Homilía Asamblea Diocesana de Chalco
19-Diciembre-2016
Prepararle al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo
Este día la Palabra de Dios, presenta la narración del nacimiento de dos figuras relevantes en la historia de la salvación: Sansón y Juan Bautista. Son dos entre muchos que figuran en la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
Estas dos lecturas recuerdan la misión específica que todo personaje bíblico tiene de prepararle al Señor un pueblo bien dispuesto a recibirlo, como lo expresa el Evangelio sobre la misión de San Juan Bautista.
El Señor Dios, Nuestro Padre, hace surgir una cadena iniciada con Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Sansón, todos los profetas y tantos otros, hasta llegar a Juan Bautista. Todos ellos, en síntesis, su misión ha sido preparar al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo. Haciendo que el corazón de los padres se vuelva hacia los hijos.
Esta misión de Juan el Bautista, sirve de ejemplo y modelo para este encuentro como Asamblea Diocesana.
Cada uno de nosotros necesita darle una respuesta a Dios en nuestra vocación cristiana, cada uno personal e individualmente. Pero esta respuesta personal, no basta para prepararle un pueblo que esté dispuesto a recibirlo.
Por eso, en la pedagogía divina, el Señor suscita, una y otra vez, personajes para constituirse como guías y pastores, y así pueda cumplirse la misión de preparar un pueblo para recibir al Señor.
Así surge Sansón, en tiempos en donde el pueblo se enfrentaba a conflictos internos y sobre todo amenazas externas. Sansón surge como Juez del pueblo, como autoridad, como líder, para organizar y conducir al Pueblo de Dios. Es el Señor, quien hace surgir estas vocaciones específicas.
La respuesta personal que ofrece cada uno de los miembros del Pueblo de DIos necesita una convergencia que permita dar una respuesta comunitaria, como Iglesia, como cuerpo de Cristo. Ninguna respuesta individual, aislada, logra preparar al pueblo para actuar como pueblo.
La metodología prospectiva que utilizamos para nuestra planeación y acción pastoral indica, por ello, la necesidad de la espiritualidad de la comunión y de la eclesiología de la comunión. Necesitamos la acción del Espíritu para unirnos, con la visión de una Iglesia que es comunión, porque es el reflejo e Imagen de Dios.
En la actualidad el Espíritu de Dios, en la persona del Papa Francisco, nos ha regalado un personaje, que sirve para preparar y disponer a un pueblo para que reciba al Señor.
El Papa Francisco ha recordado que el poder de los Obispos, junto con sus sacerdotes y con sus agentes de pastoral, es el servicio pastoral en bien del pueblo.
También ustedes mismos, además de la respuesta individual y personal, están generando el surgimiento de líderes en las parroquias; y el Párroco integra, coordina y conduce esos líderes en el servicio pastoral para bien de la comunidad.
Así, estos líderes coordinan a otros agentes en la catequesis, en la pastoral social, en la liturgia, en las actividades en favor de la pastoral de la familia, de los adolescentes y de los jóvenes.
El Espíritu del Señor suscita en el corazón de los discípulos de Jesús el carisma para reconciliar, para unir, para convocar, para coordinar en comunión con los diversos liderazgos y responsabilidades, haciendo viva la Iglesia. Este es el sentido y razón de esta Asamblea Diocesana.
El resto de cristianos indiferentes, distintos, heridos, alejados nos están esperando. Por eso hay que pedir que el Espíritu de Dios haga surgir la vocación de liderazgo, de responsabilidades para animar a esos católicos, para que ellos se integren a esta hermosa experiencia de Iglesia.
Por eso, los invito a presentar su ofrenda existencial, es decir su carisma para ponerlo al servicio de la comunidad. Ponga cada uno su ofrenda, en el momento en que el sacerdote toma en sus manos el pan y el vino para ofrecerlo al Padre. En el ofertorio no es más que pan y vino, pero después, por acción del Espíritu Santo, se transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Al unir ustedes su ofrenda en el ofertorio con la ofrenda a Dios, sus respuestas existenciales se convierten en presencia de Cristo para el mundo, para la sociedad, para la Iglesia.
Con este ánimo preparemos, en un momento de silencio, nuestra ofrenda a Dios Padre. Que así sea.
+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla