¿Quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande? (1 Re 3,9)
Vemos en esta escena, que narra el primer libro de los Reyes sobre el Rey Salomón, una enseñanza muy importante, no sólo para esta pregunta que se hace él cuando Dios le hace saber que si le pide lo que él quiera, se lo concederá.
Salomón había ido, como dice la primera lectura, al santuario de Gabaón a ofrecer sacrificios y holocaustos como era la costumbre (1 Re 3,4). Esa era la ofrenda que había hecho a Dios y también, siguiendo todas las tradiciones del pueblo de Israel. Es allí donde él descubre que hay algo que puede pedir y que necesita para gobernar. Se pone a pensar y meditar: qué le pediré al Señor. También nosotros estamos aquí en este Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe visitándola, como cada año como Arquidiócesis de Tlalnepantla. Y quizá muchos vengamos simplemente para recorrer el camino de la peregrinación, para asistir a la Misa, e irnos muy contentos de haber saludado a nuestra Madre. Así llegó en aquella ocasión Salomón. Pero si abrimos nuestros oídos, y sobre todo nuestro corazón, podemos preguntarnos también hoy qué le pido al Señor.
Si revisamos lo que habitualmente le pedimos a Dios, quizá encontraremos que somos un tanto egoístas, porque pedimos siempre por nosotros mismos, por lo que nos preocupa, por lo que nos atañe directamente, sin levantar la vista más allá de lo que tenemos alrededor de nuestra cotidianidad. Salomón levantó la vista y se preguntó: qué le pediré al Señor. Y le vino esa pregunta: “¿Quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande” (1 Re 3,9). Por eso yo hoy, le pido al Señor, abriendo mi corazón y le digo a María de Guadalupe que me ayude a gobernar esta nueva Arquidiócesis que me ha encomendado, en donde ella está en el centro de la vida y de la identidad de nuestro pueblo de México.
¿Qué necesitamos nosotros como Arquidiócesis de Tlalnepantla? Los sacerdotes aquí presentes, todos lo que pertenecen a alguno de los equipos de colaboración parroquial y diocesana que están aquí, movimientos apostólicos; qué le queremos pedir, más allá de nuestras necesidades personales o familiares, como Iglesia particular, ¿qué le queremos pedir a María de Guadalupe, nuestra Madre quién nos dijo “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”. Y Salomón pidió sabiduría de corazón.
Sabiduría de corazón. Le dice así a Dios: “Te pido me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal” (1 Re 3,9). Pensamos que a veces es muy sencillo este discernimiento, esclarecer las cosas buenas y las malas, pero pregúntenle ustedes a un joven adolescente si es bueno o malo aquello, y podrán descubrir la gran confusión en la que se encuentra nuestra juventud, no han aprendido el arte del discernimiento, la sabiduría de corazón.
Y quizá también nosotros mismos, los adultos, pensamos que es fácil decir “esto está mal y esto está bien”. Pero, como enseña San Ignacio de Loyola, el discernimiento tiene también que ir sobre los bienes mismos, las cosas buenas, qué conviene más ésto o aquello, qué es lo que Dios nos está pidiendo hoy para nuestra Arquidiócesis de Tlalnepantla. Todos los que estamos aquí y colaboramos de alguna manera en la vida de nuestra Iglesia particular, sabemos que hacemos cosas buenas, pero no necesariamente son las cosas que Dios quiere que hagamos. ¿Nos lo hemos preguntado? Esa es la sabiduría de corazón, discernir qué es lo que Dios quiere que nosotros hagamos.
Y vemos un ejemplo muy concreto en el Evangelio. Vemos cómo Jesús actúa en concreto en la vida de todos los días esa sabiduría de corazón. Dice el texto que hemos escuchado (Mc 6,30-34), que Jesús invitó a sus discípulos para ir a descansar un poco. “Vengan conmigo a un lugar solitario para que descansen un poco. Porque eran tantos los que iban y venían que no les dejaban tiempo para comer”. (Mc 6,31) Jesús y sus apóstoles, dice San Marcos, se dirigieron a un lugar apartado, pero la gente se dio cuenta y al desembarcar al otro lado de la orilla estaba ya la multitud y Jesús vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, se compadeció de ellos porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles” (Mc 6, 32). ¿Qué pasó en el corazón de Jesús? Vio, se compadeció y cambió su decisión. Iba para llevarse a sus discípulos a descansar, a compartir y toma una decisión: detenerse ante la multitud que lo busca.
