HOMILíA EN LA MISA DE NAVIDAD

December 31, 1969


HOMILíA EN LA MISA DE NAVIDAD

 

Homilía en la misa de Navidad

“¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”

Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy estamos celebrando el nacimiento del Niño Dios y nos hemos preparado durante este tiempo de Adviento para llegar hoy con el corazón dispuesto para recibir al Niño Dios. Adviento es tiempo de venida y por eso la Iglesia nos ha invitado a prepararnos, y qué hermoso es que hoy nosotros tengamos esa conciencia, pero más importante es el misterio de la Encarnación.

Seguramente que ustedes han venido hoy aquí a la casa de Dios para recibir una bendición para ustedes, para su familia, del Niño Jesús. Hay el peligro de que nos perdamos a veces en una fiesta familiar, en ruido, en música, en cantosa, en fiesta, y no veamos lo esencial, que es que el Hijo de Dios vino a la tierra y se hizo como nosotros, tomó nuestra humanidad. Por eso decimos: “la Palabra hecha carne”, y eso es lo más importante, es un misterio la Encarnación, que Él quiso hacerse de nuestro tamaño.

¿A qué viene el Niño Dios? Viene a salvarnos, viene a enseñarnos a vivir. Podemos nosotros tener la idea de un Dios muy lejano, de un Dios que nos castiga, pero Dios nos ha amado tanto, nos ama tanto, que nos envió a su Hijo único. Por eso hoy quiero invitarlos a que contemplemos ese misterio de la Encarnación, cómo siendo Dios, cómo siendo rico se hace pobre para enriquecernos con su pobreza. Es un misterio, porque el Todopoderoso se hace como nosotros y, lo repito, viene a salvarnos, como aprendimos nosotros en el catecismo, Jesús viene a salvarnos y a decirnos esa gran noticia de que somos hermanos, hijos de un solo Dios.

Por eso hoy quisiera que viéramos lo del Evangelio, que tiene tres partes muy sencillas:

La primera parte nos platica, porque este es un acontecimiento histórico, sucedió hace XXI siglos, y todo el pueblo de Israel esperaba al Mesías, lo triste es que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Entonces nos platica la primera parte del Evangelio cómo se promulgó un edicto de César Augusto que ordenaba un censo de todo el imperio. Y entonces José, que pertenecía a la casa y familia de David, se dirigió con María desde Nazaret hasta Belén, unos 200 km aproximadamente. Por eso celebramos en estos días las posadas, porque es el camino que siguieron, un camino difícil. 

Le llegó el tiempo a María, que es la segunda parte del Evangelio, le llegó el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó, como hoy lo hicimos aquí en el pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada. Qué paradoja, hermanos y hermanas, que el mismo Dios no encontró lugar, no había posada, y nació en una cueva, en una cuevita, ahí en Belén, en una cuevita con todas las inclemencias del tiempo, del invierno, y entonces ahí vemos nosotros, contemplamos, a María y a José con el Niño Jesús.

Y viene la tercera parte, donde primero se les aparece a los pastores y le dan la gran noticia. La noticia no fue a los reyes ni a la gente más importante, sino a unos pastores; que había nacido el Mesías, el Señor. Y cuando estaba dando la noticia y escuchó una multitud de ángeles que decía y alababa a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”. Sabemos que los pastorcitos fueron corriendo y entonces estuvieron allí contemplando al Salvador del universo.

Qué escena tan hermosa la de un nacimiento, porque nos evoca este misterio, y hoy es Navidad, y Navidad significa: “Nacimiento del Niño Dios, que quiere nacer en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestra comunidad”. Ciertamente este nacimiento nos debe llevar a un compromiso; si Cristo nace en nuestro corazón, nuestra vida debe cambiar.

Hay una frase anónima que dice lo siguiente: “Aunque Cristo naciera mil veces en Belén, si no nace en nuestro corazón de nada sirve”. Aunque Cristo naciera mil veces, pero si no nace en nuestra vida, de nada sirve. Él quiere nacer en nuestro corazón, quiere nacer en nuestras familias, pero el que nazca nos debe llevar a buscar esos valores, esos valores a los que Él vino, el valor del servicio, de la generosidad, del respeto, de la familia, esos valores que tanto se necesitan; pero que también Él quiere que nosotros no solamente pensemos en sí mismo ni en nuestras familias, sino en aquellos que también nos necesitan.

Fíjense en nuestro mundo, en nuestra Arquidiócesis, hay tantos contrastes, hay tanta desigualdad, y mientras haya gente que no tenga que comer, aquella gente que pasa frío, aquella gente que vive en condiciones infrahumanas, eso diríamos que es una antinavidad, porque Cristo no ha nacido; y si Cristo nace es porque nosotros vamos creando ese mundo que Dios quiere.

Hoy debemos sentirnos muy contentos, una gran alegría en nuestro corazón, porque esto no debe ser vacío, debe ser algo más profundo, que Cristo nazca en nuestros corazones y que nosotros también busquemos ser esos cristianos que viven la Navidad todos los días, porque Cristo va naciendo en el corazón de todas las personas.

Que el Señor nos bendiga, este Niño Dios, y que hoy le demos gracias a nuestro Padre porque nos ha mandado a su Hijo unigénito; hoy nos ha nacido el Salvador. Así sea.

 


+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla