HOMILíA DE NAVIDAD

December 31, 1969


HOMILíA DE NAVIDAD

 

Homilía de Navidad

25-Diciembre-2016

 

A Dios nadie lo ha visto jamás.

 

El hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado. Es verdad que cada uno de nosotros, como instinto natural cree en la existencia de un ser superior, incluso nuestros antepasados creían que había muchos dioses. Sin embargo, el verdadero Dios, nadie lo ha visto. Solo el Hijo, el que está al lado del Padre, el que está en comunión con el Padre, lo conoce.

 

Por eso es tan importante para un discípulo de Cristo, como lo somos nosotros, conocer a Cristo, porque Él, es quien revela al verdadero Dios.

 

Nosotros en esa tendencia natural de querer conocer a Dios, podemos desviarnos y equivocarnos, haciendo a un dios, a la medida de los propios deseos, y a la luz de los acontecimientos, a veces duros o trágicos, otras ocasiones alegres y gozosos. Se puede ir creando a un dios a la medida de nuestra vida. Éste es el gran riesgo, y del cual se debe estar alerta para no caer en esa tentación.

 

La forma de superar ese riesgo, de crear e imaginar a un dios, según la propia mente, es a través de la escucha de la Palabra. Pues, como  dice el evangelista San Juan: Jesús es la Palabra del Padre.

 

Jesús, como Palabra del Padre es una palabra viva, no solamente por la voz que habla, sino por su testimonio, como hombre encarnado, como Jesús de Nazaret. Ese testimonio, revela a Dios, manifiesta cómo es Dios.

 

Por eso, cuando vivimos situaciones incomprensibles, y pensamos que son castigo de Dios por nuestras rebeldías, se vuelve importante leer los Evangelios. Mirar cómo Jesús trata a los que se sienten castigados, penalizados, abandonados, señalados como personas que Dios no quiere. Jesús se acerca y se hace presente, así se descubrirá el verdadero rostro misericordioso de Dios, nuestro Padre.

 

De esta manera, quienes ya tenemos tiempo, queriendo seguir a Jesús y ser sus discípulos, adquirimos una agradable y consoladora experiencia, porque la buena noticia de que Dios se ha encarnado, de que Dios se hizo hombre, no solamente es la recepción de la noticia misma, lo más importante es lo que esa noticia hace que vivamos nosotros, lo que hace tener experiencia de la cercanía con Dios.

 

Eso es lo que trata de decir el texto de hoy, estas palabras del inicio del Evangelio de San Juan, cuando expresa: a los que creen en su nombre, que leen el Evangelio, y creen en Jesucristo, nos hace Hijos de Dios.

 

Así, nos descubrimos como una persona amada por Dios, y eso es una hermosa experiencia, que nos hace cantar. Por eso son tan hermosas las celebraciones litúrgicas, acompañadas del canto, porque el canto hace expresar la alegría interna que se siente al tener la experiencia íntima de conocer a Jesucristo y a través de Él, al Dios Trinitario.

 

Esa experiencia se vive en crecimiento, en desarrollo, hasta que se llega a un punto de la vida en que nadie nos podrá arrebatar la convicción de nuestro conocimiento de Dios y de tener la experiencia de ser hijos de Dios, queridos por Él, amados y acompañados por Él.

 

Esta es la transmisión que los mayores deben hacer a las nuevas generaciones, no simplemente decirles: vengan a misa, obedezcan a Dios, sino compartir lo maravilloso que ha sido en la vida, sentirse acompañado en los momentos difíciles, pero también en los momentos gozosos, por este Dios, que nos ha creado para intimar con nosotros.

 

Ésta es la alegría de la Navidad, porque Dios ha revelado su rostro, encarnado en su Hijo Jesucristo, así esa buena noticia que recibieron los pastores, se hace nuestra, no sólo como información, sino como experiencia de vida.

 

La invitación es pues: ¡Ser hijos de Dios, que escuchan la Palabra y en el caminar de la vida van, descubriendo el rostro de Dios, y transmitiendo el inmenso amor que tiene por cada uno de nosotros! Que así sea.

 

 

+Carlos Cardenal Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla