Hermanos y hermanas en el Señor Jesús, quiero darle gracias a Dios por esta tarde que nos ha concedido, llena de gracia y de paz para todos nosotros. Primeramente el diálogo que tuve con mis hermanos sacerdotes donde la tienda de confianza y fraternidad dialogamos sobre el caminar de nuestra amada Arquidiócesis de Tlalnepantla.
Me gustó mucho que entramos por el pasillo y agradezco su bienvenida, entramos juntos, un servidor junto con los sacerdotes, que son mis principales colaboradores de esta porción del pueblo de Dios, y esta relación con ustedes como laicos, como agentes de pastoral comprometidos, que queremos anunciar el Reino del Señor con los testimonios que han expresado, nos ayudan a todos para ver que en la tarea de la evangelización hay retos y desafíos, pero también hay mucha alegría cuando uno sale a evangelizar, pues se regresa con el corazón lleno de gozo por haber anunciado al Señor.
En efecto, la Iglesia por naturaleza es misionera, eso es lo que el Señor nos pide a nosotros, Él es quien nos envía, por eso también esta misa es de envío de parte de una persona en especial, claro en nombre de la Iglesia, pero quién nos envía es el Señor Jesús y quisiera ver como en la vida de Jesús, que reflexionamos hace un momento, cómo fue el cuidado de los tres años de su vida pública, pues andaba recorriendo todos los caminos, Él es el primer misionero del Padre porque el misionero lleva un mensaje y una tarea específica. Él venía, precisamente, a revelarnos el rostro de su Padre, a decir que somos hermanos y que estamos invitados a construir su Reino.
Vemos cómo escogió a sus amigos y sus Apóstoles, cómo les iba diciendo los secretos del Reino, pero también cómo los enviaba a misionar como discípulos y es bien importante el método que seguía Jesús, el método de contemplación en la acción, no les decía “les voy a dar cinco años de platicas y después los voy a enviar”, sino que los enviaba y los formaba, los formaba y los enviaba, es decir como lo estamos haciendo nosotros, como estamos caminando. Primeramente está el encuentro con el Señor, pues nadie ama lo que no conoce y ustedes y nosotros, servidores, queremos anunciarlo porque lo hemos conocido y queremos que la gente lo conozca, porque vale la pena, es el único que llena las aspiraciones más profundas del corazón del ser humano, es el que cambia la vida y por eso nosotros necesitamos tener un encuentro, porque el encuentro siempre nos lleva a una conversión.
Con los padres también hablábamos de una conversión pastoral, por eso debemos preguntarnos si en nuestras parroquias estamos pasando de una pastoral de conservación a una pastoral misionera, o seguimos igual, o realmente ya estamos siendo parroquias misioneras; platicando con algunos padres, les decía que se me hace un gesto muy bonito el de la Misión, ahora que se celebra la quinta, porque también nuestra gente católica necesita signos que impacten, es decir que en el mismo día se de esta misión es muy bonito, porque eso nos anima a continuar el proceso de evangelizadores todos los días, de ser misioneros.
La Misión permanente. Cuando se realizó Aparecida en el 2008, recordamos que vino el Papa Benedicto XVI a inaugurar y después que le presentaron el documento, le dio mucha alegría porque uno de los logros de este documento es que se hablaba de la Misión permanente, la Misión de todos los días, la Misión en la familia, en el trabajo, en todos los ambientes.
Hoy es un día para darle gracias a Dios porque vamos descubriendo el ser y quehacer del misionero y cómo es muy importante, en todo este contexto de la 5ª Gran Misión Católica, no perder de vista quién nos envía y la oración, la oración para que el Espíritu Santo sea quien nos acompañe “no tengan miedo, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” y ciertamente debemos salir convencidos de que vamos a ser instrumentos del Señor, esto nos debe dar mucha paz.
Así es que una noche antes de la Misión, aunque es de todos los días, debemos tener en cuanta que es un día muy importante para tener una acción conjunta, por eso debemos dormir bien porque sabemos que el Señor nos acompaña y su Espíritu estará con nosotros para llevar su mensaje de Salvación.
Así sea.