«La evangelización tiene dos caras: el anuncio y el testimonio»
Vivir y anunciar el Evangelio
MISIÓN 2020
Muy queridos hermanos, hermanas, amigos, amigas, en Cristo Jesús, a todos los saludo con mucho cariño, a todos los que están siguiendo esta celebración eucarística de la Ascensión del Señor desde sus hogares, tanto en el territorio de nuestra Arquidiócesis de Tlalnepantla como en distintos lugares de la República Mexicana y también del extranjero. Hoy en esta Misa de la Ascensión también quiero saludar al Pbro. Abraham, que junto con otros dos sacerdotes, el Pbro. Rodrigo y el Pbro. Jairo, recibieron hace dos años el Sacramento de la Orden Sacerdotal; pedimos que Dios te bendiga.
Estamos viviendo unos días inéditos, unos días especiales, unas semanas muy complejas, con experiencias difíciles, llenas de incertidumbre, por esta pandemia del coronavirus, donde hay mucho sufrimiento, donde hay personas que han perdido la vida y que sus familiares sufren, donde hay dramas en los hospitales y los centros de salud, donde hay muchos problemas sociales, económicos y políticos, pero también hay muchas cosas positivas, que seguramente ustedes en su familia van experimentando poco a poco, y que es bueno que esas experiencias las vayan teniendo muy presentes en su vida. Esperamos que poco a poco vayamos viendo la luz del túnel y que todas esas experiencias nos ayudan para vivir como hermanos, como hijos de Dios.
Seguramente los discípulos de Jesús también estaban con incertidumbre, estaban confusos, y estos cuarenta días que hemos vivido de la Pascua del Señor, hemos visto cómo Jesús el resucitado se les apareció en varias ocasiones y los animó; también este tiempo de Pascua es un tiempo para animarnos a todos nosotros en medio de lo que estamos viviendo.
Jesús tiene que irse al Padre; celebramos la Ascensión, pero también podemos decir una palabra más exacta: la glorificación, la exaltación del Señor, que como escuchamos en la Segunda Lectura: «Subió los cielos para estar a la derecha del Padre», pero antes de subir les dice a sus discípulos, les da el mandato misionero. Son cosas muy importantes las que les dice: La primera es: «Vayan por todo el mundo a anunciar el Evangelio»; la segunda es: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»; y la tercera es: «Enseñen lo que yo les he enseñado».
Fíjense qué hermoso, priramente: «Vayan a anunciar el Evangelio». Esto mismo que les está diciendo a sus discípulos hoy nos lo dice a nosotros. Vayan significa caminar, estar desinstalados, tener una tarea, una misión: llevar a Jesucristo a los demás. Segundo, les dice: «Bautícenlos en nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Seguramente que, antes de bautizar, tenían toda una preparación, el Kerigma, el anuncio de Jesucristo, para recibir este bautismo, y aquí tenemos la importancia de los sacramentos en la vida del cristiano. Y tercero, «Enseñenles a vivir lo que yo les he dicho». Lo más difícil es el testimonio; se dice con razón que la palabra conmueve, pero el ejemplo arrastra. Eso es lo que nos pide Jesús, el testimonio, que la palabra vaya acompañada de testimonio, por eso la evangelización tiene esas dos caras: el anuncio y el testimonio.
Hoy también a nosotros nos envía, hoy celebramos también en esta fiesta la 6ª Gran Misión en nuestra amada Arquidiócesis de Tlalnepantla. Recuerdo hace un año que salí, junto con muchos misioneros y misioneras, a anunciar el Evangelio, a tocar las puertas para decirles que Cristo vive en medio de nosotros, para invitarlos a acercarse a Jesús, a conocerlo, a descubrirlo, para invitarlos a participar en esos retiros, para ir creciendo en la fe y formar esas comunidades, que después son lugares donde se va teniendo esa espiritualidad con Cristo para después manifestar manifestarla a los demás.
Hoy esta 6ª Gran Misión tiene otra connotación por lo que estamos viviendo, pero sigue la invitación de Jesús: «Vayan a anunciar el Evangelio; no tengan miedo, yo estaré con ustedes todos los días». Cada uno de nosotros, en las circunstancias que estamos viviendo, podemos anunciar a Jesús, anunciar al Evangelio; algunos están en sus casas, otros no están en sus casas por distintas razones, pero todos tenemos esa invitación, sobre todo desde la comunión y la solidaridad; podemos dar una palabra de aliento, podemos hablarle por teléfono a una persona que lo necesita, podemos seguir ayudando con despensas para el que tiene hambre, escuchando al que está en crisis, juntando también medicamento para aquellos que están enfermos; es decir, el Evangelio no nos deja tranquilos, sino que nos cuestiona qué es lo que estamos haciendo como misioneros, pero para ser misionero se necesita ser discípulo, estar atento a las indicaciones del Maestro, de Jesucristo. Ciertamente la solidaridad es lo que nos va ayudar para salir adelante en estos momentos de apremio de nuestra vida.
Que hoy todos experimentamos en nuestro corazón la alegría de Cristo, que nos invita a participar como sus discípulos misioneros en este momento actual. Que Jesucristo misericordioso también haga que nuestro corazón se conmueva y busquemos esa fraternidad, a la que somos invitados para ir construyendo su reino. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla