“¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo?”
Con esta manera de ejemplificar, Jesús quiere decirnos que así como en lo material la vista es fundamental para no caer, así también la vista es importante en el crecimiento de la fe y el camino espiritual. Un ciego, sin vista de las realidades de la fe, no puede guiar a otro que también carece de esa misma vista de la fe ¿Cómo podemos obtener nosotros la vista? ¿Cómo podemos llegar a ser precisamente guías? Porque todo discípulo de Cristo por el bautismo recibe el Espíritu Santo, la adopción de ser hijo de Dios, se convierte en un íntimo de Dios mismo. Pero ¿cómo podemos desarrollar ese regalo enorme que nos ha dado Dios en el bautismo?
Vamos a ir a la primera lectura de San Pablo para descubrir algunos elementos de cómo obtener esa capacidad de que nuestros ojos de la fe vean. Nos dice San Pablo en la primera parte de su lectura: “la indispensable conciencia de la gratuidad”. Gratuitamente hemos recibido el bautismo, es un don que Dios nos ha dejado. La gratuidad de vivir en la intimidad con Dios, es un don gratuito. El crecimiento espiritual, el desarrollo de la relación de mi experiencia de Dios, de ver en el hermano, de ver en el otro a mi hermano y de reconocerlo como miembro de la misma familia de Dios, es un don gratuito. Reconocer la gratuidad nos hace, como dice San Pablo, que empecemos a gustar la evangelización, es decir, dar a conocer a los demás lo que vivimos de nuestra propia experiencia. Si nosotros descubrimos estos regalos de Dios, podremos hacérselos ver a los demás. La gratuidad es el primer elemento que hoy la palabra de Dios nos recuerda.
Un segundo elemento en esta lectura es, como lo dice San Pablo, el ejemplo de las competencias deportivas. Los deportistas corren por obtener el premio de ser el vencedor, su recompensa va a ser la satisfacción de haber sido el primero en llegar a la meta. San Pablo se sirve de este ejemplo para decir, yo sé bien por qué corro. Dice: “…yo corro, pero no a ciegas, sé a dónde voy, y lucho, pero no dando golpes al aire…”. – Como cuando queremos quebrar una piñata, con los ojos vendados damos golpes al aire, a veces, no le damos a la piñata, San Pablo dice no, yo cuando agarro el garrote para quebrar la piñata, sé dónde está la piñata y la voy a quebrar–. No doy golpes al aire, sino que “…domino mi cuerpo y lo obligo a que me sirva...” Que importante es esto que nos acaba de decir San Pablo. El cuerpo debe de servirnos de modo que debemos de controlarlo, hay que aprender a controlar nuestro cuerpo. Lo debemos de conocer, lo debemos de orientar por medio del corazón. Si nosotros tenemos la meta, si tenemos clarificado a dónde vamos, entonces el cuerpo tiene que estar orientado para que yo alcance esa meta. Aquí nos da otro elemento San Pablo, clarificar la meta. La recompensa de uno que corre es llegar primero a la meta, en cambio dice San Pablo, la recompensa es que yo llegue a la casa de mi Padre, es decir, un premio que no se acaba, que dura para siempre. Entonces eso nos va a dar una enorme fortaleza. Con la vida eterna como meta, tendremos esa fortaleza interior de dominar el cuerpo para que sirva al espíritu, porque el espíritu es lo que permanece, es lo eterno que tenemos nosotros, el cuerpo no, el cuerpo va a desaparecer en el momento en que muramos, se va a transformar en polvo. Dios nos dará un cuerpo glorificado, un cuerpo nuevo, un cuerpo que pueda ser compaginable con la vida del espíritu. Entonces, si tenemos clara la meta, tendremos fortaleza, porque las adversidades que afrontemos en esta vida, nunca nos doblegarán, nunca nos harán caer. La vista que necesitamos tener, es siempre hacia arriba… Hay que poner los ojos en los bienes celestiales, no en estos bienes que aparentemente nos atraen porque nos dan un placer, un gusto que nos ayuda a salir adelante en nuestras necesidades corporales, nuestra vista tiene que estar en lo alto, no quedarse anclada en el hoy sino, siempre desde el hoy, mirar hacia la trascendencia, hacia la eternidad. Éste que tiene la vista, puede ayudar a otro a que haga ese mismo camino. Cuando nosotros lo hemos recorrido, entonces ya no somos ciegos en la fe, somos hombres y mujeres que tenemos clara la visión del por qué y para qué es esta vida que Dios nos ha dado.
Esto que nos dice San Pablo, lo hace capaz a él, de algo que es muy difícil, si embargo, nos lo dice con gran claridad: “Aunque no estoy sujeto a nadie, –o sea que es libre– me he convertido en esclavo de todos para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes”. Esta adaptabilidad y flexibilidad, para estar triste con el que está triste, alegre con el que está alegre, para estar al lado del que sufre y al lado del que está contento, para jugar, para recrearnos, para convivir, para fraternizar, estar con los demás, nuestra relación con los otros, nuestra capacidad de estar con los otros, de salir de nuestro propio yo, para entender el yo de los demás, es la tendencia contraria a mi instinto natural egoísta del ser humano. Tenemos que generar esta lucha interna para que podamos salir del egoísmo y no centrar la vida en uno mismo, sino en el otro y en Dios. La razón de mi vida es el otro, en las condiciones que haya para compartir, y Dios. Estas son las enseñanzas que hoy nos dice la palabra de Dios, con ellas, estaremos de acuerdo las siguientes afirmaciones de Jesús.
“El discípulo no es superior a su maestro, pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”. Porque en el camino espiritual, uno es el denario nada más. No hay dos denarios, ni tres denarios nos dice la palabra que Jesús planteó para los obreros del reino. ¿Cuál es ese denario? el encuentro, la amistad eterna con Dios. Entonces San Pablo, se hizo como nuestro maestro. ¿Quién es nuestro maestro? Jesús ¿Quién es Jesucristo? El que está sentado a la derecha del Padre… miembro de la trinidad Divina.
Nos dice también: “¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo?... Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo” ¿Qué nos está diciendo? Que sepamos ver al otro, con los ojos de Dios. Que sepamos ver no lo malo, sino todo lo que Dios ha sembrado en él y descubramos los regalos que Dios nos ha dado, para reconocerlos, y así valoremos siempre a nuestro prójimo.
Hermanos en esta ocasión la palabra de Dios nos ha hecho profundizar en la ceguera espiritual que naturalmente a veces tenemos, pero nos da los elementos para cómo obtener la vista espiritual y donde poner ese aprendizaje que nos lleve a ser como el Maestro. Jesús no es envidioso, Jesús es el buen Pastor y buen Maestro que quiere compartir su propia condición con nosotros… esa es nuestra esperanza. Que así sea.
+Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla