Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, hoy hemos tenido esta tarde muy provechosa y yo quiero darle gracias a Dios por las experiencias, los testimonios que ustedes han expresado y que nos alimentan, nos nutren para seguir adelante buscando ser esos misioneros y misioneras. Es obvio decir que para ser misioneros, misioneras, se necesita ser discípulo o discípula de Jesucristo. Me ayudado mucho a mí escuchar todas estas experiencias, donde debemos recordar, como lo dice el Papa, que el gran desafío de la iglesia es tener una Iglesia Misionera, es el gran desafío. Tenemos que voltear para ver a Jesucristo, que es el centro de nuestra fe, que Él nos envía para llevar su mensaje de salvación.
Hay veces que nosotros podemos pensar cómo nuestros hermanos separados o de otros grupos religiosos salen, tocan las puertas, quieren llevar ese mensaje, y creo que los católicos no es que queremos imitar a lo que hacen esos grupos sino ser fieles al proyecto del Señor, a esta Iglesia misionera. “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”. Nos ayuda sin duda en este tiempo el libro de los Hechos de los apóstoles, que estamos escuchando, porque lo que escuchamos hoy de los niños adolescentes, jóvenes y adultos es lo que sucedía en esa Iglesia primitiva, en esa Iglesia de los primeros siglos, que tenía muy claro que había que anunciar a Jesús pero con la fuerza del Espíritu Santo.
He ido conociendo, en este tiempo que llevo, los procesos, esos procesos de Evangelización, esos procesos de conversión, esos proceso donde es muy importante, y ustedes lo han dicho, la formación, tener la experiencia de un Cristo Vivo y por eso se habla de esos retiro, necesitamos apostar por la formación de nuestros laicos, apostar por la formación de todo ese proceso de la vida, desde que alguien nace. Yo platicaba en la catequesis cuándo empieza la catequesis para una persona; la catequesis empieza desde que la mamá está embarazada, si la mamá tiene esa relación cercana con Dios, a quién está esperando de alguna manera está sintiendo esos efectos; y cómo la catequesis termina hasta que uno se está muriendo; y esa fe hay que irla alimentando, alimentar ese encuentro con el Señor que le da sentido a nuestra vida. Precisamente el ser misionero es porque nosotros hemos encontrado al Señor y queremos manifestar a los demás esa alegría, esa alegría de que tenemos a Jesús a nuestras vidas. Va acompañado con el testimonio y no es nada más, lo he dicho también en otros lugares, no es como un exhibicionismo, podemos decir, o una moda de decir: el día de la Ascensión vamos a salir todo. Yo creo que si la iglesia necesita signos concretos que también impactan en la sociedad. La misión termina de una manera pero continúa, y ahí viene también ese proceso tan bonito de ir formando comunidades. Le podemos llamar de muchas maneras a esas comunidades eclesiales de base, donde estamos llamados a ser fermento. Alguien decía que qué importante es que nosotros vayamos dando ese mensaje y que el Espíritu Santo va haciendo que vaya dando fruto.
Yo venido hoy para estar con los sacerdotes, para escucharlos pero también para escuchar a nuestros laicos que son tan importantes en nuestra Iglesia, que son colaboradores y que son corresponsables de la tarea de la construcción del Reino. Qué emoción de que el niño o la niña vayan teniendo esa experiencia, eso también da mucha esperanza en medio de las dificultades de las viviendas que se tienen en nuestra sociedad. Yo he venido como su amigo, como su pastor, para animarlos a que continúen en los caminos del Señor, para pedir que esta Quinta Misión también tenga muchos frutos. Yo creo que una de las cosas más importantes en esta misión es que vaya acompañada con la oración, que nadie salga ni salgamos sin hacer oración, sin haber tenido ese encuentro con el Señor.
No tengas miedo, “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” y lo que dice el Señor lo cumple. Tenemos que ser esa Iglesia Misionera, y también, como escuchamos en el Evangelio, Jesús antes de celebrar la Última cena, y que lo vivimos el pasado Jueves Santo, lavó los pies a sus discípulos y les dijo esto que yo hago por ustedes háganlo entre ustedes. Necesitamos también apostar por ser una Iglesia servidora, como los primeros siglos la Iglesia ministerial. Yo creo que cuando nosotros vayamos dando testimonio, acompañados también de la Santísima Virgen de Guadalupe, que siempre es la estrella de la nueva evangelización, nos acompañe en esta misión, nos anime para que sigamos lo que Jesús nos dice. Que el Señor nos bendiga a todos. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla