Homilía de la Misa Crismal
en el marco de la Clausura del Año Jubilar por los 500 años
de la llegada de la Virgen de los Remedios a Tierras Mexicanas
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:
Para un servidor es motivo de gran alegría presidir con mi presbiterio de la Arquidiócesis de Tlalnepantla la Misa Crismal, la cual no fue posible celebrar en la pasada Semana Santa por la contingencia sanitaria provocada por la epidemia de SARS-COV 2 (COVID 19).
Hemos elegido esta fecha que es sumamente significativa, única e irrepetible porque es la Fiesta Patronal de la Arquidiócesis y la clausura del jubileo de los 500 años de la llegada de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, a este Territorio, al Valle de México, que sin duda ha acompañado en las alegrías y tristezas y bendecido la vida de nuestro pueblo durante 5 siglos.
Saludo con afecto a mis hermanos obispos auxiliares don Efraín Mendoza Cruz y don Jorge Cuapio Bautista, a Mons. Francisco Cano Chabolla, Párroco de este Santuario, a mis sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, agentes de pastoral, a las personas aquí presentes, y a las que se han unido de las 7 zonas pastorales, 23 decanatos y las 203 parroquias de nuestra Iglesia Particular y a todos los hermanos y hermanas dentro del País y del extranjero que se han unido a nuestra eucaristía a través de Facebook y Youtube .
Es importante que en esta Misa Crismal se entiendan los signos que se realizarán en donde se consagra el Santo Crisma y se bendice los demás óleos, es una manifestación de la comunión de los presbíteros con el propio Obispo, con un servidor (cf. OGMR, 157).
+ Con el Santo Crisma consagrado, se ungen a los recién bautizados, los confirmados son sellados y se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y los templos y los altares en su dedicación.
Terminado la celebración el santo crisma y los óleos serán llevados a cada una de las parroquias de nuestra Arquidiócesis.
En la 1ª. Lectura del profeta Isaías, escuchamos las siguientes palabras: El Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido”… Estas palabras se refieren ante todo ala misión mesiánica de Jesús, consagrado por virtud del Espíritu Santo y convertido en Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, sellada con su sangre. Todas las prefiguraciones del sacerdocio en el Antiguo Testamento encuentran su realización en Jesucristo, Único y definitivo Mediador entre Dios y los hombres.
En el evangelio de san Lc. En el capítulo 4, encontramos a Jesús en la Sinagoga, en donde le tocó proclamar la lectura, precisamente del profeta Isaías en el Cap. 61, “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Jesucristo es el Sumo y Eterno Sacerdote y nos invita a todos hombres y mujeres a continuar su misión, a seguir sus huellas para ir colaborando día a día en la edificación del Reino de Dios. Cada bautizado participamos de su sacerdocio real y profético y nosotros presbíteros no por nuestros méritos sino porque Él quiere participamos de su sacerdocio ministerial.
¡Qué grande es para nosotros este día ¡Día del sacerdocio de nuestro sacerdocio! Aquel jueves santo, Jesús nos convirtió en ministros de su presencia sacramental entre los hombres, puso en nuestras manos su perdón y misericordia, y nos hizo el regalo para siempre.
Hoy también confesamos nuestras infidelidades conscientes de la debilidad humana, pero conscientes de trabajar en nuestra conversión personal y pastoral y confiando en el poder salvador de la gracia divina, estamos llamados a abrazar el “misterio de la cruz” ya comprometernos aún más en la búsqueda de la santidad, de esto, surgirá después el “quehacer”, el impulso apostólico, el impulso misionero.
Dentro de unos minutos renovaremos las promesas sacerdotales, nuestra fidelidad y nuestro amor a Dios Nuestro Señor y a nuestro pueblo. Hagámoslo de corazón y pidamos la gracia de ser buenos pastores misericordiosos a imagen de Jesucristo El Buen Pastor.
Quiero en esta Misa Crismal agradecer de corazón a ustedes sacerdotes por su generosidad y creatividad al estar cerca de nuestro Pueblo para animarlo y consolarlo en este tiempo de pandemia que llevamos ya desde hace 6 meses, en donde sin duda, hemos experimentado nuestra fragilidad y pequeñez y la necesidad de tener a Dios Nuestro Señor como centro de nuestras vidas; quiero dar las gracias a las religiosas, agentes de pastoral y personas de buena voluntad que de una manera silenciosa, han estado presentes con los que más necesitados, con los que más sufren viendo el rostro de Cristo en estos hermanos y hermanas.
La gran invitación en este tiempo es a la esperanza, “Jesucristo es nuestra Esperanza”.
El golpe que nos ha dado la pandemia es muy fuerte, ha sido tremendo, pero también nos da la oportunidad de cambiar, de mejorar nuestras vidas desde el Proyecto de Dios.
Les invito a afrontar cuatro retos o desafíos con mucha responsabilidad:
Sin duda, en todo este esfuerzo sentimos muy cercana la presencia de nuestra Madre “La Virgen de los Remedios”, hoy en su Fiesta Patronal de la Arquidiócesis de Tlalnepantla y en la Clausura del Año Jubilar por los 500 años de la llegada a tierras mexicana; ella ha estado presente en la vida de nuestro Pueblo, en las alegrías y tristezas, en los gozos y esperanzas.
Hoy también queremos elevar nuestra oración e implorar la protección de la Virgen de los Remedios por estos momentos difíciles y complejos que aquejan a la humanidad entera, a nuestro México y a nuestra amada Arquidiócesis, hoy les invito de manera particular que unamos nuestra oración en esta Eucaristía para pedir por el fin de esta pandemia.
Terminemos diciendo una oración a Nuestra Señora de los Remedios.
Madre bendita, Nuestra Señora de los Remedios,
en este día venimos a ti a suplicar tu ayuda y tu socorro,
como el hijo que corre hacia los brazos
de su madre en busca de consuelo,
amor y protección.
Ilumínanos para encontrar solución a nuestros problemas,
para tener paz en el corazón y en la mente
y una conciencia tranquila de saber que,
acompañados por tu presencia,
vamos por buen camino hacia Jesús.
Alcánzanos la gracia que tanto necesitamos
de tu Divino Hijo y reza por nosotros,
para que un día podamos alabar en el cielo a Dios
por los siglos de los siglos. Amén.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla