HOMILÍA EN EL DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

December 31, 1969


HOMILÍA EN EL DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

 

«Este amor que se nos da es para que también nosotros lo vivamos»

 

Muy queridos hermanos, hermanas, amigos y amigas, hoy celebramos la gran solemnidad de la Santísima Trinidad, es un día para contemplar este misterio, pero también ver qué nos dice este misterio para nuestra vida.

Nosotros creemos en un solo Dios verdadero, tres personas distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero un solo Dio. No podemos nosotros, con nuestra razón, con nuestro entendimiento, comprender este misterio, pero sí con el corazón. Vemos nosotros que la mejor definición de Dios es que Dios es amor.

Podemos ver nosotros al Padre desde el libro de Génesis, cuando crea este maravilloso universo, y en medio crea al hombre y a la mujer a imagen y semejanza suya, esta Casa Común que tenemos nosotros, la cual hemos ido deteriorando. La naturaleza, esa creación tan bella, donde Dios Padre crea el cielo y la tierra, las montañas, el sol, la luna, los animales y nosotros en el centro. Es un Dios que nos ama y que lo va a mostrar a través de la historia de la salvación. Es muy hermoso, porque todos ustedes también van teniendo ese contacto con la Sagrada Escritura, con la Biblia, y van conociendo ese proyecto maravilloso de Dios.

Hoy encontramos en la primera lectura del Éxodo cómo Dios sale al encuentro del hombre y nosotros también estamos llamados a valorar ese llamado. Moisés sale muy de mañana para subir al cerro, al monte del Sinaí, y Dios sale a su encuentro. Eso es algo muy característico de este Dios que nos ama, que siempre está preocupado por la vida del pueblo, por la vida de la gente, y eso es lo que vamos a ir viendo desde que se forma ese pueblo de Israel y va caminando por el desierto y Moisés le dice: «Aunque esta gente tenga un corazón duro, sean duros de cabeza y de corazón, Tú nos sigues acompañando».

Algo maravilloso este domingo es que el Evangelio acaba de decir algo muy hermoso: «Tanto nos amó Dios que nos envió a su Hijo». Me llamó mucho la atención una persona que decía que Dios se quedó mudo porque todo lo dijo a través de su Hijo Jesucristo, Dios lo envía al mundo, y no lo envía para condenar al mundo, lo envía para salvarlo, para que el que crea en Él se salve. Lo que conocemos nosotros el Padre lo conocemos a través de Jesús, porque Jesús está muy preocupado, siempre más que preocupado, quiere dar a conocer el rostro de su Padre; quién no recuerda ese maravilloso pasaje del hijo pródigo, donde el padre misericordioso lo recibe y lo perdona porque lo ama.

Jesús siempre está hablando de ese proyecto de fraternidad, de que somos hermanos, de que somos hijos de Dios. La situación más importante de que Dios nos ama precisamente es la cruz. De hecho en el Evangelio los versículos que anteceden a los breves versículos de este domingo hablan del diálogo que tiene Jesús con Nicodemo, donde le dice: «Así como Moisés levantó la serpiente, así será también elevado el Hijo de Dios», refiriéndose a la cruz, y no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Tenemos al Padre que envía su Hijo, y este Hijo da la vida por todos nosotros, pero no nos deja solos sino no que nos envía al Espíritu Santo, ese Espíritu Santo que es el “gran desconocido” y que hace apenas ocho días celebramos la fiesta de Pentecostés, donde el Espíritu Santo llega a los discípulos, quienes lo reciben y empiezan a hablar las maravillas del Señor; este amor que se nos da es para que también nosotros lo vivamos.

Les decía al inicio cómo está fiesta de la Santísima Trinidad es para contemplarla, pero también para ver qué relación tiene con nosotros en nuestra vida, si realmente nosotros experimentamos a un Dios cercano, a un Dios que nos acompaña, a un Dios que nos ama y que nos lo ha demostrado, pero también a un Dios que nos invita a vivir en el amor. San Agustín decía que cuando uno ve el amor allí está el Espíritu Santo, y cuando está el Espíritu Santo está el amor. El amor es algo muy concreto que nosotros estamos invitados a vivir, y el Espíritu Santo nos da esos dones para que lo vivamos, la solidaridad, el respeto, la lucha por la vida, el tener esos entrañas de compasión, como Jesús, para ser sensibles ante las necesidades de los que más sufren, el poder dar la mano al que lo necesita, el consolar al que está triste, y eso nosotros lo podemos ir haciendo todos los días; en este tiempo de pandemia también ha crecido mucho la creatividad a través de las redes sociales, donde se nos invita a hacer algo por los demás.

Quisiera terminar esta conversación familiar con ustedes con esas palabras que dijo San Pablo a los Corintios en la segunda lectura de hoy: «Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes», son tres características de la Santísima Trinidad. Primeramente la gracia, la Trinidad es un don para todos nosotros, es un regalo que se nos da, pero también se nos comunica el amor, y el Espíritu Santo también nos ayuda siempre para que vivamos en la comunión. Por eso, ojalá que este saludo que damos, que di al inicio de la Eucaristía y que nos lo ha dicho la segunda lectura, sea un saludo para que sintamos cercanos a la Santísima Trinidad, que nos invita a seguir construyendo su Reino.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.

 

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla