HOMILÍA EN EL VI DOMINGO DE PASCUA

December 31, 1969


HOMILÍA EN EL VI DOMINGO DE PASCUA

 

«Qué hermoso es que también nosotros vayamos comprendiendo la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestras vidas»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, amigos, amigas en Jesucristo nuestro Señor, recuerdan el Evangelio de hace ocho días, cuando Jesús en ese clima de despedida les decía: «Tengo que irme con el padre y voy a preparar un lugar para ustedes», y Tomás le dice a Jesús: «¿A dónde vas? ¿cómo vamos a saber el camino?, y Jesús le dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Así es que nosotros, queridos hermanos, sabemos que para llegar a la casa del Padre necesitamos seguir a Jesucristo Nuestro Señor.

En este VI Domingo de Pascua encontramos en el Evangelio, también en esa atmósfera de despedida, cómo Jesús les dice que les va a enviar al Espíritu Santo, y esta es la idea central de este domingo, saber que Jesús cumple lo que dice. Los Apóstoles estaban tristes, se sentían como huérfanos, cuando se va el amigo, se va el padre, se va el Maestro, y no saben qué va a pasar, y por eso Jesús hoy les anuncia la venida del Espíritu Santo. Vemos nosotros hoy la imagen de la Trinidad: vemos al Padre, ese padre que nos ama, y Jesús dice: «Le voy a rogar al Padre que envíe un protector, que les envíe al Espíritu Santo», y el mismo Padre que envió a Jesucristo, a su Hijo unigénito, para enseñarnos los caminos de vida, los caminos de salvación; vemos ahí a Jesús, en ese ambiente cálido, que les dice: «Las cosas no van a terminar, tienen que continuar; lo que yo les enseñe, todo lo que estuvimos platicando, todos los secretos del reino, todo eso debe continuar, ese camino; y para que ustedes sepan, pues les voy a enviar al Espíritu Santo». Tal vez los apóstoles no lo entendían, hasta que después ya la vivencia de la presencia del Espíritu Santo se los confirmó. Escuchamos hoy en la primera lectura cómo ya ellos imponían las manos y el Espíritu Santo descendía, había esa relación, de Jesús con los Apóstoles, de cariño, de amistad, y por eso les dice: «Si me aman cumplirán mis mandamientos».

Qué hermoso es que hoy también nosotros, queridos hermanos y hermanas, vayamos comprendiendo la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestras vidas y cómo las palabras que dice Jesús se hacen realidad, «No tengan miedo, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos», y ahí tenemos nosotros al Espíritu Santo que nos acompaña. Vemos esa relación de comunión, de unidad, de la Santísima Trinidad, esa comunión a la que también nosotros estamos invitados a vivir.

Tal vez en este tiempo de pandemia vivimos días complejos de incertidumbre, pero también de esperanza, hemos tenido la oportunidad de reflexionar en qué valioso es vivir en la unidad, qué valioso es vivir en la comunión. Una de las características de nuestra sociedad es el individualismo, cada quien se preocupa por sí mismo. Yo pienso que en estos días es una de las ganancias, de las gracias que podemos tener nosotros es preocuparnos, no solo por nosotros mismos, sino también por los demás; el sabernos cuidar, el preguntar cómo está la mamá, cómo está la abuelita, cómo está la persona que vive sola; el preocuparnos porque somos hijos de Dios y que el don de la comunión estamos llamados a vivir la fraternidad.

Dios quiera que esta pandemia termine pronto, y que el don de la comunión y de la unidad sea una de las vivencias que nosotros tengamos más en nuestra vida cotidiana. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno, y por eso Jesús quiere que nosotros vivamos la unidad como Él la vive, con el Padre y con el Espíritu Santo. Que la Virgen de los Remedios nos siga acompañando en estos días y que no bajemos la guardia, sino que nos animemos unos a otros, sabiendo que el Señor está con nosotros: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos», y nos envía al Espíritu Santo. Así sea.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla