HOMILÍA EN EL DOMINGO DE PENTECOSTÉS

December 31, 1969


HOMILÍA EN EL DOMINGO DE PENTECOSTÉS

 

¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!

 

Muy queridos hermanos, hermanas, amigos, amigas, en Cristo Jesús, hoy celebramos en toda la Iglesia la solemnidad de la Fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo; el Padre envía al Hijo y el hijo envía al Espíritu Santo.

Acabamos de escuchar la proclamación del Santo Evangelio según San Juan, donde nos narra cómo Jesús envía el Espíritu Santo sobre sus discípulos, pero para entender el contexto debemos ver cuál era la realidad de los discípulos en esos momentos, estaban encerrados, tenían miedo, mucho miedo, porque si salían, seguramente los iban a reconocer que eran seguidores de Jesús, tenían pánico. Se les aparece Jesús y les da ese saludo: «La paz esté con ustedes», y después sopla sobre ellos y les da el Espíritu Santo para que continúen la misión, esa misión de seguir construyendo el reino de Dios. Qué paradójico, porque, al estar en esa situación tan complicada, llena de incertidumbre, de tristeza, con la venida del Espíritu Santo abre las puertas y salen a anunciar que Jesucristo es el Señor, salen a llevar el Evangelio.

Precisamente es lo que nos platica hoy la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, cómo en Jerusalén había mucha gente de muchos lugares, pero entendían el mensaje de los discípulos. No cabe duda que el lenguaje del amor siempre se entiende, y allí empezó el caminar de la Iglesia, de nuestra Iglesia a la que pertenecemos, y debemos sentirnos orgullosos, debemos sentirnos felices de pertenecer a esta Iglesia, donde todos estamos llamados a continuar la misión que Jesús empezó con los discípulos, con esas pequeñas comunidades. Han pasado ya XXI siglos y nosotros desde el bautismo pertenecemos a esta Iglesia de Jesucristo. Cuando Jesús llega a la casa donde están reunidos sus discípulos les dice dos veces: «La paz esté con ustedes», y les da ese don maravilloso que es la paz, lo contrario a la paz es la guerra y cuando traemos guerra interiormente no podemos hacer cosas por los demás, estamos divididos, bloqueados, y ellos lo primero que experimentan es la paz, la alegría, el gozo de sentir una misión para llevar el mensaje de salvación, el mensaje de Jesús. Les dice que perdonen los pecados, y a los que no se los perdonen les quedarán retenidos, y después de esa sensación les da esa paz, que puedan perdonar a sus hermanos.

Queridos hermanos y hermanas, el domingo pasado celebramos la Eucaristía donde hicimos el envío para la 6a Gran Misión de nuestra Arquidiócesis de Tlalnepantla y es muy interesante, muy hermoso, ver la oración de envío. Siempre en esta oración se va a expresar, se va a nombrar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y realmente esta invitación para ser misioneros, para ser discípulos misioneros, es continuar las huellas de Jesús, lo hemos venido repitiendo estos días de pandemia, pero ¿cómo lo podemos hacer? Consolando al que está triste, alimentando al que tiene hambre, ayudando al que sufre, eso es precisamente la misión; la misión significa caminar, ahora no podemos salir a tocar las puertas, pero podemos hacerlo de tantas maneras. Me llama mucho la atención la creatividad de los niños, de los adolescentes, de los jóvenes, de todas las personas, la creatividad para anunciar el Evangelio en estas circunstancias particulares; siempre la misión de la Iglesia será evangelizar y el horizonte es construir el reino de Dios, ir creando la fraternidad.

Hoy pedimos de manera muy especial por cada una de sus familias, por cada una de nuestras familias, para que sigamos nosotros experimentando el amor de Dios. Hoy en la antífona de entrada decíamos: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por la venida del Espíritu Santo», el Espíritu Santo nos da los dones para servir y para ir creando la fraternidad. Abramos nuestro corazón, abramos nuestro ser, para estar disponibles a recibir los dones del Espíritu Santo, y estos dones siempre son para crear fraternidad, para crear familia, para crear el reino de Dios. Así sea.

 

+Mons. José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla