HOMILíA DOMINGO IV DE ADVIENTO

December 31, 1969


HOMILíA DOMINGO IV DE ADVIENTO

 

Homilía Domingo IV de Adviento

18-Diciembre-2016

 

Entre ellos, también se encuentran ustedes, llamados a pertenecer a Cristo Jesús

 

Así dice San Pablo hoy, todos nosotros estamos llamados a pertenecer a Cristo Jesús. Cuando una persona es llamada, es para algo, hay algún pendiente, una tarea, un punto por el cual a uno lo llaman.

 

Todos están llamados, y la razón es, la pertenencia a Cristo Jesús. ¿Qué significa pertenecer a Cristo Jesús? Pertenecer, es una palabra que expresa que alguien o algo forma parte de un todo que tiene identidad propia. Por tanto, el llamado de Dios espera una respuesta. En este caso, para llevar a cabo la misión que anuncia el Apóstol San Pablo.

 

Se tiene que dar respuesta personal si se quiere pertenecer a Cristo Jesús, pues no es en automático. Dios por su parte, presentó la iniciativa con gran esperanza, confiando que el hombre le respondería positivamente, y por esa razón, la Iglesia, actuando en nombre de Cristo, ha concedido el bautismo; y así efectivamente Dios ha abierto las puertas para que el hombre pertenezca  a Cristo.

 

Es interesante ver lo que dice un poco antes el Apóstol en esta segunda lectura: ese Evangelio, que, anunciado de antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que nació en cuanto su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios a partir de su resurrección de entre los muertos.

 

Lo primero que dice: les traigo este Evangelio, esta Buena Nueva, Dios los ha llamado. Y éste llamado, ya estaba anunciado por los profetas en la Sagrada Escritura. Eso es lo que manifiesta la primera lectura del profeta Isaías: una Virgen dará a luz, a ese Hijo le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir, Dios-con-nosotros. Esto se cumple en Jesucristo.

 

El cumplimiento de la promesa expresada por el profeta Isaías, sobrepasa cualquier imaginación humana. La afirmación Dios con nosotros podría pensarse en una presencia de Dios al lado nuestro de corto o mediano plazo, o incluso de toda la vida. Sin embargo el cumplimiento de esta promesa de Dios, aunque tardó siete siglos, significó mucho más que eso, porque Dios nos ha participado su misma vida divina, su ser, su naturaleza.

 

¿Cómo es posible eso, si el hombre es simple creatura y Él es el Creador? Porque hace a la humanidad parte de Él. Se entra en comunión con el mismo Dios. Esto lo vivimos, ya desde ahora, como primicia, en el signo sacramental, al recibir la hostia consagrada, se entra en comunión con Dios.

 

¿Cómo se realiza esta comunión y en qué consiste? Lo dice el Apóstol;  Nuestro Señor Jesucristo, nació en cuanto su condición de hombre, del linaje de David, para estar Dios con la humanidad se hace hombre, y toma la condición humana, pero no solamente para estar con nosotros, porque ya se hubiera cumplido la misión, la promesa. Nos hace parte de Él, ¿cómo es posible? Porque participa su propia condición divina. Él nace como hombre, se hace hombre, asumiendo todas las consecuencias de la limitación de la naturaleza humana. De ahí que el apóstol diga: que Jesús durante su vida humana, sufre y muere en Cruz, y en cuanto su condición de Espíritu Santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios a partir de su resurrección de entre los muertos.

 

Es hasta el momento en que Jesucristo resucita que da a conocer su condición divina. Todos los que convivieron, incluso los Apóstoles, los más cercanos, vieron en Jesús de Nazaret a un hombre como los demás. Sólo a partir de la resurrección se dieron cuenta que ese hombre, era algo más, porque nadie más ha resucitado de la muerte: Jesús era el Hijo de Dios, de la misma naturaleza divina.

 

Nosotros estamos llamados a pertenecer en Cristo, es decir, estamos llamados a participar de la condición divina de Cristo. ¿Cómo puede suceder? Solamente con la respuesta personal, ya que Dios a nadie obliga. No se impone por la fuerza, y la respuesta es personal. Cada uno de Ustedes, aquí presentes, vinieron a la Eucaristía, porque quieren encontrarse con Cristo y su Palabra.

 

El tiempo litúrgico del Adviento, que está por terminar, nos prepara para la Navidad. Pero la Navidad no se puede entender si no se relaciona con la Pascua. Son los dos ejes de toda la liturgia Cristiana. ¿Por qué? Porque la Navidad recuerda que el Hijo de Dios se hizo hombre y la Pascua recuerda que ese Hijo de Dios hecho hombre, mostró su poder en la resurrección, en la Pascua.  

 

¿Qué significa  esto para nosotros? que en la respuesta a Dios, para formar parte de Él, para recibir la condición divina, se tiene que vivir la vida al estilo de Jesús, como la vivió el hombre modelo: Jesús de Nazaret. Viviendo como El, responderemos a Dios y participaremos del ser divino y perteneceremos a Cristo. En esto consiste el cielo: en formar parte de Dios, perteneciendo a Cristo. Eso es lo que esperamos al término de la vida terrestre.

 

¿Cómo se puede vivir al estilo de Jesús? Hoy el Evangelio presenta la figura de José, en donde se cuenta que tuvo dudas, cuando supo que María, sin haber estado juntos, concebía un Hijo. José como era un hombre justo, se puso a pensar en lo que tenía que hacer sin dañarla.

 

Según la Ley, la tenía que entregar para que la lapidaran, es decir que muriera apedreada. José considero que eso no debería de sucederle a María. Su corazón le decía que María no le había sido infiel.

 

José hace un discernimiento en la oración, se pone en la presencia de Dios, y Dios concede a todos como a José, la gracia para descubrir y clarificar lo que se debe hacer.

 

Por eso, cada cristiano debe de pasar de una oración simplemente devocional a la oración de discernimiento, para saber lo que Dios le pide en las condiciones que le toca vivir. Éste es el estilo de Jesús, de José y de María, éste es el estilo que tenemos que aprender a vivir.

 

Que esta Navidad nos ayude a recordar que el inicio de la vida de Jesús muestra el misterio de la Encarnación. El proceso de aprendizaje, de cómo siendo creaturas, encarnamos a Dios.

 

La Pascua presenta el misterio de la Redención, por el cual a pesar de la limitación y pecado del hombre, Dios actúa a través de cada persona, cuando ésta hace Su Voluntad y manifiesta Su Poder que transforma cualquier realidad negativa, aunque parezca imposible.

 

¿Les parece posible que se pueda transformar la sociedad en la que vivimos hoy en día? Sí, si se tiene fe y se responde a Dios. De lo contrario seguirá empeorando la sociedad. La fe es transformadora de la realidad, ya que nos permite convertirnos en instrumentos de la acción y del poder divino. Dios, con nuestra respuesta, transforma tanto a la persona como a la familia, agrupación o a la sociedad entera.

 

Esto es lo que significa Navidad y Pascua. Esto es lo que se celebra con tanta alegría: las fiestas de la Encarnación y la Redención de la humanidad. Que el Señor nos ayude a profundizar en ellas y sobre todo a vivir esta Buena Nueva que dice San Pablo: estamos llamados a pertenecer a Cristo Jesús.

 

 

 

+Carlos Cardenal Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla