Muy queridos hermanos obispos auxiliares, Don Efra y Don Jorge, queridos sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas, hermanos y hermanas en Cristo Jesús, hoy quiero saludar de manera particular a los niños y niñas que han traído vestidos de indigenas a esta celebración del cuerpo y la sangre del Señor, de Corpus Christi.
Lo primero que quiero es que nos unamos en acción de gracias a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote que quizo quedarse con nosotros todos los días y nos dejó su cuerpo y su sangre como sacramento. Darle gracias, pero también que sea un momento para valorar su presencia entre nosotros. Ahora que acaban de pasar las ordenaciones sacerdotales de estos cuatro amigos, me imagino yo cómo celebran la eucaristía, a lo mejor se equivocan en algunas cosas, pero lo hacen con mucho cariño, con mucho cuidado, cuando toman el cuerpo y la sangre del Señor. Esto también es una invitación para nosotros los sacerdotes, porque a veces podemos acostumbrarnos a celebrar la santa misa, y se puede convertir en algo mecánico, sobre todo en las parroquias cuando se tienen los domingos muchas celebraciones eucarísticas.
Hoy es una invitación para quedarnos anonadados ante el misterio de la eucaristía, a veces el sacerdote hace una oración antes de celebrar y después de celebrar para tomar conciencia de lo que va hacer. También puede ser peligro para los fieles el venir a la eucaristía como una costumbre, o también los domingos para decir ya cumplí con el precepto y realmente se trata de algo de lo que no hay palabras para expresar la grandeza de este misterio.
Hoy el Evangelio que acabamos de escuchar tiene un sentido eucarístico, algo que me impresiona siempre de Jesús es que se compadece de la gente, siempre está atento a la realidad de los que están ahí con él, seguramente que su palabra llegaba no solo a la mente sino al corazón, y ya lo habían escuchado durante mucho tiempo, él se da cuenta y les dice “esta gente necesita comer, necesita alimentarse”, sus amigos encuentran soluciones fáciles y le dicen mándalos a los caseríos a que busquen lo que pueda comer, pero Jesús tiene otra actitud y pide que se sienten y entonces conocemos este impactante milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, ahí nosotros vemos como Jesús hace una oración de bendición, después parte y comparte, se nos dice como sobraron doce canastos de pan, aquí encontramos ese sentido eucarístico en que después el Señor mismo se va a entregar y nos va a alimentar en la comunión dándonos su cuerpo y su sangre.
También el sentido que nos invita a la solidaridad, a la fraternidad, la eucaristía nos va a llevar a buscar siempre ir creando ese ambiente de hermandad, de fraternidad.
La segunda lectura que escuchamos, de San Pablo a los Corintios, narra lo que sucedió en la última cena, cómo Jesús entrega el pan y el vino, su cuerpo y su sangre, que estoy seguro que los apóstoles no entendieron sino hasta después de su resurrección fueron entregando que él había entregado su cuerpo y su sangre por toda la humanidad y que se había quedado con nosotros.
Pues hoy celebramos esa fiesta de Corpus Christi y también tantas manifestaciones de adorar a Jesucristo por eso también hoy se realizan en muchos países del mundo procesiones por las calles para indicar que queremos que Cristo habite en medio de nosotros.
Recuerdo una vez que en Europa estaban prohibiendo en los salones de clases y en muchos lugares el que se pusiera un crucifijo, y en muchas ciudades hay signos cristianos, hay monumentos a la Virgen y a Cristo Eucaristía, y el Papa emérito expresaba lo siguiente: “No se nos olviden las raíces cristianas”, porque en un mundo secularizado se va olvidando la presencia de Dios. En América Latina y en nuestros pueblos tenemos esa bendición de la religiosidad popular, tantos signos, pero a veces puede quedarse en algo solamente exterior, por ello quiero invitarlos a que también recobremos el que salga Cristo Sacramentado por las calles en procesiones y que realmente le demos el sentido genuino de que queremos la presencia del Señor en nuestras casas, en nuestras calles y en nuestras familias.
Alguna anécdota personal, recuerdo que mi madre en mi tierra, en Morelia, donde hay muchos templos, sobre todo en el centro, ella siempre a mis hermano y a un servidor nos decía que cuando pasaremos por un templo pasaremos un momentito al sagrario, el sagrario es un lugar muy especial en los templos, en las parroquias donde nosotros vamos a encontrarnos con Jesús. Ojalá que eso lo vayamos fomentando en la familia, los sacerdotes en las parroquias, el poder visitar a Jesús, sabemos que la vida no es fácil, que hay muchos problemas, que hay muchos retos, que si nosotros tanto en la eucaristía cuando lo recibimos como alimento que nos hace hijos de Dios y vivir como hermanos, como cuando entramos al sagrario y también nos fortalecemos en medio de las tormentas que traemos en medio de las vicisitudes nos llenamos del Señor para transmitirlo a los demás.
Que hermoso que aquí en nuestra Arquidiócesis se esté caminando en una iglesia misionera, una iglesia en salida, para que vayamos en salida bien, y vayamos siendo misioneros y misioneras valientes necesitamos nutrirnos del cuerpo y la sangre del Señor y también seguir fomentando la amistad con él en la eucaristía y la adoración del Santísimo Sacramento.
Que hoy sintamos la bendición de Jesucristo y que esta fiesta de Corpus Christi nos ayude a comprometernos más con Jesús. Así sea.
+ Mons. José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla