HOMILÍA EN EL XV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

December 31, 1969


HOMILÍA EN EL XV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

 

«¿Qué tipo de tierra somos para que esa Palabra llegue y dé fruto, y fruto en abundancia?»

Esta mañana saludo con mucho gusto a mis Obispos Auxiliares, a Don Efraín Mendoza y a Don Jorge Cuapio, a los Sacerdotes de aquí, de esta Unidad Pastoral de nuestra Catedral, a los Seminaristas y también a este grupo que hoy participa en esta celebración, este grupo de Agentes de Pastoral, que brindarán apoyo para dar seguimiento a los protocolos que vamos a poner en práctica cuando iniciemos nuestras celebraciones ya con la presencia de fieles.

Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, hoy iniciamos una serie de parábolas, a partir de este domingo y los siguientes, esas parábolas de Jesús, y sabemos que las parábolas son géneros literarios bíblicos que siempre nos dan una enseñanza. Este domingo la enseñanza es que nosotros tenemos que escuchar la Palabra de Dios, entenderla y dar fruto, por eso que cada uno de nosotros nos preguntemos, ustedes que están en sus hogares: ¿Qué tipo de tierra somos para que esa Palabra llegue y dé fruto, y fruto en abundancia?

Hoy los invito para que veamos una imagen: la imagen de Jesucristo el Sembrador. Esta parábola, sin duda, surge de la experiencia que Él tuvo con su pueblo, Él salió a llevar la Palabra, enamorado por compartir, por comentar los secretos del reino, y tiene distintas experiencias, porque hay mucha gente que no recibe esa Palabra; otros la reciben con entusiasmo, pero después las tareas cotidianas hacen que no sean constantes; y hay otros que acogen la Palabra del Señor, la asimilan y dan fruto. Recuerdan ustedes aquel pasaje del Evangelio cuando a Jesús se le acerca un rico y le dice: «Señor, ¿que tengo que hacer para ganar la vida eterna?», y Jesús le responde: «Ve vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y después sígueme», y él, que era un hombre bueno, no quiso comprometerse, dio la media vuelta y se fue. Tenemos el caso de Mateo, recaudador de impuestos que escucha la Palabra, llega su corazón y cambia su actitud, y se convierte. Así podemos ver en la historia de la Iglesia, la vida de los Santos, de las Santas, cómo han sido tierra buena y han dado fruto.

Seguramente que Jesús a veces humanamente se desanimaba, porque su Palabra no era escuchada. Hoy nos pone esa parábola donde algunas semillas caían al lado del camino, o sobre piedras, o sobre espinos, y esa era la experiencia de Jesús. Hoy la invitación para mí y para todos ustedes es que también nosotros seamos sembradores. Desde nuestro bautismo empezamos a formar parte de la familia cristiana, la familia de Dios, y en nuestra casa, en nuestro hogar, en nuestra familia, nuestra parroquia, se nos ha ido educando en la fe. Nosotros estamos llamados a seguir las huellas de Jesús, Él nos deja nosotros para continuar su misión y tenemos que ser sembradores, sembradores del Evangelio, sembradores de paz, sembradores de comunión, sembradores de perdón, de solidaridad, de respeto, todo eso que el Evangelio nos va invitando, lo que Jesús, el Sembrador, predicaba. Nosotros también cuando salimos a sembrar, a veces también experimentamos cansancio, desánimo, pero saber que el Señor va dando los frutos, a nosotros nada más nos toca sembrar.

Por eso la insistencia también del Papa Francisco de que seamos una Iglesia en salida, una iglesia misionera que vaya sembrando, y aquí en nuestra Arquidiócesis vamos en esa línea, esa renovación que se ha venido haciendo es para que nuestra Iglesia, para que cada uno de nosotros, para que cada día haya más agentes de Pastoral, gente que haya escuchado la Palabra de Dios, que la hayan asimilado, que den fruto y que se conviertan en misioneros, en sembradores.

En este tiempo de pandemia hemos tenido la oportunidad de tener momentos de silencio, de reflexión, y también hemos entendido lo que el Señor quiere de nuestra vida. Como les decía, su pasión de Él era la construcción del Reino, y por eso Él aprovechaba todas las oportunidades para evangelizar, aprovechaba todas las oportunidades para hablar del Reino. Que también nosotros, empezando por nuestra casa, vayamos sembrando en el corazón de los hijos, de los esposos, de los nietos, esas semillas del Evangelio, porque lo que quiere el Señor es que se vaya construyendo, vayamos siendo nosotros constructores del Reino, y para ser constructores debemos seguir su ejemplo, de ser todos los días sembradores de buenas noticias.

Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos de esa constancia, esa perseverancia para que tomemos esa conciencia de que somos discípulos misioneros; el discípulo escucha la Palabra, pero después guarda silencio y la va rumeando y la va asimilando, para después convertirse en testigo, en misionero, en sembrador de buenas noticias. Así sea.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla