HOMILíA DE JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEñOR

December 31, 1969


HOMILíA DE JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEñOR

 

Institución de la Eucaristía, del sacerdocio y Mandamiento del Amor.

El que no vive para servir, no sirve para vivir.

 

Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, este jueves santo las lecturas nos han dado los motivos de esta celebración, y seguramente que ya las hemos escuchado varias veces, pero lo importante es valorar como cristianos, primeramente, la institución de la eucaristía, ese milagro que se realiza cada vez que celebramos la santa misa, pero también hoy es el día del sacerdocio, “hagan esto en conmemoración mía”, es cuando se da el mandamiento del amor; “les doy un mandamiento nuevo, que se amen los unos a los otros como yo los he amado” y una expresión del amor es el servicio, por eso, hoy estos niños, adolescentes, jóvenes y adultos que representan a  los apóstoles también nos ayudan para ver cómo va el servicio en nuestra vida.

Cuando Jesús sabiendo que ya está muy cerca su hora, porque cada uno de nosotros que hemos tenido un camino muy hermoso, eso espero, en toda esta cuaresma, esos cuarenta días que hoy terminan y que precisamente en estos momentos es una introducción muy importante para el tridudo pascual, para lo que vamos a celebrar mañana, la muerte del Señor, la pasión, la muerte y la resurrección. Y Jesús sabe que su hora está muy cercana y por eso se reúne a celebrar la última cena, esa cena que escuchamos en la primer lectura en el libro del éxodo, cuando Dios le dice a Moises y a Aarón que cada familia judía se reúna y haga una cena, que maten un cordero y con la sangre rocíen los dinteles de las puertas, de las ventanas, para que cuando pase por ahí el ángel exterminador no suceda nada, y es lo que se llama la Pascua, donde los judíos celebraban cada año este acontecimiento de la liberación, donde sacrificaban ese cordero, pero cuando se reúne Jesús en la última cena Él es el cordero, Él es quien va a entregar su cuerpo y su sangre, seguramente que los apóstoles Pedro, Santiago, Juan, Andrés no entendían nada, no entendieron, ¿cómo el Señor nos va a dar su cuerpo? ¿cómo el vino que nos va a dar a beber es su sangre?. Ellos lo entendieron después a la luz de la resurrección, de la Pascua del Señor; Pero cuántas cosas no quería decirles Jesús en esta cena, sabía que era la última cena; ¿quién de ustedes no tiene en su casa un cuadro de la última cena? Muchos tenemos ese cuadro que nos recuerda la primer eucaristía, porque Jesús después de tomar el pan y entregarlo dijo “este es mi cuerpo entregado por ustedes, y después tomó el cáliz y dijo esta es mi sangre” ¡que maravilla tenemos nosotros los cristianos, los sacramentos, los católicos!, y como centro de los sacramentos está la eucaristía.

Hay el peligro de que nos acostumbremos, hoy es un día en que tenemos que agradecer a Jesús porque se queda con nosotros. Cada que participamos en la misa tenemos dos regalos, un regalo es la Palabra y es un alimento para nuestra vida, y el otro regalo es el mismo Señor que se nos da en la comunión, en la eucaristía. Por eso, hoy es un día muy especial para valorar lo que es la celebración de la eucaristía; hay una película que se llama “El gran milagro”, cada eucaristía es un milagro porque nosotros no lo entendemos con la razón sino con el corazón, con la fe entendemos que recibimos a Jesús en la eucaristía. 

La eucaristía no es un teatro, no es una representación, es una vivencia y por eso hoy es el día también del sacerdocio “hagan esto en conmemoración mía”. Nosotros los sacerdotes en la persona de Cristo celebramos la eucaristía, no podría haber eucaristía sin sacerdotes, por eso yo les decía que hoy es un día especial para darle gracias a Dios por la eucaristía, pero también darle gracias y pedir por nuestros sacerdotes en todo el mundo, de manera particular aquí en nuestra querida Arquidiócesis de Tlalnepantla, y pedir por las vocaciones, para que nunca falten sacerdotes que lleven el evangelio y la eucaristía. 

Jesús les hablo de cosas muy hermosas esa noche en esa cena, seguramente estaba triste pero quería decirles cosas muy importantes, y lo más importante es el amor, les doy un mandamiento nuevo “que se amen los unos a los otros”, y la novedad es que dijo “como yo los he amado”. Y después nos platica el Evangelio de hoy cómo se levantó de la mesa, podemos imaginarnos ahí en Jerusalén, el el cenáculo, que está en un segundo piso, una sala muy sencilla, ahí donde fue la última cena, se levantó Jesús, se ciñó una toalla y empezó a lavar los pies a sus apóstoles. Como siempre Pedro, que tenía un carácter impulsivo, aquel que dijo “yo no te voy a negar nuca” y lo negó, le dijo: ¿cómo tú me vas a lavar los pies, si tú eres el maestro?, le respondió “sí soy el maestro y te los quiero lavar para que tengas parte en el Reino de los cielos”, Pedro entonces le dijo “lávamelos”. Pero la enseñanza fundamental es cuando termina de lavarles los pies y les dice “Si yo he hecho esto con ustedes, es para que ustedes lo hagan unos a otros” ¡Que hermoso es pensar en una Iglesia servidora!, la Iglesia desde que nació es una Iglesia ministerial, de servicios, es muy bonita una familia donde los papás y los hijos se sirven unos a otros, en una comunidad, en un grupo, en un trabajo.

Una vez que iban discutiendo los apóstoles ¿quién era el más importante?, Jesús alcanzó a escuchar y les dijo “el que quiera ser el más importante, debe ser el servidor de todos”, ese es el más importante, Jesús nos cambia la lógica, por eso hoy caminamos en este Jueves Santo, y después de la celebración la oración para contemplar la vida de Jesús y lo que ya se le acercaba que era su pasión, la oración en el huerto de los olivos. 

Pues que el Señor nos siga bendiciendo a todos nosotros, que cada día valoremos más la eucaristía, el sacerdocio y también seamos servidores, porque quien no vive para servir no sirve para vivir. 

Así sea.  

 


+José Antonio Fernández Hurtado 

Arzobispo de Tlalnepantla