Esta es la manera de actuar para ir discerniendo qué es lo que Dios quiere, lo que vemos como necesidad de nuestros hermanos. ¿Qué necesitan los otros de mí? ¿Que yo celebre diez misas como sacerdote o que los conduzca como pastor? Los agentes de pastoral ¿qué pretendemos? ¿que todo salga muy bien en la liturgia de nuestras Eucaristías y la participación, o que la gente que asiste tome conciencia de la importancia de lo que vivimos en la celebración? Y así nos tenemos que ir preguntando ¿qué es lo que Dios quiere de nosotros hoy, a partir de lo que vemos que necesita nuestra comunidad?
Nosotros como Iglesia de Tlalnepantla hemos dado varios pasos muy importantes para responder a estas necesidades que tiene hoy nuestra Iglesia y nuestro pueblo. Hemos diseñado un proceso misionero en donde ya todos, ustedes ciertamente, porque ustedes ciertamente desde la Sacristía escuchaba: ¡Cristo vive! En medio de nosotros. Sabemos que Cristo camina con nosotros, lo decimos y lo proclamamos, pero el proceso misionero está en marcha. No nos basta lo que hemos hecho pero nos alienta y motiva para seguir adelante. Salir a nuestra gente que está distante, que está herida, que está confundida. Y tenemos que ir hacia ellos sin estar necesariamente, esperándolos a que ellos lleguen cuando estén a punto de morir para llevarles la unción de los enfermos. Nos necesitan hoy, necesitan conocer a Jesús.
Por eso hemos diseñado nuestro camino de pequeñas comunidades y hemos preparado materiales para ir adentrándonos en el conocimiento de Jesús a partir de la Lectio divina sobre los Evangelios. Y estamos al final de cada año con un retiro kerigmático. Como muchos de ustedes han estado ya participando en los CEDIFIT, en las escuelas de formación, han crecido, tenemos ya veintitrés. Porque quieren conocer a Jesús y sus enseñanzas a fondo. Todo esto nos debe motivar a continuar este proceso misionero.
Se lo dije al Santo Padre en junio pasado, personalmente, y me dijo: ¡Ese es el camino Carlos! Ése es el camino. Y yo creí que por eso me iba a dejar en la Iglesia de Tlalnepantla para consolidar ese camino. Pero también me dijo, y ahora caigo en la cuenta: “se lo tienes que decir a otros obispos que ése es el camino”. Quizá por eso me trajo acá. Y lo voy intentar, y lo voy a procurar porque entiendo que eso es lo que Dios quiere, cuando mi autoridad, mi cabeza, me lo dice.
Asumo la voluntad de Dios con mucha confianza pero también con mucha esperanza, a pesar de los grandes retos que, ustedes lo saben porque los hemos vivido en nuestra Arquidiócesis.
Tenemos también esta cuarta misión que todavía como Administrador Apostólico los acompañaré el 13 de mayo. Pero tenemos que prepararnos con el ánimo cada vez más encendido y la pasión y el ardor para realizarlo en todas nuestras parroquias como lo hemos hecho. El proceso misionero. De ir a tocar puertas.
Hemos diseñado y va caminando el proceso de la línea de la vida para atender a las personas más que a temas. Niños, adolescentes, jóvenes, familia y adultos mayores. Y nos faltaba empujar e impulsar precisamente la pastoral de los adultos mayores. El Padre Miguel Gutiérrez aquí presente, tiene ya preparado en cada una de las Vicarías un equipo para iniciar este proceso en este mes de Febrero. Aquí hay muchos adultos mayores, muchos trabajan ya como agentes de pastoral pero hay otros muchos que están escondidos en su casa, marginados o simplemente sin tener algo que les de sentido a su vida, y tenemos que atenderlos, servirlos y ofrecerles caminos de evangelización.
Igual hicimos, con trabajo, pero aquí está, un grupo de la pastoral de adolescentes y jóvenes en la línea de la vida. Ese es nuestro segundo proceso pastoral que tenemos que afianzar y consolidar.
Y el tercer proceso que tenemos, con grande ilusión lo digo, aquí está quienes lo van a encabezar, Monseñor Oscar Camacho, Padre José Manuel Balderas, Monseñor Alfredo Jacinto, el proyecto en favor de la zona Chamapa, un proyecto social para poder re-dignificar la zona II con la convergencia de todas nuestras actividades de las treinta y dos parroquias que forman esta zona II.
