Homilía en la Visita Pastoral a la Unidad de Corpus Christi, Arboledas
Bienvenidos hermanos laicos, bienvenidas hermanas religiosas, bienvenidos hermanos sacerdotes.
Todo cambio causa consternación, para bien o para mal y sin duda que cuando inició, hace tres años y medio, esta Unidad Pastoral, hubo una consternación, pero cuando se toma para bien es algo muy provechoso, cuando se toma para mal es algo negativo.
Hoy para mí ha sido una experiencia muy bonita de haber compartido este día, desde las diez de la mañana con mis hermanos sacerdotes, primeramente los cinco que están en esta Unidad Pastoral y después con un diálogo personal con cada uno de ellos para, después, compartir los alimentos en un ambiente de fraternidad y en la tarde con los consejos parroquiales que son siempre el brazo derecho de los párrocos, los consejos donde hay gente que se va formando, que está formada, pues la formación es permanente, son con quienes el párroco sienten un apoyo muy grande; también con la presencia del P. Miguel, Vicario Episcopal de esta Zona V.
Hoy le damos gracias a Dios por esta experiencia donde han salido cosas muy positivas, yo les decía que pues apenas el niño lleva 3 años y medio, cuando alguien es niño pues va caminando poco a poco; la pregunta más importante que quiero hacerles es ¿qué están haciendo como laicos, como sacerdotes, yo como Obispo, para que esta Unidad Pastoral funcione, para que camine?.
A veces somos dados a pensar en el otro, en la otra persona, pero más bien debo preguntarme ¿qué estoy haciendo yo?. Se habla mucho de que ha sido positiva esta experiencia porque salieron más cosas buenas que malas, más cosas positivas, pero al fin de cuentas es el mismo modelos de las primeras comunidades cristianas, vivir en comunión, en fraternidad y yo siempre pienso que esas primeras comunidades tenían muchos problemas, pero siempre salían adelante porque en el centro está Cristo resucitado, así en una Unidad Pastoral es, como dice San Pablo, el cuerpo en donde la mano tiene una función, el pie tiene otra, el ojo tiene otra, pero todos nos necesitamos y siempre la cabeza es Cristo.
Finalmente ustedes, como laicos, han crecido, pues hay veces que estamos en nuestra isla, pero cuando nosotros nos abrimos a otra parroquia, a otras parroquias, a un decanato, a una diócesis, pues crecemos porque hay apertura; cuando ustedes tienen la presencia de un sacerdote, de otro sacerdote, también van valorando a cada uno de ellos por su trato, por sus carismas, pero ciertamente la tarea de un sacerdote es llevar a los fieles a Dios y siempre Cristo es el mero mero, Él es el más importante, es quien le va dando sentido a nuestra vida.
Hoy los invito a que podamos hacernos esta pregunta, en el consejo parroquial o en la comunidad, cada uno de ustedes como sacerdote, como párroco, y yo también como obispo “¿cuál es mi actitud ante las unidades pastorales de acompañamiento, de cercanía, de ánimo?” Porque yo creo que las cosas van funcionando, pero dependen mucho de que demos el ciento por uno, que demos lo mejor de nosotros mismos y por eso hoy el Evangelio se me hace muy hermoso, si queremos ser discípulos del Señor tenemos que tomar la cruz de cada día y seguir a Jesús.
El camino que tomó Jesús no es un camino espectacular, sino es el camino de la donación, del servicio, de la entrega, del perdón, de la comprensión, del respeto; a todo eso también estamos llamados, a tomar la cruz y seguir a Jesús, a ser esas personas que queremos dar testimonio como lo dice Santiago “una fe sin obras es una fe muerta”, por eso necesitamos nosotros demostrarlo, que somos seguidores de Jesús.
La línea que ha tomado la Arquidiócesis es la línea de ser una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, pero que no sea sólo un slogan, porque podemos repetirlo tanto “queremos una Iglesia en salida” pero ¿qué tanto somos una Iglesia en salida?. El día de la Ascención, que todos nos ponemos las pilas y salimos a llevar el mensaje de Jesús, pero eso es para potenciarlo porque la evangelización, la misión, es de todos los días, eso fue una de las cosas más importantes que el documento de Aparecida menciona en las conclusiones, que debemos de estar en una misión permanente; muchas veces pensábamos que la misión es en Semana Santa o en verano, pero la misión en realidad es de todos los días y en todas partes para que vayamos transformando nuestra cultura, en una cultura cristiana.
Que el Señor nos bendiga a cada uno de nosotros, nos ayude a vivir en comunión y fraternidad y que nos ayude a superar los retos que se van presentando a diario, las dificultades, nuestro temperamento, nuestras limitaciones, para que realmente vayamos saliendo adelante como sus discípulos misioneros con la fuerza del Espíritu Santo. Así sea.
+José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla