Homilía en el XIX Domingo del Tiempo Ordinario
“Dios siempre está cerca de las personas, sobre todo cuando están más necesitadas”
Muy queridos hermanos, hermanas, amigos, amigas, en Cristo Jesús, saludo a los que están aquí hoy en la catedral en esta celebración de una manera presencial, pero también quiero saludar a todos los hermanos y hermanas que, desde sus hogares, con mucha fe, están siguiendo esta celebración eucarística y que reciben la Palabra como alimento, y también el alimento espiritual, la Eucaristía.
Hace ocho días el Evangelio nos platicó un milagro extraordinario que hizo Jesús, que se comentaba por todas partes, el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, como había una muchedumbre y Él se compadeció y los atendió, y todavía sobró pan y pescado. Después de que los despidió, Él tenía necesidad de rezar, de hacer oración, y es de lo que nos habla el Evangelio de este domingo: a sus Apóstoles los envía en la barca a que den una travesía ahí por el mar de Galilea y Él quiere estar en intimidad con su Padre, en oración. Cuántas veces hemos escuchado que Jesús pasaba las noches haciendo oración, para descubrir la voluntad de su Padre. Pasaron algunas horas, y era una noche muy especial, porque era una noche muy oscura donde había mucho viento, había muchas olas, era una noche de esas que no se olvidan. Y van los discípulos en aquella barca cuando Jesús se les aparece, se les aparece caminando sobre las aguas, en ese mar encrespado, y los discípulos se asustan porque pensaban que era un fantasma, pero Jesús les dice: «Yo soy», y medio se tranquilizan, pero no están seguros. Como siempre, Pedro toma la iniciativa y le dice: «Señor, yo quiero ir hacia donde tú estás», y entonces Pedro baja de la barca y empieza a caminar, pero de repente siente miedo, y entonces le pide a Jesús que lo salve, Jesús lo toma de la mano y después le da un reproche: «Hombre, si yo te estoy diciendo que vengas, debes tener confianza».
Por eso al inicio de la homilía decía que Dios siempre está cercano a nosotros, especialmente cuando lo necesitamos, a veces no nos damos cuenta; Pedro lo necesitaba en ese momento, porque se estaba hundiendo. Yo tengo un cuadro muy bonito de esta escena, un cuadro que me regalaron, donde se ve que Pedro se va hundiendo, al principio empieza a caminar sobre las aguas y después se empieza a hundir, y entonces Jesús lo toma de la mano y Pedro recobra la serenidad. Ese milagro que también hace Jesús es para que los Apóstoles creyeran, los discípulos, para que tuvieran más confianza en Él; cuántas cosas no hace Dios en nuestra vida y todavía dudamos nosotros.
Esta primera lectura, que he hecho en estos momentos, es de lo que sucedió, pero una segunda lectura nos habla de que Jesucristo es Dios y, así como hizo la multiplicación de los panes y los peces, ahora calma el viento, porque es Dios. Por eso al final del Evangelio están estas palabras tan hermosas que dicen: «Verdaderamente es Hijo de Dios», era lo que quería Jesús, que ellos crecieran en la fe. Por eso hoy le podemos decir nosotros a Dios: “Señor, tenemos fe, pero aumenta nuestra fe”.
La tercera lectura de este pasaje también es hablar de la barca, la barca también es un símbolo de la Iglesia, y vemos esa barca que va en el mar. ¿Cuánto tiene nuestra Iglesia de fundada? XXI siglos, y ha habido momentos muy complicados donde parece que la barca se va a hundir, pero no se hunde, porque Cristo va ahí. Algún día una persona me preguntaba: “Oiga, ¿cuándo se va a terminar la Iglesia?”, y yo le decía: “Se va a terminar al final de los tiempos”, pero la Iglesia no es una obra humana, la Iglesia la fundó Cristo. Hemos visto cuántos ataques ha habido contra la Iglesia en estos últimos siglos, momentos difíciles de persecución, momentos de atacar a esta institución, pero la Iglesia sigue adelante, la barca sigue adelante, porque en el timón va Cristo.
Así es que nosotros hoy también debemos sentir en nuestro corazón la seguridad de que Dios nunca nos deja solos, de que Dios nos acompaña, y también quiere que nosotros aumentemos nuestra fe. Ese día parecía que había aumentado la fe de los discípulos, pero después volvían a las andadas, y todavía Pedro negó a Jesús, y todavía algunos lo querían abandonar; sin embargo, Dios siempre es paciente, Dios siempre es misericordioso, Dios siempre quiere nuestro bien, pero nosotros tenemos la confianza de que es nuestro Dios y nuestro Salvador.
En estos momentos de esta pandemia, complejos, que parece que no terminan, tiempos difíciles, que sigamos nosotros cuidándonos y cuidando a los demás, haciendo esa conciencia y seguir firmes en la oración, porque si Dios pudo hacer la multiplicación de los panes y también increpó al viento y cesó, también Él puede darnos ese milagro de que esto termine, que pronto tengamos una vacuna que sea un antídoto, para que sea algo que cure esta humanidad, pero que mientras tanto nosotros vayamos creciendo como seres humanos, como personas, pero también como seguidores de Jesús. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla