espíritu afianzar en estos vínculos que nunca más se rompan con Dios, en nuestra relación con Dios comunidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y también le dice, y podrás atar, y desatar. Hay muchos de nosotros que en esta vida terrestre estamos atados, no a Dios, sino a cosas que nos impiden estar en comunión con Dios. Y Pedro, bajo la fuerza del Espíritu desata, destraba, deshace esos nudos que nos atan al mal, a los vicios y a las adicciones. Este camino por el cual Jesús le dice a Pedro: tú eres la piedra sobre la que edificaré la Iglesia, no es algo específico que le concede al apóstol Pedro, sino que Pedro lo convierte en modelo, es decir, es un camino, un ejemplo de cómo tenemos que vivir, actuar y relacionarnos con Dios.

Jesucristo enseñó a los apóstoles ese mismo camino que él vivió, y ahora Jesús le dice a Pedro que ya va por ese camino. Y se convierte en roca, sobre la cual se construye la Iglesia, por eso el mismo apóstol Pedro en una de sus cartas va a explicarnos que nosotros podemos convertirnos en esas piedras vivas, de la misma manera que él fue la piedra viva fundamental, con la que inició Jesús, y nosotros entramos entonces en esta edificación de la Iglesia. Este es el camino que hoy recordamos en esta escena del evangelio en la fiesta del apóstol Pedro, y que también con el ejemplo de Pablo, que sigue ese mismo camino y está convencido de que ese camino vale la pena.

Ahora bien, cómo es que podemos aprender a desarrollar esa capacidad para dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, es un aprendizaje que no sale espontáneo, no es automático, no se toca la tecla de un teléfono celular o una tecla y ya me dejo conducir por el Espíritu. ¡No!, sino que es un aprendizaje humano, que implica nuestra conciencia, nuestra libertad y nuestra voluntad, y eso, no es posible hacerlo si no nos ayudamos. Nadie en lo individual puede recorrer el camino propuesto por Cristo. La Iglesia ha seguido este camino, convocando y ayudando unos a otros.

Voy a poner un ejemplo sencillo. Hoy están aquí los niños que van a hacer primera comunión y confirmación muy pronto, pero están también sus papás y padrinos. Ahora, la Iglesia les estamos pidiendo seguir un recorrido de seis años, tres para la primera comunión; y tres, para la confirmación. Pero no es solamente para aceptar que el niño entienda qué es cada sacramento. Es precisamente para introducirlos en ese aprendizaje de saber quién es el Espíritu y cómo nos podemos relacionar con él, con la Palabra de Dios, cómo podemos orar, cómo podemos conocer más a Jesús, descubrir su presencia entre nosotros. Cristo se hace presente en nuestras vidas.

Ustedes se preguntarán si lo hicieron cuando eran niños. Y no. Yo no lo hice. La mayoría de los adultos presentes tampoco lo recorrieron así. Pero son métodos que la Iglesia está implementando por el desafío de la fractura cultural que tenemos. Anteriormente, la familia, los abuelos, los papás hacían esta labor casi automáticamente con sus hijos. Y por eso nosotros mantenemos la fe que recibimos.

Hoy papás, saben perfectamente que el mundo es adverso al crecimiento del Espíritu, el mundo está volcado sobre cosas que son superficiales e inmediatistas, que satisfacen un deseo que al rato están con otro deseo, pero, no llegan al fondo del alma, del espíritu, de lo que es la verdadera vida; y por eso hoy cuesta más trabajo que nuestros jóvenes y nuestros hijos puedan acceder a está relación con Dios, Entonces necesitan estos niños de hoy más herramientas y más conocimiento y acompañamiento para llegar a descubrir el camino al que Dios los ha llamado. Las maravillas que Dios tiene para quien le es fiel como dice san Pablo en la segunda lectura: el Señor me tiene preparada la corona merecida con la que me premiará, y a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento. A todos nosotros nos espera una hermosa promesa de Cristo a quienes recorremos en esta vida el camino conforme a sus enseñanzas. Por eso estamos aquí en este domingo celebrando a San Pedro y San Pablo, celebrando al sucesor de Pedro, el Papa Francisco, y ayudándolo porque hoy la colecta es en favor de las obras del papa Francisco (el óbolo de san Pedro).

Pidamos pues con estos sentimientos, por nuestro Papa, y por las catequistas de los niños. Y nos sumamos a esta alegría dos sacerdotes el padre Mauro que cumple dos años de sacerdote; el padre Julián que cumple cuatro años de sacerdote. Y un servidor que cumplo diecisiete años de obispo. Pidamos al Señor que seamos agradecidos y sepamos corresponder a todo lo que nos regala con su gracia, con su amor. Que así sea.