HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

December 31, 1969


HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 

Santo Santo Santo es el señor Dios del universo.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, quiero saludarlos, también a todos los que nos siguen en esta celebración por las redes sociales, a los niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores, a todas las familias.

Hoy celebramos la solemnidad de todos los santos, precisamente la celebramos en el domingo, día del Señor, en el primer día que también tenemos presente a la divina providencia, el tema de hoy es la santidad, todos estamos llamados a ser Santos; esto tal vez sea algo, para algunos, novedoso, pero todos estamos llamados a la santidad, no solamente algunas personas, estamos llamados desde nuestro bautismo, cuando nos bautizaron empezamos a formar parte de la familia cristiana y, sabemos nosotros que la Iglesia es una Santa Católica y apostólica, así es que estamos llamados a la santidad. 

Empecé diciendo “Santo, Santo, Santo”, porque reconocemos la santidad de Dios y tres veces lo decimos porque creemos en la en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; la santidad para nosotros no significa que no tengamos debilidades, que no tengamos miserias, claro que sí, pero estamos llamados a ser amigos de Jesús y el que es amigo de Jesús va en el camino adecuado de la santidad. 

Sabemos que hay santos que están en los altares y que han sido canonizados; hay un Papa, que queremos mucho, otro también, que yo aprecio mucho, que el mismo día los hicieron santos, San Juan XXIII, el Papa bueno, y San Juan Pablo II, que fue el que me nombró Obispo, ellos recorrieron ese camino y, por sus obras, también por su por su intercesión en milagros, están en los altares. Hay en el cielo muchos santos anónimos, gente que no está canonizada, pero que es gente que ha seguido el camino de Jesús, gente anónima de los pueblos, de las comunidades, gente sencilla, los santos son intercesores, gente querida familiares que están ya en la presencia del Señor y que interceden por todos nosotros. 

La primera lectura que escuchamos del Apocalipsis, es muy hermosa, donde Juan dice “yo vi a una muchedumbre que venía de todos los lugares de todas las razas y que estaban frente al Cordero y que estaban vestidos con una túnica blanca lavada con la sangre del cordero”. Que no se nos olvide queridos hermanos que estamos llamados a la santidad, los santos son personas de carne y hueso. 

El día de mañana que celebramos el Día de Todos los Fieles Difuntos, elevemos nuestra oración en la celebración, es muy importante que pedimos para que nuestros difuntos ya tengan la luz eterna, que ya viven en la paz, donde no hay sufrimiento, donde no hay enfermedad, sino hay paz por tener ya la visión de Dios. 

El camino es el del Evangelio, para ser Santos, y las bienaventuranzas. Sabemos que Jesús era un apasionado, eso no me canso de repetirlo, de andar predicando el Reino de Dios, si nosotros nos preguntamos si realmente queremos ser felices, evidentemente que todos vamos a decir que “sí queremos ser felices”, nadie dirá que “no”, todos queremos ser felices, pero a veces la felicidad la buscamos en lo material, en el dinero, lo buscamos en el poder o lo buscamos en el placer, que son las tres cosas que “mueven al mundo”. Hoy Jesús nos dice que por ahí no es el camino, por eso subió al monte, lo vemos en Mateo 5, 1 - 12, empieza a decir las bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que buscan la paz, bienaventurados los misericordiosos, los compasivos, bienaventurados los que luchan por la justicia, bienaventurados los que lloran. Fíjense que este programa de vida que hace Jesús, Él lo vive, Él lo recorre en medio de los conflictos y las dificultades; Jesús fue un hombre libre y feliz y nos está dando estés en camino. 

El principal de todos es el primero y de ahí se desprenden los demás “bienaventurados los pobres de espíritu” porque, el que es pobre de espíritu, siente la necesidad de Dios, no se olvida de Dios, lo otro, a veces, nos hace que nos olvidemos de Él, ahí tenemos el camino. 

Tal vez la pandemia también nos ha dejado lecciones, que ojalá no se nos olviden, pero la mejor lección está sensible con los que sufren, tenemos que ser más sensibles con los que lloran, con los que tienen hambre y no solamente compadecernos, sino también desde nuestras posibilidades, debemos hacer algo en la línea de la comunión y la solidaridad, eso es a lo que el Señor nos está invitando. Ojalá que nosotros nos animemos a pesar de los defectos y miserias, nos animemos a ser amigos de Jesús y, repito, el amigo no es el que no se equivoca, el amigo es aquel que quiere recorrer el camino de Jesús como discípulo y también lo anuncia los demás. 

Que el Señor lleve a nuestros difuntos la paz eterna y que a nosotros no se nos olvide tener siempre los pies en la tierra y nuestra mirada en el Cielo, así sea.