«La familia es un lugar privilegiado, Iglesia doméstica, donde Jesús quiere estar con ustedes»
Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, a todos los saludo con alegría, a todas las personas que están siguiendo, a través de estos medios digitales, la celebración del Domingo de ramos desde la Catedral de Corpus Christi de Tlalnepantla, Estado de México. Hay gente que también está siguiendo esta transmisión en diferentes puntos de la República Mexicana, y también del extranjero, a todos les deseo que Cristo sea nuestra esperanza.
Esta Semana Santa, que la estamos viviendo de esta manera por las circunstancias ya conocidas, es una gran oportunidad para vivirla en familia. Sabemos que la familia es la Iglesia doméstica y quiero invitarte para que deberas sea una experiencia, de vivir estos días santos, en los cuales celebramos los misterios centrales de nuestra fe: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. Es algo inédito lo que estamos viviendo, pero también es una oportunidad para redescubrir que se puede crecer en la fe, y estos días será muy provechoso hacer esto en familia, el poder tener ese contacto con nuestro Dios, ese Dios que nos ama, ese Dios cercano.
Quiero recordarles que el día que nos bautizamos nuestros papás y padrinos nos llevaron al templo, el sacerdote nos bautizó y nosotros, los padres, los padrinos, ustedes, se comprometieron a educar a sus hijos en la fe y precisamente ahí en familia. Muchas veces ya se ha perdido ese valor y se piensa llevar a los niños a la parroquia para que se les dé la catequesis, pero la catequesis empieza en casa; catequesis significa: educar en la fe.
Por eso fíjense que estos días en que están en casa deben tener esa vivencia, iluminar su vida con la Palabra de Dios. Es una gran oportunidad, una maravillosa oportunidad para poder dialogar y para poder crecer como amigos de Jesús, como discípulos y misioneros. A veces platicamos de tantas cosas en familia, pero ¿qué tanto hablamos de Dios? Y por eso la familia es un lugar privilegiado, Iglesia doméstica, donde Jesús quiere estar con ustedes.
Queridos amigos, amigas, hermanos, hermanas, hoy iniciamos la Semana Santa, ese camino que hemos tenido en Cuaresma, y precisamente hemos iniciado con el símbolo de las palmas, de los ramos, para recordar aquella entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y cómo la gente sencilla, la gente del pueblo, cortaba ramas de los árboles y aclamaba al Señor diciendo: «Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor».
Seguramente que ustedes también en estos momentos tienen una palma, tienen una rama en su casa; no se le debe de dar un sentido mágico, sino sobre todo querer que Cristo reine en su hogar, sea el Rey del universo; que esa palma nos recuerde nuestra condición como hijos de Dios.
Qué paradójico que después de que la gente aclama a Jesús como el Mesías, como el Salvador, a los pocos días viene el juicio, y es precisamente lo que escuchamos en la Pasión según San Mateo hace unos momentos: «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Vemos nosotros el final de la vida de Jesús, que fue obediente al Padre hasta dar su vida en la cruz por amor, para abrirnos a todos las puertas de los cielos. Parecía que había terminado en una tragedia, pero el Padre lo resucitó al tercer día y eso es lo que le da sentido a nuestra vida, le da esperanza.
Que esta Semana Santa sea esa semana que marque en nuestra vida ese encuentro con Dios muerto y resucitado. Iremos viviendo los distintos días con ese sentido, llamados a morir al pecado para vivir a la gracia de Dios.
En estos días la palabra más acertada es «incertidumbre», porque vivimos momentos muy difíciles, como decía el Papa Francisco «nos tomó desprevenidos esta situación». Pues ahora estamos nosotros llamados a reflexionar, siempre bajo la mirada de Dios, para remar juntos, para pedirle a Dios que nos libre de esta pandemia, que seamos solidarios, que veamos que solamente hay una humanidad y que Dios es el que nos creó, y nos creó para ser hermanos.
Es importante que estos días no caigamos en pánico, sino que obedezcamos y las instrucciones que nos dan a nivel federal, estatal y municipal, que son para cuidar nuestra salud, cuidar a la gente anciana, cuidar a los niños; debemos permanecer en casa y tomar las medidas de higiene que hemos escuchado mucho, tales como lavarnos las manos y también guardar distancia; saber que esto no es un juego y que nos tenemos que cuidar unos con otros.
Ya se van viendo también los efectos económicos, y por eso quiero invitarles para que seamos capaces de ver más allá, como Jesús nos invita a servir, a dar la vida por los demás. Debemos seguir en esta actitud de oración, porque Dios siempre tiene la última palabra, y le queremos pedir para que nos libre, pero también para que cambia nuestro corazón de piedra en un corazón humano, que sepamos nosotros ayudarnos y ser solidarios, sobre todo con los más necesitados.
Estos días he pensado en la presencia de la Virgen de Los Remedios, que es la patrona de la Arquidiócesis. ¡Hace 500 años! Desde hace 500 años nos acompaña y en cuántas epidemias ha estado presente, y por eso se llama la «Virgen de Los Remedios», porque remedia nuestros males; a ella quiero pedirle también en esta Santa Misa que remedie nuestra situación, que bendiga a cada una de sus familias y que estemos ayudándonos unos a otros como el Señor quiere. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla