HOMILíA SEñOR DE LAS MISERICORDIAS

December 31, 1969


HOMILíA SEñOR DE LAS MISERICORDIAS

 

Homilía Señor de las Misericordias

27-Diciembre-2016

 

Les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa

 

Así culmina la primera lectura tomada de la primera carta del Apóstol San Juan, que hoy hemos escuchado: les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa.

 

¿Qué es lo que ha escrito el Apóstol San Juan? Lo que hemos visto y oído eso es lo que les anunciamos. Lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos, nos referimos a aquel que es la Palabra de la vida.

 

El Apóstol Juan, siguió a Jesús, desde temprana edad, y era el más joven de los doce, que empezaron a acompañar a Jesús en su ministerio publico. Le tocó ser testigo de los diferentes momentos de la vida pública de Jesucristo, hasta llegar, como lo narra el Evangelio, al momento de constatar la resurrección de su  Señor, que había muerto en la cruz. Jesús que había dado la vida para manifestar al verdadero Dios, su Padre, quien lo devolvió a la vida con la resurrección, mostrándose como el Dios de la misericordia.

 

Con estos elementos relacionamos esta fiesta tan hermosa del Apóstol San Juan, con la fiesta patronal de Tlalnepantla, del Señor de las Misericordias.

 

Jesús muestra en la cruz el gran amor de Dios por la humanidad. Este significado muchas veces se escapa a tantas personas, porque les parece incomprensible, que haya sido sentenciado injustamente y muerto, con esa saña que a veces, tienen los verdugos, de considerar que quien ha sido sentenciado, debe ser castigado al máximo y sin piedad, sin considerar la posibilidad de su inocencia.

 

Jesús acepta este destino, aunque primero le había pedido al Padre en el huerto de Getsemaní, que si era posible, que lo apartara. Pero  Jesús luego en su oración aclara: Padre que no se haga mi voluntad sino la tuya.

 

Haciendo la voluntad del Padre es como se puede entender, que la Palabra, Jesucristo, es el mensajero del Padre, es el portador de buenas noticias. Jesucristo, Palabra del Padre, al comunicar esa Palabra, comunica la vida, no solamente la vida biológica, sino la vida verdadera que genera alegría.

 

El significado, el sentido que tiene la existencia terrestre, la razón por la que fuimos creados, eso es lo que Jesús genera al comunicarnos la Palabra del Padre, al convertirse en el portador de la Buena Nueva.

 

La relación entre Palabra y Vida, es fundamental, nosotros como el discípulo San Juan, discípulo amado por Jesús, estamos llamados a poner en práctica esta Palabra, este mensaje, hacerlo vida, hacer criterio nuestro el testimonio de la experiencia de vida del mismo Jesús, para que así podamos  asumirlo en la propia existencia.

 

De ahí, la importancia, como lo ha venido señalando la Iglesia, especialmente desde el Concilio Vaticano II, de que todo fiel cristiano, lea los Evangelios, porque en los Evangelios encontramos la Palabra Escrita,  lo que  Jesús dijo, la comunicación del Padre.

 

Por eso, desde los primeros siglos, los Santos Padres dicen claramente: quien ignora los Evangelios, no conoce a Jesucristo. Por ello, ustedes deben leer los Evangelios, si quieren ser receptores de la misericordia que ha mostrado Jesucristo. Eso significa la advocación de la imagen de Cristo crucificado, en Tlalnepantla, Señor de las misericordias.

 

Si se quiere ser receptor de la misericordia, es indispensable leer los Evangelios, meditarlos, compartirlos, en familia, con los amigos, en su grupo de Iglesia, y también aplicarlo  en la vida misma. Lo que se va escuchando, asimilarlo, lo que se va entendiendo, hacerlo criterio de vida. Así, recibirán misericordia, no solamente asistirán a venerar al Señor de las Misericordias, percibirán en la propia vida la misericordia en plenitud.

 

Por eso el Apóstol decía; les escribimos esto para que se alegren, no para que su alegría sea pasajera, de algunos instantes, sino que su alegría sea completa. Pase lo que pase en la vida, que su alegría permanezca, como San Juan, respondiendo en el día a día con generosidad.

 

Si amamos a Dios como lo hizo el Apóstol San Juan no sólo cambiará nuestra vida, sino la vida de la sociedad, en lugar de  insultos, asaltos, muerte, violencia, drogadicción, lograremos una sociedad, en justicia, paz, reconciliación, perdón y la capacidad de ser transmisores de la misericordia de Dios.

 

A nosotros nos puede parecer un sueño, que pueda transformarse nuestra realidad. Sin embargo no es un sueño imposible, por eso Jesús entregó su vida, porque es el proyecto de Dios para la humanidad.

 

Dios está dispuesto a acompañar, fortalecer y dar esa capacidad para descubrir en el otro, a nuestro hermano y así poder fraternizar y formar una sola familia; está en las manos de cada uno de nosotros.

 

Ésta es la misión de la Iglesia, ésta es la razón por la que Jesús dejo a sus discípulos esta encomienda. Nuestra responsabilidad es que así como hemos recibido la Buena Nueva, así seamos capaces de transmitirla a las nuevas generaciones, que por cierrto están  sufriendo tanto. En efecto, los adolescentes y jóvenes, andan muy desorientados, desconcertados, porque no ven su futuro en las manos.

 

Aquellos que ya hemos caminado en la vida, sabemos que Dios es fiel, no falla en sus promesas; de ahí la responsabilidad de transmitir que la misericordia de Dios, no es una idea, no es un sueño, no es una utopía, es realmente el camino, la verdad, y la vida. Por que Jesucristo, muerto en la cruz, da la plena evidencia del amor de Dios con la humanidad.

 

En un momento de silencio, mirando a Cristo en la cruz, expresemos nuestra fe diciendo: creo en ti, como lo manifestó San Juan en el Evangelio: entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, que Jesús había resucitado.

 

Cada uno abramos nuestra mente y corazón al ver a Cristo, el Señor de las Misericordias, y digánle si cuenta con cada uno de ustedes para hacer realidad el proyecto de Dios para la humanidad. La verdadera vida, que ofrece a todos. Que así sea.

 

 

 

+Carlos Cardenal Aguiar Retes

Arzobispo de Tlalnepantla