"¿Por qué permitió el Señor que nos derrotaran hoy los filisteos?" (1 Sam 4,3)
El pueblo de Israel sabía que era el pueblo elegido, que Dios estaba con ellos, y esperaban la victoria de esta batalla, confiando en la fuerza del Señor. Sin embargo, ha sido una gran derrota.
Ante este fracaso les viene la flamante idea, según ellos que no fallará, de traer el Arca de la Alianza para tener esa materialización de la presencia de Dios. Van por el Arca de la Alianza, se llenan de alegría y esperanza, pero se les olvida la parte que les toca a ellos, y simplemente salen como si fueran en procesión religiosa, no para la guerra.
En cambio, los filisteos, dice el texto, viendo que los israelitas venían con más entusiasmo a la guerra, dicen: “cobren ánimo filisteos, sean hombres, no sea que tengamos que servir a las israelitas. Luchemos como los hombres” (1 Sam 4,9). Y se prepararon, dice el texto, se ordenaron para la coordinación y vuelven a ganar la guerra.
Este texto de la historia del pueblo de Israel refleja la gran tentación que tiene el ser humano en su relación con Dios, la tentación de manipularlo a través de expresiones de lo sagrado. Para el pueblo de Israel el arca de la Alianza era una expresión de lo sagrado, de que ahí estaba Dios.
La Iglesia también ha sufrido en muchos momentos de su historia esta tentación, pero también cada ser humano o cada grupo de familia, círculo social u organización eclesial siempre se presenta esta tentación de utilizar algo considerado sagrado, y materializar en esa expresión la presencia de Dios, de tal manera que se le olvida al ser humano la labor que tiene que hacer él personalmente, dejándole todo a Dios, considerando que Dios es Dios, es poderoso, puede hacer lo que quiera, está de mi parte, y entonces me quedo cruzado de brazos, sin hacer lo que me toca hacer. Esta manipulación de la presencia divina es muy frecuente.
Ustedes se están preparando para ser sacerdotes, y no por el hecho de que le hayan ya respondido a Dios positivamente en el ingreso al Seminario, y llegado hasta esta última etapa de Configuración del Buen Pastor, piensen que ya todo les va a salir bien, que todo va a ser gloria y felicidad. Eso será en el Paraíso, porque aquí en la tierra tenemos que realizar, lo que Dios nos va pidiendo hacer, poner todo nuestro entusiasmo en cumplir nuestra responsabilidad, y entonces, Dios sí intervendrá a través de nosotros, de manera sorprendente e inesperada.
El corazón humano que vive esta experiencia, está fácilmente orientado a la gratitud, al reconocimiento de la presencia de Dios. Son grandes lecciones, es un gran aprendizaje, así lo he vivido en mi propia experiencia de Dios, y eso es lo que tendrán que hacer ustedes como buenos pastores: aprender a descubrir lo que Dios hace en los demás.
Ustedes, lo podrán empezar a experimentar como lectores, ofreciendo la Palabra de Dios, o como acólitos, al acercarse a la Eucaristía podrán ayudar a los fieles a descubrir la presencia de Cristo en este Sacramento, y podrán empezar a realizar este tipo de acciones pastorales, no sólo litúrgicas, sino de dar a conocer la Palabra de Dios y compartirla, entonces, si van advirtiendo las maravillas que hace Dios en los que reciben su Palabra, en los que se abren a la acción de Dios, se convertirán en hombres que siempre agradecerán a Dios su vocación. La experiencia de la presencia de Dios y de la intervención suya en los demás, es lo que retro-alimenta constantemente nuestra vocación y nuestra fidelidad.
El Evangelio lo confirma de una manera muy clara, cuando este leproso se acerca a Jesús y le dice: “Si tú quieres puedes curarme” (Mc 1,40). Se acerca con fe, con confianza y Jesús le dice: “Sí quiero” (Mc 1,41). También Jesús les dice hoy a ustedes: “Sí quiero que seas Sacerdote” y por eso te hago ministro lector, por eso te hago ministro acólito. “Sí quiero”. Es el sí de Jesús para cada uno de ustedes.
Pidámosle, pues, al Señor Jesús que les de esa fortaleza para estos últimos años que les quedan, ya son pocos años los que faltan para acceder al ministerio sacerdotal, primero en el grado de Diáconos, y luego, de Presbíteros. Que así sea.
+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Electo Arzobispo Primado de México.