50 ANIVERSARIO DEL SEMINARIO DE TLALNEPANTLA

December 31, 1969


50 ANIVERSARIO DEL SEMINARIO DE TLALNEPANTLA

 

La Palabra de Dios que ha sido proclamada, es la que corresponde a este día; como me gusta a mí que sea, siempre les pido en todas partes que no me muevan las lecturas. En la visita pastoral, no tenemos que acomodar la palabra de Dios a las circunstancias, sino interpretar qué es lo que de la palabra de Dios, que nos corresponde ese día, ilumina lo que vivimos, las circunstancias que nos rodean en una celebración particular. Y hoy me parece que son dos elementos fundamentales los que la Palabra de Dios nos regala, en vista de esta reflexión de sus 50 años del seminario, de la tarea fundamental que tiene el seminario, y de mucho provecho y necesidad que lo clarifiquen quienes hoy están formándose para ser buenos pastores.

La primera lectura es una confrontación entre Jananías y Jeremías. El profeta Jeremías tuvo una vida muy, muy difícil. Dentro de esa dificultad, uno de los aspectos más graves, fue la de estar constantemente insistiendo y manifestando que él era un auténtico profeta, y que en cambio, había muchos en su tiempo que se llamaban profetas, como este de hoy, Jananías, y que eran falsos profetas.

Esta tarea fue muy difícil, porque es más fácil ser aceptado cuando yo profetizo cosas buenas en nombre de Dios, la gente se queda feliz; ¬¬¬?tú vas a estar muy contento, a ti te va a ir muy bien, vas a ver que no tendrás ninguna dificultad, todo te va a salir de maravilla?. Pues esos profetas son bienvenidos y; ?ojalá siempre me estén diciendo lo mismo, tu conducta es perfecta? no tienes nada que reprochar, no se señala ningún aspecto negativo, todo va bien. Ojo, ?dice el profeta Jeremías? ojo. Para que sea verdadero profeta de proyectos de paz, hay que esperar a que se cumplan, y entonces si podremos saber que es un verdadero profeta. No echar las campanas a vuelo antes. La lucha de Jeremías con Jananías, fue porque Jananías tenía todo el respaldo de los gobernantes de su momento y, a la luz de ese respaldo, el profeta se acomodaba políticamente para hacer ver que el rey tenía razón en sus decisiones y, que era cosa de Dios y, que iban a ir bien. Estaba en el centro del profetismo el futuro del pueblo. En cambio, Jeremías que advertía, que señalaba los riesgos, los costos, las grandes dificultades que vendrían, era señalado como falso profeta, ¡un falso profeta! y eso duele mucho: hablar la verdad y ser señalado como mentiroso. Pero muy valientemente, como lo vimos en la lectura, Jeremías le encara a Jananías y le dice: “no te ha enviado el Señor y tú has hecho que el pueblo crea en una mentira, por eso vas a morir este mismo año”. Y efectivamente muere Jananías.

