VISITA PASTORAL A LA COMUNIDAD DE SAN PABLO XALPA

December 31, 1969


VISITA PASTORAL A LA COMUNIDAD DE SAN PABLO XALPA

 

“Yo perseguí a la Iglesia de Dios, sin embargo, por la gracias de Dios, soy lo que soy”

Así nos dice su patrono ¿Quién es su patrono? San Pablo, él nos está hablando, nos da su experiencia, y nos dice: “yo fui un perseguidor de la Iglesia”. ¿Qué es más grave, ser pecador o ser perseguidor de la Iglesia? ¿Qué hace más daño a la Iglesia?,  –Perseguirla. Eso fue san Pablo su patrono ¿Qué nos quiere decir con esta experiencia San Pablo? Vamos a tratar de verlo, también en relación con la lectura del Evangelio ¿Se fijaron en los personajes del Evangelio de hoy? Jesús, Simón el fariseo y una mujer desconocida, que la tradición ha identificado con María Magdalena; pero el Evangelio no dice que sea ella, simplemente dice que era una prostituta ¿Qué es más dañino, ser una prostituta o ser uno que cumple con todas sus oraciones con Dios? –Ante la sociedad un prostituta. Vamos a tratar de entender, vean que es interesante, tanto la primera lectura, como la lectura del Evangelio: Dios cómo mira el corazón del hombre. 

Dice San Pablo que él, fue perseguidor de la Iglesia; pero si tomamos en cuenta su historia y lo que en otros puntos de los libros de los Hechos de los apóstoles se nos narra,  Pablo lo que buscaba era la verdad y era fiel a esa verdad, él creía que así tenían que ser las cosas. Creía que así tenían que ser, y consideró que las autoridades religiosas de su tiempo habían hecho con Jesús lo correcto, pensó, que la verdad es que Jesús era un falso profeta, un blasfemo cómo se hacía llamar hijo de Dios, siendo un simple hombre. Pablo pensó que esa era la verdad y, por eso persiguió a los seguidores de Cristo, hasta que Cristo camino de Damasco le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”, encuentra a Cristo, encuentra la Verdad y cambia. Y por eso dice: “por la gracias de Dios, Soy lo que soy”. Esta es la primera enseñanza: lo que somos, es por gracias de Dios. Cuando correspondemos a la gracia de Dios, nosotros crecemos, nos fortalecemos, somos capaces de resistir cualquier adversidad, de afrontar cualquier problema. Soy lo que soy, gracias a Dios, eso nos dice San Pablo. –Qué bonito patrono tiene verdad. Tiene mucho que aprender de él–.

En relación al Evangelio, Simón era fariseo. Fariseo significa que era muy devoto, que era muy cumplidor de los mandamientos, que era un hombre creyente. –Fariseo significa que era uno de los agentes de pastoral más comprometidos por hablar en nuestra lengua, nuestras categorías–; pero ¿cómo se acerca a Cristo? Dice el Evangelio: “con interés de escucharlo”. ¿Desde dónde se plantea Simón la relación con Cristo? Desde el mundo de las ideas. Y queda de  manifiesto cuando juzga que Jesús no es un buen profeta, porque miren nada más, se deja tocar los pies por esa mujer de mala vida, que está llorando sus pecados y toca al Señor –acuérdense que en aquella época, no se usaba calzado, se usaban una especie de huaraches, se usaban los pies descubiertos, por eso cuando llegaba un peregrino, lo primero que le ofrecían era una bandeja con agua para lavarse los pies, porque llegaban sucios, polvorosos, sudorosos, con cierto olor a pies. Entonces al entrar a un recinto, había que lavárselos–.  Jesús no recibe esa atención de parte de Simón el fariseo, una falta de atención a la persona, le interesaba sólo ver si sus ideas estaban acordes a las suyas, si sus ideas estaban acordes a las que predicaba este profeta, por eso lo invitó a comer. Y juzga cuando ve que se acerca esta mujer, lo toca y llora, le besa los pies, dice: –no, no, no–. ¿Por qué? Porque en sus ideas, y las de los fariseos de esa época, era que la santidad era conservar la pureza no contaminándose con los pecadores, esa era su idea. Pensaban que para acercarse a Dios, había que evitar cualquier relación con los pecadores. Una prostituta, pues es una pecadora. Por eso a Simón le pareció que Jesús era un falso profeta. Entonces Jesús le dice: Simón, tengo algo que decirte. Para enseñarle que la relación con Dios es distinta y   que la mirada de Dios es distinta. Dios  no nos mira porque estemos puros de nunca haber cometido un pecado ¿Quién puede presentarse a Dios así? De nunca haber cometido un error, no. Dios nos mira como mira una madre a su hijo. – ¿Quiénes son mamás aquí? Ya me entendieron entonces. Cómo miraban a su bebé, cuando crece y se va haciendo adolecente, cuando ya es un hombre. ¿Cómo lo mira una madre? Todos sus defectos e imperfecciones, las deja un poco de lado y dice: su corazón es bueno, noble, va a responder, denle una oportunidad–; así nos mira Dios. Y esa es la enseñanza que le quería decir Jesús a Simón el fariseo. El Evangelio no nos cuenta qué pasó después, lo deja en suspenso. Pero para nosotros la lección es clara ¡Dios nos mira como hijos, como una madre, como un padre que mira a su hijo con amor! Así nos mira. Entonces, nuestras debilidades, equivocaciones, pecados, nunca deben de ser causa de alejarnos de Dios, nunca. Al revés, tenemos que acercarnos como esta mujer. Y Jesús nos va a decir igual: “tus pecados te son perdonados, porque ha amado mucho”. Eso nos pide Dios: amar. Y para amar necesitamos esa mirada de Dios para los demás. –Haber digan ahora otra vez las mamás ¿contemplan igual a los demás, como contemplan a sus hijos? –No. Son muy sinceras, si se los creo–. Sin embargo tenemos que aprender a expansionar nuestra vida, hacerla crecer para mirar a los demás con amor. 

