Homilía Domingo de Pentecostés
¡Ven Espíritu Santo a renovar la tierra, Aleluya!
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús hoy celebramos esta extraordinaria fiesta que se llama Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Terminamos el tiempo de Pascua, ese tiempo gozoso en que el Señor ha resucitado, el Padre lo resucitó y después al cumplir su misión se va a los cielos para estar a la derecha del Padre, pero no nos deja solos, nos envía su Espíritu, y debe ser una experiencia para todos nosotros. Podemos pensar en los apóstoles, en Pedro, Juan, Andrés, Santiago, Bartolomé… su situación era muy difícil, era muy complicada porque después de que a Jesús lo mataron en la cruz y había resucitado al tercer día ellos eran perseguidos y tenían miedo, estaban escondidos en esa situación que podemos imaginarnos, por eso decía que era una situación muy complicada, muy difícil, no podían salir a la calle. Sin embargo, Jesús se les aparece y les da ese saludo “la paz esté con ustedes”.
El saludo de paz de Jesús no es solo una paz que da seguridad, sino es una paz que es un don, un regalo, después de que envía sobre ellos el Espíritu Santo, los apóstoles reciben ese don y su vida cambia, y pasan de la tristeza a la alegría, del desanimo al ánimo y esa paz que es un don lleva a la misión, la misión de anunciar a Jesucristo.
Por eso finges que hermoso es que hoy pensemos que las lecturas hoy nos dan también una crónica del nacimiento de nuestra Iglesia, la Iglesia nace con el don del Espíritu Santo, ¿qué les dice Jesús a sus apóstoles? Los envío, el Padre me envío a mi y yo los envío a ustedes para que anuncien mi palabra, pero esa palabra va a ser con el don del Espíritu Santo, y van a tener también ustedes el poder de perdonar los pecados ¡que hermoso!, que hermoso que el Señor los envíe, les de esa paz que les da una serenidad y una alegría para cumplir la misión de evangelizar. Son aquellos pescadores, la mayoría galileos, que después de estar encerrados abren las puestas y empiezan a anunciar la historia de Jesús, lo que vieron, lo que escucharon, y toda la gente les decía, a pesar de que había muchas nacionalidades, el lenguaje era el del amor y todos lo entendían, y ellos ya nos les daba miedo que los criticaran, no les daba miedo que los metieran a la cárcel, que los señalaran por ser seguidores del Maestro. Recordarán ustedes cuando aquella señora le a Simón Pedro, “Tú eres uno de los seguidores de Jesus” y él lo negó, ahora ha cambiado la situación, porque Dios siempre cumple lo que promete, “les enviaré al Espíritu Santo para que sean mis testigos en el mundo”.
Tenemos veintiún siglos de caminar en la Iglesia, y caminamos muchas veces con persecuciones, pero ahí está la presencia del Espíritu Santo que va dando los dones para unificar la unidad. Recuerdo que un día una persona me preguntaba ¿cuándo va a terminar la Iglesia? Y le dije: la Iglesia no la hizo alguien humano, no es de hechura humana, sino que la fundó Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y Jesús dice “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos”, la Iglesia terminará en el fin de los tiempos, vemos como a veces termina una fábrica que dura cincuenta años, ochenta años, pero la Iglesia la fundó Jesucristo Nuestro Señor y hoy a nosotros nos debe dar mucha alegría pertenecer a esta Iglesia y porque también recibimos hoy ese saludo de paz, la paz que repito, no solamente da seguridad sino es un don para anunciar el Evangelio.
Que hermosa experiencia tuvimos el domingo pasado en la Quinta Gran Misión, un servidor también salí junto con laicos y en todas las parroquias salimos a anunciar que Cristo vive en medio de nosotros, que quiere estar en tu corazón, quiere estar en tu familia, en el lugar donde te encuentras, y no debemos tener nosotros miedo porque bnos acompaña el Espíritu Santo, y cuando nosotros tenemos alegría, cuando tenemos paz, cuando tenemos ganas de construir eso es señal de que el Espíritu Santo está con nosotros, por eso que esta fiesta de pentecostés sea una fiesta que nos mueva a seguir saliendo. El domingo pasado fue una experiencia, pero la misión es permanente, la cultura la tenemos que hacer poco a poco, que no nos sintamos misioneros y misioneras una vez al año o en el verano en la semana santa, sino ser misioneros y misioneras es de todos los días, es salir al mercado y tener las actitudes de Jesús, es ir a la escuela, a la fábrica a la oficina, a donde nos encontremos sentirnos enviados por Jesús para construir un mundo mejor, que el Espíritu Santo llegue a nuestros corazones y nos haga gritar la historia de Jesús. Así sea.
+ Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla