Homilía de la celebración de la adoración de la Santa Cruz, Viernes Santo, Catedral de Corpus Christi.
El que vió da testimonio de esto y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad para que también ustedes crean.
Mis amados hermanos, el evangelio de San Juan nos invita a contemplar esta escena, que por un lado puede ser una escena llena de dramatismo por la muerte de Jesús en la Cruz, puede ser una escena que nos cause temor, que nos cause miedo, que nos cause una profunda tristeza; pero también el evangelista San Juan nos invita a contemplar esta escena de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo como testigos de esperanza, como testigos que creen que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida.
Esta es la situación en la que el evangelista nos invita a contemplar a Jesús, como discípulos que confían en su maestro, como hijos de Dios, con esa gran confianza de que el Padre no quiere que ninguno se pierda sino que todos se salven. Al contemplar a Jesús como discípulos llenos de esperanza, descubrimos entonces en la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo la promesa cumplida por nuestro padre Dios desde nuestro pasado, desde aquel pacto que se hizo en la antigua alianza con el pueblo de Israel, y que ahora se cumple en plenitud con el sacrificio del cordero pascual Cristo nuestro Señor.
Es interesante también descubrir que los testigos más fieles, que los testigos fidedignos de lo que hoy estamos celebrando, de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo en la cruz, son, sin lugar a duda, María, la madre de Jesús, y Juan, el discípulo amado. Juan, el discípulo más joven, Juan, el discípulo a quien el Señor Jesús le tenía una predilección, un cariño muy particular por su juventud; porque de sus doce apóstoles, Juan era el más joven, como nos lo narra el mismo Evangelio. Jesús quizo que un joven fuera testigo ocular de su entrega, de su donación, de su obediencia al Padre. ¡Qué gran regalo de Jesús para los jóvenes! ¡qué gran compromiso de los jóvenes para ser testigos de la entrega, de la donación, de la obediencia de Jesús!. Hoy los jóvenes tienen entonces este regalo, tienen esta hermosa experiencia de ser testigos de este amor de Jesús, que nos amó hasta el extremo, hasta dar su vida por nosotros. Por eso hoy los jóvenes están llamados, están invitados a ser estos testigos fieles y fidedignos de la entrega y del amor de Jesús. Porque en la persona de Juan, nuestra juventud, los jóvenes de nuestras familias, los jóvenes de nuestras parroquias, los jóvenes de nuestros grupos y movimientos juveniles, los grupos de nuestras parroquias, los jóvenes de nuestras escuelas, secundarias, preparatorias, universidades, los jóvenes de todos estos centros de cultura y de formación están llamados a ser testigos del amor de Cristo. Por eso, esa es la gran no solamente preocupación, sino también la gran invitación y el gran reto que el Papa Francisco nos está haciendo a toda la Iglesia, y de una manera muy particular, a nuestros jóvenes, a que vivan su fe con gran alegría, con gran entusiasmo, a que sean discípulos llenos de esperanza, que no sean jóvenes pesimistas, que no sean jóvenes que vivan en la soledad, que no sean jóvenes que vivan en el mundo de la virtualidad, en el mundo de la opacidad, en el mundo de una falsa o incompleta realidad. Hoy la Iglesia, la sociedad, necesita del testimonio creíble de los jóvenes, por eso, Jesús quizo regalarle a su discípulo más joven este hermoso don de ser su testigo en el momento, no de mayor crueldad, sino la experiencia de mayor entrega y generosidad de Jesús que fue la cruz.
Por otro lado el testimonio de María que no la menciona el evangelio de San Juan, ciertamente los otros tres evangelistas, hacen mención de María al pies de la cruz, sin embargo Juan habla de que quienes son testigos, nos dan la veracidad de su testimonio, por eso María la mujer humilde y obediente, la mujer que se abrió al don de la vida, la mujer que le dijo sí a Dios, cuando recibió la invitación de ser madre, aunque se desconcertó, aunque de momento tuvo esa inquietud, no duda, sino una inquietud, le dijo al Señor “Hágase en mi según tu palabra”, el testimonio de María al píe de la cruz de su hijo, el regalo de Jesús a la mujer para que se testigo, para que sea también su discípulo fiel, por eso la mujer, la madre, la hermana, la hija, la niña, la adolescente, la mujer desde el momento de su nacimiento, o incluso desde el momento en que fue engendrada, hasta el último instante de su vida, la mujer también esta llamada a dar respuesta de este regalo que Jesús le dió en la cruz, de ser discípulo, de ser testigo de su amor; Por eso queridas mujeres, queridas madres de familia, queridas hijas, ¡que gran regalo han recibido de Jesús!, agradézcalo, pero también háganlo fructificar, siendo formadoras del amor de Dios en el corazón de sus hijos, siendo formadoras del valor de la generosidad y de la entrega con el testimonio de vida y con sus buenos consejos. Queridas mujeres sean testigos de la pasión y muerte de Jesús asumiendo esta gran responsabilidad que el Señor les ha encomendado de ser esa luz, de ser ese fuego, en su familia, en su casa, en su hogar, de ser hoguera, y la hoguera, representa calor, representa luz, representa ternura, representa seguridad y amor, que sean pues corresponsables también en este hermoso testimonio de ser quienes contemplen día a día la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, pero no con la actitud de la desesperanza, o con la actitud del temor, no con la actitud del desinterés o de la falta de responsabilidad, sino como mujer, como madre o como esposa, como testigos de la pasión y muerte de Jesús.
Las religiosas que por amor a su esposo Cristo, decidieron entregar toda su vida, cuerpo, alma, corazón ¡que gran regalo les ha hecho el Señor Jesús queridas hermanas religiosas!, que también ustedes con esa vida consagrada, con esa vida incluso silenciosa y callada, también contemplen en su vida religiosa, en su vida consagrada la pasión y muerte de nuestro Señor Jesús, viviendo con alegría su consagración, viviendo con alegría cada día ese momento en que ustedes decidieron desposarse con el mejor esposo que es Jesús.
Y todos mis amados hermanos seamos testigos, testigos llenos de fe, testigos llenos de esperanza, testigos alegres, porque la pasión y muerte de Jesús no son un fracaso, sino son el paso a la verdadera vida, a al verdadera libertad y a la alegría en plenitud. Que seamos testigos de la pasión y muerte de Jesús con gran alegría.
¡Que así sea!
+Mons. Efraín Mendoza Cruz
Obispo Auxiliar de Tlalnepantla