Les ha dado, a ustedes los que son padres de familia, Dios esa bendición,  no para que sólo amen mucho  a sus hijos, sino para que amando a sus hijos, aprendan a  amar a los demás como aman a sus hijos. Eso es lo que Dios quiere, porque para Él todos somos sus hijos. Y esa es la misión de la Iglesia. –Verdad que está fácil. ¿Está fácil?, no están muy decididos todos, haber, recuerden ¿cómo andan sus relaciones con los demás?– Realmente estamos hechos para eso, pero no todos respondemos en el mismo momento de la misma forma y eso complica. Si todos en este momento aceptáramos que tenemos que mirarnos con amor, sería muy sencillo y nuestra vida sería feliz; pero como no respondemos en el mismo momento todos a la vez, entonces alguien tiene que poner el ejemplo y Jesús le dice: “Simón mira a esa mujer”, es un ejemplo. Tenemos que dar testimonio, nunca debemos de retroceder en nuestra convicción de que Dios nos ama y que debemos amar a los demás. Problemas, dificultades, sea lo que sea, tenemos como Pablo dar ya el sí; y él era ¡ardoroso, apasionado! se entregó completamente cuando  conoció la verdad en Jesucristo. 

Eso es lo que quiere el Papa Francisco hoy de nosotros, que nos apasionemos por nuestra convicción de fe, que creamos verdaderamente en este amor de Dios y que manifestemos, como hizo Jesucristo, en nuestras relaciones humanas, en nuestros ámbitos de vida, el rostro misericordioso de Dios Padre. Para eso hemos sido llamados, para eso nos quiere, comprometidos en la Iglesia. Y la Iglesia, la parroquia, San Pablo Xalpa, como todas las demás parroquias, ¿Qué es lo más importante que cumplamos, como Simón el fariseo nuestros compromisos devocionales, o que aprendamos a amar? –Amar.  Y para eso es que nos sirven nuestros compromisos devocionales. No es una alternativa, sino una subordinación. Lo que nos va a acercar a Dios es el amor a los demás. Con nuestras oraciones, lo que hacemos es abrir nuestro corazón para vivir el amor, para recibir la fuerza del Espíritu, es complementario. Por eso un católico, un autentico discípulo de Cristo tiene que orar, pero sabe que su oración no es para que ahí se quede todo, sino para volverse misionero, transmisor del amor de Dios a los demás. Y como eso es, –aunque ustedes no se atrevieron a decirlo, porque no quisieron quedar mal con el Señor Arzobispo– muy difícil; sin embargo, se hace más fácil cuando nos unimos en una comunión eclesial, cuando nos organizamos y nos articulamos para vivir en comunidad de fe. Y eso es lo que estamos promoviendo en esta visita pastoral y en el plan diocesano de pastoral. No que cada uno viva aisladamente su fe, y que cada uno cumpla con sus compromisos de fe, sino que también nos demos la mano para ayudarnos los unos a los otros, que también vivamos la fe compartiéndola, poniéndola en común, fortaleciéndonos y, entonces, tendremos una Iglesia viva, que dará testimonio de la fuerza d