Homilía
Domingo de Resurrección
Muy queridos hermanos y hermanas, amigos y amigas, muchas gracias por dejarnos entrar en sus hogares para hoy celebrar esta solemnidad de la Pascua del Señor. Sin duda hoy debemos experimentar todos en nuestro corazón una inmensa alegría, porque con su muerte y resurrección Jesucristo nos abre las puertas del Reino de los cielos, es parteaguas en la historia de la resurrección del Señor, es lo que le da sentido a nuestra vida.
Quisiera compartir con ustedes tres ideas y dejar una tarea. La primera idea es con base en la primera lectura que escuchamos, de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro da el «kerigma», el anuncio gozoso del Señor, su muerte y resurrección; cómo en casa de Cornelio empieza a platicar la experiencia que había tenido con Jesús, esa experiencia que lo fue transformando, y que hasta después de la resurrección y de Pentecostés Pedro comprendió muchas cosas, pero sabía que su vida era proclamar a Jesucristo como centro de la vida y de la historia; cómo platicaba algunas experiencias que tuvo con Él, donde dice: «pasó haciendo el bien» y sanaba a los enfermos, realizaba milagros y enseñaba los secretos del Reino.
En estos días hemos platicado cómo también nosotros estamos invitados a hablar de Jesús y cómo en estos momentos la misión está en la casa, la familia. Es muy interesante reflexionar en este tema, porque ustedes como cristianos, como católicos, tienen también esa responsabilidad, tenemos esa responsabilidad de hablar de nuestra fé, de anunciar también a Jesús. Qué oportunidad hemos tenido estos días también para reflexionar cómo la familia es la Iglesia doméstica, y cómo ahora que ustedes están ahí reunidos, platicando de tantas cosas, sobre todo que ahí se sienta que es un lugar de misión, y sabemos nosotros que la misión de la Iglesia es evangelizar, en eso está la dicha y la vocación. Qué hermoso es cuando los papás y los hijos se ponen a platicar acerca de las cosas de Dios, del proyecto maravilloso de Dios, y cómo en el centro está Jesucristo resucitado.
Por eso hoy quiero invitarlos a que continúen platicando. La catequesis ha tenido una evolución muy interesante en los últimos años, ha pasado de una catequesis de ideas o conceptos a una catequesis de experiencia, de vivencia; nosotros experimentamos a un Dios que es amor, un Dios que está cercano, un Dios que se interesa en nuestra vida, un Dios que nos llama a vivir con alegría y con sentido. Así es que, continúen en sus hogares hablando de Dios, que ahí sea la misión en estos días.
La segunda idea es que nosotros tenemos que ser fermento en la masa. Cuando se le preguntaba a Jesús qué era el Reino de los cielos, Él lo comparaba con un grano de mostaza, que es pequeñito, pero que después crece en un gran arbusto; o también como la harina, fermento, que le va dando forma la levadura para que se convierta en un pan rico, en un pastel. El Reino de los cielos es trabajar por los demás, es construir el reino de Dios.
Todos platicamos cuánto va a durar esta pandemia; los especialistas no saben, el único que sabe es Dios. Seguramente que estos días han sido de reflexión, de meditación, de oración, y que cuando terminen tengamos nosotros otras actitudes al estilo de Jesús y que salgamos para hacer fermento y predicar el Reino de los cielos.
Tenemos que ser misioneros y tenemos que ser fermento, y todo parte de la tercera idea, la más importante, que es Cristo resucitado. Podemos imaginarnos nosotros cómo María Magdalena va corriendo de madrugada, todavía obscuro, y encuentra la piedra removida. Ella va a decírselo a los apóstoles y Pedro y Juan van al sepulcro. Juan, como era más joven, corrió y llegó antes, pero no entró por respeto a Pedro. Llega Pedro y ve los lienzos y el sudario, no era un sueño, era una realidad: «¡Jesucristo ha resucitado!». Por eso hoy también debemos sentir en nuestro corazón esa profunda alegría en medio de la realidad y situación que estamos viviendo, sabemos que Jesús nos acompaña. Cuando sentimos eso nuestra vida cambia, Él nos da su espíritu y nos da los dones, la fortaleza, la prudencia, la paciencia, la generosidad, la solidaridad. Que este día también deje una profunda huella en nuestro corazón para seguir haciendo el bien, cada quien desde el lugar donde se encuentra, pero que nadie nos sintamos pasivos, todos podemos hacer algo por nuestros hermanos.
Finalmente la tarea. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra cómo nació la Iglesia, y así como tuvimos 40 días de Cuaresma para prepararnos para la Pascua, ahora tendremos 50 días de celebración por la Pascua del Señor, hasta llegar a la Ascensión y a Pentecostés. Estoy seguro que todos tienen en su casa la Biblia, pero también algunos la pueden tener de adorno. La tarea es abrirla y leer este maravilloso libro de los Hechos de los Apóstoles, para ver cómo nació la Iglesia y, sobre todo, las primeras comunidades cristianas, que perseveraban en la oracion, en la fracción del pan, en la ayuda mutua, ahí vamos a encontrar una fuente muy hermosa para vivirla.
Que el Señor nos llene de su amor, nos llene de sus bendiciones y sintamos su presencia en nuestra vida, en la vida de nuestras familias y de nuestro pueblo. Así sea
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla