Homilía en las Ordenaciones Sacerdotales 2019
Queridos hermanos diáconos: Luis Antonio Badillo, Mario Llanos, Francisco Javier Martínez , Eliel Romero.
Queridos hermanos obispos auxiliares : Efraín Mendoza y Jorge Cuapio, apreciados sacerdotes, diáconos permanentes y transitorios, religiosos, religiosas, seminaristas, familiares de los ordenandos, hermanos y hermanas en Cristo Jesús.
Hoy es un día de fiesta y alegría para la Iglesia de manera particular para la Arquidiócesis de Tlalnepantla con motivo de las ordenaciones sacerdotales de estos hijos de Dios y hermanos nuestros.
Que hermoso que se realicen en la Festividad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote., Él les participará de su sacerdocio. Hoy escuchamos en el santo evangelio las palabras que el Señor dirigió a sus discípulos estando por celebrar la última cena: “Cuánto he deseado celebrar esta pascua con ustedes, antes de padecer”. Jesús anhelaba este momento en el que, a partir de entonces, con su cuerpo, su alma y su divinidad, bajo las especies del pan y del vino se daría a los suyos, instituyendo la eucaristía y el ministerio sacerdotal.
Todo esto tuvo lugar en el Cenáculo de Jerusalén en víspera de la Pascua, cuando Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo en el cuerpo entregado, en la sangre derramada, ofreciéndose al Padre como víctima, sacerdote y altar..
A ustedes también los ha llamado el Señor queridos diáconos, los ha mirado a los ojos y al corazón y les ha dicho los haré pescadores de hombres. Sin duda toda vocación sacerdotal es única e irrepetible, y nos debe quedar muy claro, no se da por méritos propios, sino porque el Señor ha querido , por ello es menester que en primer lugar le agradezcan a Dios Uno y Trino la vocación sacerdotal, la confianza que les ha tenido para concederles este don, para que sean sus colaboradores cercanos en la obra de la salvación.
Hoy es un día propicio para agradecer a las personas que han sido fundamentales en el nacimiento, desarrollo y perseverancia de su vocación, de manera particular sus papás, ellos que les han dado la vida, y tantas cosas buenas, hoy les dan su bendición para que inicien con generosidad y entrega una nueva etapa en su vida como presbíteros.; también den gracias a sus hermanos y familiares, muchos aquí presentes, ellos con su amor y con su oración les han apoyado y acompañado.
Den gracias a las personas que los apoyaron en su formación inicial en el Seminario: obispos, formadores, maestros, personal en el Seminario, sacerdotes cercanos que los impulsaron en este ideal; a los religiosos, religiosas, seminaristas, laicos y laicas que pusieron su granito de arena, para que ustedes fueran descubriendo y discerniendo el llamado del Señor; a sus bienhechores que con su ayuda material, amistad y testimonio les han acompañado. A todos y todas el Señor les bendiga.
Queridos diáconos quiero resaltar o subrayar algunas características que me parecen muy significativas, a fin de que las tengan presentes en su sacerdocio:
Sean sacerdotes de oración
Sigan el ejemplo de su maestro y amigo Jesús que por el impulso del Espíritu vivía en permanente oración, hablando a su Padre con filial confianza e intimidad incomparable y dando ejemplo a sus discípulos a los cuales expresamente enseñó a orar. La oración ayuda al sacerdote a profundizar y alargar el conocimiento y la experiencia del Señor e intensificar la vida concreta del misterio. Cuanto más estemos en comunión con Él, seremos más capaces de seguir fielmente sus huellas, de reproducir en nosotros su imagen.
El sacerdote es Alter Christus, pueden manar ríos de agua viva, en la medida en que él permaneciendo existencialmente unidos a Cristo, se abra a la acción del Espíritu Santo y salga de sí mismo para ser signo e instrumento de gracias divina, particularmente en las periferias, donde hay mucho sufrimiento.
El que no sale de sí, ha dicho el Papa Francisco, en vez de mediador, se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en gestor, les pido por tanto, dice el Papa, que sean pastores con olor a oveja, que eso se note, que seamos en consecuencia pastores a imagen de Cristo Jesús, que seamos pastores que sabiendo estar con Jesús, salen incansablemente en busca de la oveja perdida, como lo hacía el Señor.
Sean sacerdotes que anuncien a Jesucristo con su palabra y testimonio
A ustedes que van a ser promovidos al Orden del Presbiterado, consideren que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina serán partícipes de la misión de Cristo, único Maestro. Den a todos esa Palabra de Dios, que ustedes mismos han recibido con alegría. Lean y mediten asiduamente la Palabra del Señor para creer lo que han leído, enseñen lo que han aprendido de la fe, vivan lo que han enseñado.
Solamente seremos testigos creíbles cuando anunciemos a Jesucristo con la palabra y con el testimonio, sí solamente hablamos y no damos testimonio se convierte en palabras huecas; y cuando damos testimonio pero no hablamos de Jesucristo, realmente no se sabe que es lo que nos está motivando.
El sacerdote es una persona que descubre, encuentra, sigue y anuncia a Jesucristo el Señor. Es alguien que tiene un gozo inmenso en su corazón que no puede permanecer callado y “grita” narrando la historia de su amigo Jesús de Nazareth que lo ha salvado dándole sentido a su vivir, por ello queridos diáconos Eliel, Francisco Javier, Mario y Luis, ustedes están llamados a narrar con pasión la historia de Jesús de Nazareth, porque tienen la esperanza que las personas que se encuentren con el Señor, tendrán vida nueva.
Sean sacerdotes que sean signos e instrumentos de comunión.
Están llamados a vivir e impulsar la comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. En una humanidad dividida y fragmentada por el individualismo, el relativismo, el hedonismo, la competitividad, la violencia, la inseguridad, la pobreza, la migración, la falta de solidaridad, es urgente promover la comunión con una clara conciencia de nuestra fraternidad universal con Jesucristo; pero esto no es en abstracto, la comunión la impedimos, la bloqueamos o la vivimos en nuestra vida cotidiana, ojalá siempre la construyamos y la edifiquemos todos con nuestras actitudes, hábitos, carismas; pensemos en concreto en los sacerdotes con los que colaborarán, ya sea en las parroquias, unidades pastorales, decanatos, zonas pastorales de nuestra amada Arquidiócesis… Debemos estar convencidos que con la espiritualidad de la comunión que se promueve en nuestra Iglesia Particular se va edificando la unidad y por ende el Reino de Dios.
Sean sacerdotes que hagan su opción por los pobres y necesitados
Es cierto que Jesucristo vino a salvarnos a todos, pero ciertamente hizo su opción por los pobres, por los que más sufren, recordemos el pasaje del evangelio de Lc, en el capítulo 4, versículos 18 y 19 “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”, así es, estamos invitados a seguir las huellas de Jesús.
Finalmente quiero invitarlos a que se sigan integrando con alegría y apertura a nuestro presbiterio, busquen siempre ser positivos, constructivos y cuiden con esmero y diligencia su formación permanente, esforzándose en seguir el camino de la santidad.
Finalmente, pidámosle a la Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de los Remedios, Patrona de Nuestra Arquidiócesis , en el Año Jubilar de sus 500 años, nos bendiga a todos y acompañe a los que dentro de unos minutos serán sacerdotes. Así Sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla