“¿Piensan a caso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo, no he venido a traer la paz, sino la división”
Hace un momento les decía que íbamos a escuchar una paradoja, he aquí la paradoja. Cristo paz, Cristo mismo que dice: “no he venido a traer la paz”.
Si nosotros nos quedamos anclados en la expresión misma, diremos simplemente: pues entonces Jesús es un contradictorio, que por un lado a veces afirma una cosa y por otro lado afirma otra; o diremos: es una persona incoherente, acababa de afirmar que lo que quiere es la fraternidad, un reino de amor y de paz, y ahora dice que no ha venido a eso al mundo.
Cuando nosotros nos quedamos en la letra de una expresión, corremos siempre el riesgo de ir, así se dice hoy, a un fundamentalismo, a una radicalidad que no tiene sentido ni tiene futuro; a un fundamentalismo en donde por coger el pie de la letra, equivocamos la interpretación de la letra. Esto, que ahora aparece tan claramente en el Evangelio, nos pasa con mucha frecuencia –es que dijo fulano que tal cosa– y queremos quedarnos en la expresión quizá porque nos favorezca, quizá porque queremos apoyarnos en eso, o explicar otras cosas a partir de eso, y descuidamos el contexto en que se dijo una expresión y el proceso para el que se dijo una expresión.
Vamos a ver. Fíjense bien cómo comenzó el Evangelio:
Jesús dijo: “he venido a traer fuego a la tierra, y cuanto desearía que ya estuviera ardiendo”. Jesús se está refiriendo, en estas palabras, a su misión. Quiere que su misión ya entre en juego, que empiece a arder, es decir, que ya empiece a encender en el corazón de los demás. Quiere, como dice luego más adelante, que ya llegue el momento: “tengo que recibir un bautismo, y cómo me angustio mientras llega” ¿Cuál es el bautismo de Jesucristo? No es, al que se refiere aquí, el de Juan Bautista porque ese ya la había recibido. ¿Entonces a cuál bautismo se refiere Jesús? Al bautismo en que el Espíritu Santo le va a dar de nuevo la vida al haber muerto en cruz, es decir, se refiere al bautismo de pasar de la muerte a la vida; se refiere a su Pasión, Muerte y Resurrección, a la Pascua, al paso que tiene que dar. ¿Por qué expresa este deseo tan grande? ¿Es que él quiere ya estar ahí crucificado? No. Lo que quiere es lo final, es decir, que se pueda pasar de la muerte a la vida y que pueda él transmitir esa posibilidad a todos nosotros, para constituirnos miembros de su reino.
Vamos a volverlo a escuchar: “he venido a traer fuego a la tierra” ¿Qué hace el fuego? Transforma, el fuego transforma, acrisola, derrite, quema; el fuego tiene un poder transformador. “He venido a traer fuego a la tierra”.
Ya sabemos ahora cual es la transformación: de la muerte a la vida. “He venido a traer fuego a la tierra, cuanto desearía que ya estuviera ardiendo”. Que ya estuviera también en los demás, pero claro, para eso primero yo tengo que recibir un bautismo, dice: “y como me angustio mientras llega”. Ahora si entendemos verdad. Si entendemos esto, entonces también entenderemos lo siguiente: “¿piensan a caso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo, no he venido a traer la paz, sino la división” ¿Por qué? Se está refiriendo él, a ese paso, al de la Pasión, Muerte y Resurrección, se está refiriendo a ese bautismo de muerte y vida, se está refiriendo a esa transformación; él quiere que ya todos la tengan – ¿La van a aceptar todos? Él quiere que la acepten, pero de hecho, la van a aceptar. Ya viene el 84% de los católicos a Misa–. No la han aceptado, ni la aceptaron en su tiempo. Dice que unos sí y otros no, incluso en una misma familia, por eso entendemos esa división. Quienes aceptan la transformación, el paso, el bautismo que tienen que asumir la cruz para obtener la vida. Y a veces como dice aquí concretamente Jesús: unos sí, y otros no (la madre sí, la suegra no; la nuera sí, la suegra no; el padre sí, el hijo no) qué estamos viendo hoy día, porque el papá y la mamá son católicos, ¿ya los hijos son católicos? Porque un hermano es católico, ¿ya el otro hermano es también católico? –no. Ven, a esta división se está refiriendo. Nos preocupa que no todos alcancen lo que él quiere que ya esté ardiendo en todos. La presencia del reino de Dios, no es aceptada por todos. Entonces no se está refiriendo a la otra paz, al otro aspecto de la paz, no se está refiriendo a la fraternidad, aceptación, justicia, amor; se está refiriendo al paso de la muerte a la vida. Al paso de aceptar que en esta vida tenemos que asumir nuestra propia cruz y, asumiendo nuestra propia cruz, es así como llegaremos a la verdadera vida. Tiene angustia Cristo de que ya lleguemos todos pero, no va a ser así sino que, va a ser viviendo la división. Y esto la Iglesia primitiva lo vivió en carne propia, así nació la Iglesia. Un esposo que sí quería y la esposa que no; una madre que sí quería y el hijo que no; la hija sí y el padre no; la suegra sí y la nuera no. Así nació la Iglesia. No nacieron conjuntamente todos y así el seguimiento de Cristo todos a la vez; y así ha seguido a lo largo de la historia. A esta división se refiere el Señor.
Entonces Primera lección: tenemos que aprender a leer la Biblia, no al pie de la letra, no tomando las presiones sacadas de su contexto, es muy riesgoso y peligroso. Podemos tener interpretaciones que nos lleven equívocamente a un camino no correcto. Sino tenemos que aprender a leerla en su contexto y en su relación con el todo del mensaje de Jesús para poderlas entender y aplicar en nuestra vida.
Ahora una palabra. Quiero referirme a esta hermosa primera lectura, que nos ha transmitido hoy como palabra de Dios la liturgia, cuando nos habla San Pablo a los Efesios, dice: “arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios”, es decir, en la comprensión de la fe, se necesita que nos acompañemos, nadie individualmente va poder llegar a esta comprensión a la que se refiere San Pablo, a la profundidad del amor de Cristo.
Nadie puede individualmente entender el amor de Cristo. El amor de Cristo lo entendemos como pueblo de Dios interactuando entre nosotros como comunidad, interactuando en nuestras relaciones humanas. Dice también San Pablo que así experimentaremos ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano y así quedaran ustedes colmados con la plenitud misma de Dios, es decir, nos necesitamos los unos a los otros para experimentar el amor de Dios. Nos necesitamos. Cuando les hablaba de que hay que ir a la misión, para ir por los distantes y alejados, es porque los necesitamos, ellos nos necesitan y nosotros a ellos; para entender la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo. Pues que el Señor nos ayude a entrar en este proceso y llegar a la plenitud del conocimiento del amor de Cristo.
Que así sea.