Discernir lo que verdaderamente el Señor quiere, no es fácil; pero es nuestro deber, es nuestra tarea. Y por eso hay que prevenirnos para no casarnos con una determinada ideología que me interprete la realidad y que yo, siempre me atenga a esa ideología para interpretar la realidad. Hay que estar muy atentos. Nosotros tenemos que ir a la realidad. Nos dice el Papa Francisco en Evangeli Gaudium, un principio muy importante: “La realidad, está por encima de la idea”. Este es el gran riesgo de los sacerdotes, de nosotros los pastores, que nos formamos en el campo académico fuertemente, que es indispensable; pero la tentación es que, no perdamos de vista que el punto de partida es la realidad y no la idea. Que no hagamos ?nos dice el Papa Francisco? de una ideología, la clave de interpretación de la realidad y del mismo Evangelio. Para poder hacer esto, ?este discernimiento? y tener un autentico profetismo, como lo hace Jeremías, el Evangelio de hoy, nos pone un elemento muy importante: tenemos que ir viviendo la experiencia hasta descubrir en la misma experiencia al Señor, su presencia. “¿Eres tú Señor?”, –le dice Pedro a Jesús, porque están viendo como un fantasma, como a alguien que camina sobre las aguas–. Ellos están llenos de miedo porque hay tormenta, porque es de noche, porque tiene miedo. “Si eres tu Señor, mándame a caminar sobre el agua”. Y Pedro comienza a caminar sobre el agua, pero se empieza a hundir. Estas son nuestras experiencias humanas. Nos vamos con la convicción de que el Señor nos ha llamado, eso es lo que ha hecho entrar a estos 17 nuevos alumnos del curso introductorio, lo que está en el corazón de quienes se han registrado como seminaristas en familia, está en su corazón, el Señor me llama, él es el que me llama; pero “¿Eres tú Señor?” ¿Verdaderamente eres tú? Yo voy a dar el paso, me voy a poner a caminar sobre el agua, sobre esta realidad movediza que no tiene piso. ¿Formarme para un celibato que todo mundo cuestiona? ¿Formarme para una obediencia que hoy no es explicable, dentro de una sociedad que pone como primicia la libertad absoluta del ser humano? Yo voy a entrar en ese camino ¡Eres tú Señor! ¡Eres tú el que me llama, me acompaña y me envía! Es una experiencia constante que debemos de ir dando. Lanzarnos en esa confianza y esperanza en el Señor, como Pedro, y aunque sienta que se hunda: “¡sálvame Señor!”, y le da la mano, y lo rescata. Esa experiencia, es fundamental. No tengan miedo, los seminaristas, tampoco los sacerdotes, ni nosotros los obispos, a dar ese paso. Y si sentimos que nos hundimos, tener la certeza de decir: “Señor sálvame”, porque, en viviendo esa experiencia, es cuando estaremos capacitados para transmitir que verdaderamente el Señor está de nuestro lado. Está para salvarnos, redimirnos, rescatarnos. Si no hemos hecho esa experiencia, nuestro discurso es retórica y no convencemos. Nuestro discurso queda vacío y a nadie atrae. El Papa Benedicto XVI lo decía: “la fe se transmite y se da al otro por atracción”. Por atracción. Y nosotros lo queremos dar muchas veces por catequesis, por instrucción. Eso viene después, lo primero es la atracción, que me atraiga la persona de Cristo, que me seduzca, “me sedujiste Señor y me dejé seducir”, –dice el profeta Jeremías–. Que me seduzca el Señor, es atractivo su llamado. Yo espero que así sea, que ustedes hoy estén dando este paso de entrar al curso introductorio, y los seminaristas en familia y los que ya están en las distintas etapas.

¿Cómo les vamos a llamar padre Pepe, a las distintas etapas? La etapa del discipulado, ¿Quiénes son los de la etapa del discipulado? Levanten la mano. Y la segunda etapa, la de configuración con el Buen Pastor. Ahora en la Visita ad limina, nos indicaron que promoviéramos esos cambios en nuestro seminario. Obediente yo, también le he pedido al equipo formador que hagamos ese cambio. Nos dijeron allá en la congragación de clero y seminarios: la etapa de formación, no tiene que estar tipificada por un área nada más de lo que es la formación integral, es decir de un estudio. Porque estoy estudiando filosofía, se llama etapa de filosofía, o porque estoy estudiando teología, se llama la etapa de teología; no, tiene que estar tipificado por el objetivo integral de esa etapa. ¿Qué queremos en esa etapa posterior al curso introductorio que hemos llamado hasta ahora en filosofía? Que se conviertan en auténticos discípulos de Cristo, por eso le hemos puesto: “etapa del discipulado”. Y cuando a ustedes les pregunten ¿En qué año vas del seminario? En mi segundo año de discipulado, en mi tercer año de discipulado, estoy formándome para ser discípulo de Cristo. Y los de teología, ya no decir más: yo estoy en primero, segundo, tercero, cuarto de teología, sino yo estoy en mi primero, segundo año, de mi configuración como buen pastor, configurándome para ser el buen pastor que necesita la Iglesia y que quiere Dios de mí. Así también los sacerdotes, para que lo tengan en cuenta, ya no les pregunten ¿Tú estás en filosofía? ¿Tú estás en teología? No, ¿Tú estás en la etapa de discipulado, o estás en la etapa del Buen Pastor? Ven.

Pues, que el Señor nos ayude en estos 50 años de vida al hacer estos cambios, al renovarnos con el ingreso, es un regalo de Dios, yo le agradezco a todos los padres y a todos lo que han trabajado, especialmente al padre Alejandro Valdés y al padre Oscar Camacho, en esta etapa con los muchachos que han ingresado al curso introductorio y a seminaristas en familia, les agradezco todo su trabajo, y les agradezco a los presbíteros, porque es por atracción ¿o no? ¿Por qué decidieron si entrar? ¿Hay algo que los atrae? Verdad que sí. Bendito Dios.

Bien, pidámosle pues con estos sentimientos, con estos elementos que nos da la Palabra en las lecturas de hoy, con la figura de San Juan María Vianey, modelo de buen pastor y celo apostólico, que en nuestro Seminario logremos formar los pastores que hoy necesita la Iglesia. Que así sea.