“Yo soy la resurrección y la vida”
Precisamente, este es el anuncio fundamental que quiere transmitir Jesús, es el anuncio para el cual lo envió el Padre el mundo, es por lo que se hizo hombre como uno de nosotros. Nosotros creemos en este Dios revelado por Cristo, que es el Dios de la vida, no es el dios de la muerte, ¡es el Dios de la vida! Durante nuestro peregrinar en esta tierra podemos experimentar, de distintas forma, la vida y también la muerte. A veces podemos ver en otras personas, cuando nace un niño, cuando vemos que una persona estaba enferma y vuelve a la salud, cuando vemos a una persona que estaba triste y se pone alegre; cuando pasan todas estas experiencias del dolor, del luto, de la enfermedad, de la muerte a la vida. Esta es la gran esperanza que nos hace asumir los momentos difíciles, porque nos espera la vida y la vida eterna. Es más, nos dice Cristo, esa vida eterna, es lo que le trata de decir a Martha, esa vida eterna: ¡ya está! Es una primicia que tenemos en nuestro corazón, es una probadita aunque sea pequeña, de lo que es la vida eterna. La vida eterna es la comunión con Dios, la vida eterna es participar de la vida divina, y eso es lo que ya hacemos por ejemplo aquí en la Eucaristía, por eso es el culmen, la fuente y el culmen de la vida cristiana. Por su palabra y por el sacramento de la Eucaristía, empezamos a recibir la vida divina, no en su plena expresión, no en su total dimensión, pero ya la percibimos. Para que nos animemos, para que nos motivemos a recorrer el camino que nos lleve finamente al encuentro gozoso con Dios nuestro padre.
“Tu hermano resucitará”, le dice Jesús a Martha. Martha le dice: “ya sé que resucitará en la resurrección del último día”, Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que creen en mi, aunque haya muerto vivirá”. Y eso es lo que podemos observar, como constantemente estamos haciendo paso de algo que muere a algo que renace, de algo que dejamos a algo que asumimos nuevo; esta es la dinámica constante de nuestro peregrinaje por esta tierra.
Esa mirada de fe hacia la eternidad y al descubrir a Dios como Dios de la vida, es también lo que nos hace tener esperanza en la renovación de nuestra Iglesia. Pareciera, por lo que a veces escuchamos en diferentes ámbitos, que bueno, la Iglesia ahí está, pero como que va ir disminuyendo y podrá ir desapareciendo, otros dicen: le queda pocos años de vida, porque ya la juventud hoy, anda con otros intereses y con otras preocupaciones, el mundo de hoy camina ya en otra orientación, con otra brújula. Sin embargo, la renovación pastoral de nuestra Iglesia, está garantizada porque es del Dios de la vida; pero espera de nosotros nuestra colaboración. Para que Dios renueve a una persona, a una comunidad, a su propia institución como es la Iglesia, espera nuestra respuesta. ¡Si nosotros nos disponemos para la acción de Dios, a través de nosotros, Dios actúa de forma impresionante! Pero hay que creerlo, por eso la pregunta que hace Jesús a Martha ¿crees tú esto? Hoy nos la hace a nosotros ¿crees tú esto? ¡Si crees tú esto, abre tu corazón a la esperanza, abre tu disposición para colaborar!
Por eso es que el padre Juan Francisco los ha llamado a participar en las estructuras pastorales para renovarlas, para poder de nuevo encontrar la forma de servir a nuestra comunidad, nuestra comunidad parroquial y nuestra comunidad eclesial, en el ámbito de toda la diócesis. ¿Creen ustedes esto? ¿Creen en el Dios de la vida? Pues esa es nuestra esperanza. No es el hecho que digamos, si es que va a entrar fulano de tal, que es entusiasta y le va a poner mucho dinamismo a este grupo. Todo eso cuanta, pero nuestra fortaleza, nuestra confianza, está en que es el Señor mismo el Dios de la vida, que quiere ¡la vida para su Iglesia! Así tenemos siempre que contemplarla. Nosotros participamos y le damos vida a nuestra comunidad parroquial, pero de tras de lo poquito o mucho que hagamos, el Señor lo centuplica. Y eso es lo que tenemos que ir aprendiendo a descubrir, nuestra sensibilidad para descubrir la acción del Espíritu en medio de nosotros. Y para eso sirve el consejo pastoral parroquial, para eso sirven las reuniones de grupo, nos es nada más para organizar actividades, es para sensibilizarnos de la presencia de Dios en medio de nosotros. Es para descubrir esa misteriosa y sutil manera de acompañarnos, Dios, en nuestra historia. Eso es lo más hermoso de la fe. A veces pensamos que son nuestros proyectos pastorales, nuestras actividades, sí, a la luz de esas actividades, pero lo importante es descubrir como Dios ha estado presente en medio de nosotros, y decir como escuchábamos en el salmo: “el Señor me libró, el Señor estuvo a mi lado, el Señor nos acompaño”. Decir como Pedro en la primera lectura: “es el Señor quien lo ha hecho”. Él ha estado en medio de mi vida. Eso es lo más hermoso para un discípulo de Cristo y para la comunidad. Que el Señor nos ayude así a crecer, a madurar en nuestro camino de fe. Pidámoselo así en esta Eucaristía, para nosotros, para los demás bautizados, para nuestra Iglesia particular de Tlalnepantla.
Que así sea.