Les pido que se comprometan en este proyecto en donde nos vamos a focalizar sobre todo con los jóvenes y las mujeres, porque sin ellas no puede haber camino de Evangelización. Son fundamentales las mujeres para transmitir el fuego y la pasión de Dios, porque ellas son madres como María de Guadalupe, porque ellas tienen esa ternura y compasión y ese anhelo de superación a partir del sufrimiento, del sacrificio y de la renuncia.
Y estos tres procesos forman parte del gran Plan Diocesano de Pastoral que estamos ya en la fase final de culminarlo. le pido a Santa María de Guadalupe nos ayude, para que al llegar mi sucesor, le podamos presentar nuestro Plan Diocesano de Pastoral.
Hemos recorrido ya el modelo de situación, hemos elaborado también ya el modelo ideal con aquella consulta del 04 de diciembre, ¿recuerdan? en donde dijimos qué Iglesia soñamos. Nos queda esta parte más operativa de diagnosticar con qué elementos y potencialidades tenemos y qué proyectos concretos haremos, el modelo de diagnóstico y el modelo operativo.
Prácticamente el modelo operativo está diseñado en los tres procesos que hemos implementado pero hay que darles mayor potencialidad y por eso necesitamos que el próximo mes de marzo o a finales de febrero ya algunos hayan realizado las asambleas parroquiales, que tengan esta asamblea parroquial.
Será para revisar nuestra asamblea del año pasado, recoger lo que hemos hecho bien, rectificar lo que nos ha faltado, pero sobre todo con esa dinámica que se nos va a pedir, vamos a elaborar el diagnóstico de nuestra situación actual para poder hacer más, concorde a la realidad, nuestro modelo operativo.
Por eso les pido a todos ustedes aprovechando esta providencial ocasión de nuestra Peregrinación que hagamos como Salomón: miremos no solo nuestras necesidades personales que, yo lo tengo por experiencia propia, cuando nos preocupamos de los demás Dios se preocupa de nosotros y cuando nos preocupamos sólo de nosotros Dios se desocupa de nosotros, porque ya nos ve que estamos muy atareados con nosotros mismos. Entonces dice ya para qué me necesita este si ya él está resolviéndolo todo. En cambio, si nos preocupamos de los demás Dios se ocupa de nosotros.
Quiero terminar con una referencia de la segunda lectura que nos recordaba que somos hijos. Dice el texto de San Pablo: “Al llegar la plenitud de los tiempos envío Dios a su Hijo nacido de una mujer, para rescatar a los que estábamos bajo la Ley a fin de hacernos hijos suyos (Gal 4,4).
Si ustedes conocen la historia del Rey Salomón, porque en estos días la hemos escuchado, verán que Salomón quiso actuar como su padre David, era hijo de David y David se lo pide al final de su vida: que sea fiel a Dios.
Y nosotros, les pregunto porque hoy estamos precisamente con esa dificultad de transmitir la fe a las nuevas generaciones, es una real situación que vivimos. ¿Qué necesitamos para transmitir la fe?
Pidámosle a María de Guadalupe que nos ayude a discernir qué necesitamos para transmitir la fe, como lo hizo David a Salomón y Salomón así actúo, y así siguió el Pueblo de Dios?
Nosotros que somos hijos de Dios ¿hablamos de nuestro Padre?¿Damos testimonio de lo que es para nosotros en nuestra experiencia de vida tener a Dios por Padre, tener a María como nuestra Madre? ¿Damos testimonio de nuestra experiencia de hijos? O ¿solamente nos preocupamos de que nuestros hijos vayan a Misa el Domingo, cumplan con algunos preceptos o normas de la Iglesia?
Primero que conozcan a Jesús y entonces todo lo demás vendrá por añadidura. Padres de familia no empecemos exigiendo, imponiendo, mejor presentemos nuestra propia experiencia de por qué vamos a Misa, de porqué nos confesamos, de porqué asistimos a la pequeña comunidad, qué significa para nosotros.
Abramos ese talento, no lo tengamos enterrado, es indispensable compartir la importancia que tiene Dios en nuestras vidas, no podemos dejarlo sepultado en nuestro corazón. Por eso les he hablado así en esta homilía.
Pidámos auxilio a María de Guadalupe, ella, que vino, que apareció en estas tierras, que nos dejó este mensaje, era lo que ella había vivido con Jesús. Hagamos lo mismo que ella y construiremos de nuestro pueblo, el Pueblo de Dios.
Que así sea.
+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Electo Arzobispo Primado de México.