HOMILÍA EN LA VISITA PASTORAL EN NUESTRA SEÑORA DE SAN JUAN DE LOS LAGOS

December 31, 1969


HOMILÍA EN LA VISITA PASTORAL EN NUESTRA SEÑORA DE SAN JUAN DE LOS LAGOS

 

Este día la palabra de Dios nos presenta un texto del libro de Job, que transmite el drama de una persona que se ha portado bien, que ha tratado siempre de responderle a Dios y que sin embargo, le sucede una tremenda tragedia: pierde a sus diez hijos y pierde todo lo que tenía. Job manifiesta sus sentimientos, de una manera que puede escandalizarnos, cuando dice: “¡Maldito el día en que nací, la noche en que se dijo: ha sido concebido un varón! ¿Por qué no morí en el seno de mi madre?” Esta página de la Biblia que hoy escuchamos, es de mucha importancia porque es la natural reacción de afrontar, de vivir, una situación existencial –que yo considero que no me la merecía que, yo creo que allí, Dios cerró sus ojos y no se fijó en mí–. Y el ser humano reacciona y se lanza a proclamar, a decir cosas que brotan de su corazón, pero de su corazón herido, de su desesperación. Esta página de la Biblia es sumamente importante, porque recoge esta vivencia que pasan muchos seres humanos en algún momento de su vida, con distinta intensidad, de distinta manera; pero en el fondo refleja esta natural desesperación de afrontar una difícil, dramática, trágica situación. Por eso  creo que esta noche, al volverla a escuchar, debemos de aprender cómo acompañar a quien le toca vivir una situación así. Si para algo sirve tener la misma fe y formar parte de una misma familia, de una misma comunidad, de una misma colonia, es porque debemos de tener la capacidad de no escandalizarnos por lo que surge de un corazón desesperado; sino tratar de entenderlo, comprenderlo, e invocar la misericordia de Dios. Así lo hizo Job y encontró la paz posteriormente. Y así tenemos que ayudar a quien eso vive, o si nos toca vivirlo a nosotros mismos, tener esta esperanza de que saldremos adelante. Esto es lo que hoy nos propone la primera lectura. La segunda lectura, la del Evangelio, de alguna manera la podemos relacionar y ver la complementariedad de esa reflexión. 

Nos dice el texto del Evangelio de hoy que: “Jesús tomó la firme decisión de subir a Jerusalén”. ¿Por qué hace este énfasis para decirnos que fue una firme decisión? Porque Jesús, que era inteligente, que tenía capacidad de advertir los riesgos, que tenía esta sensibilidad, (ya que le habían mostrado de parte de las autoridades religiosas de su tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas, los fariseos) de que no lo aceptaban; y Él va a subir a Jerusalén, es decir, va a enfrentarse con esta autoridad. Corre el riesgo de lo que efectivamente le va a pasar: ser arrestado, ser sentenciado, crucificado; pero Él toma la decisión. Porque sabe que tiene que –como buen misionero– hablar de lo que Dios su Padre misericordioso quiere anunciarles. Y cumple su misión. 

¿Cuántas veces nosotros nos proponemos algo bueno, o que pensamos que Dios nos lo está pidiendo hacer? como Jesús es este caso. Ahora vamos a ver qué le pasa. Inmediatamente Jesús, dice el Evangelio: “…tomó la determinación firme de emprender el viaje y envió mensajeros por delante”. para ir viendo la primera jornada de viaje (dónde  iban a dormir). Y cuál es la reacción de los samaritanos, que era la primera aldea que quería visitar, pasar por ahí. –No queremos recibirlo.  – ¡No les parece que hubiera sido un buen pretexto para Jesús decir: se me hace que mejor, ya para qué subo a Jerusalén, si ya aquí en la primera jornada ya no me dejan pasar!– Cuántas veces nos pasa eso a nosotros, que hacemos un proyecto, nos proponemos algo y en las primeras reacciones contrarias, se nos apachurra el corazón, bajamos los brazos y decimos: ¡hay para la otra! Nos muestra, aquí, Jesús que las firmes decisiones hay que mantenerlas; hay que afrontar las adversidades, sean del origen que sean hay que afrontarlas. El texto sigue adelante y, sus discípulos, Santiago y Juan, al ver que no querían recibir a su maestro, le dicen a Jesús: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”  Les parecía buena la propuesta, dicen:  – ¡todos están en contra, pues órale, le entramos y hacemos que Dios nos ayude haciendo que baje fuego del cielo para que les dé una buena reprimenda y un buen coscorrón! ¿Qué hubiéramos dicho nosotros? –pues sí, está bueno, para que entiendan, ¿no? Jesús no hace eso, dice: “…los reprendió.” los regañó, les explicó, y les dice: si no nos quieren recibir en esa aldea, nos vamos a la otra. Tiene otra solución pacifica, es el mensajero de la paz; pero sigue con su decisión de subir a Jerusalén. 

Son tres enseñanzas muy importantes para nosotros, que sumándolas, la primera del libro de Job: saber acompañar al que sufre y que, cuando sufrimos nosotros, sepamos tener esperanza, aunque nuestro corazón se lamente y diga cosas que sabemos que no están bien; hay que tener esperanza, primera cosa. Segundo, hay que tomar decisiones, aunque tengamos que correr riesgos y hay que mantenernos en ello; tercero, aunque empecemos con adversidades. Estas tres reflexiones que les propongo a partir de la palabra de Dios, –le pido aquí al padre Tito, que se las recuerde de vez en cuando, para que cuando llegue el tiempo de la misión, no vayan a decir: pues, siempre no puedo padre, fíjese que… no me había fijado que… hay para la otra. Verdad padre tito–. Hay que acordarnos de esta página del Evangelio y  decir: ¡si queremos, si podemos y si necesitamos corresponder a la gracia de Dios! Pidámosle  que nos dé esa fortaleza en nuestro corazón y que  sepamos aprender de Job y también de Jesús, como nos lo ha enseñado la palabra de Dios esta noche. Que así sea.    

 

+Carlos Aguiar Retes

 

Arzobispo de Tlalnepantla