«El amor fraterno será el criterio en que seremos juzgados»
Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, les saludo con cariño a ustedes que hoy están aquí en nuestra Catedral de Corpus Christi uniéndose en oración, pero también quiero saludar a todos los que siguen esta celebración a través de las redes sociales, de estas plataformas digitales, que también hacen mucho bien; quiero saludar a los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, adultos mayores, los que están dentro del ámbito de nuestra arquidiócesis, pero también a muchas personas que siguen esta celebración en otros lugares de la República Mexicana, y también en el extranjero; que todos experimenten la paz del Señor.
Esos tres últimos domingos Jesús nos ha hablado sobre el Reino de los Cielos, ha sido un lenguaje sencillo, como era Jesús, como hablaba Él, en parábolas. Recordarán hace 15 días la parábola de las vírgenes prudentes y las desprevenidas, unas entraron en el Reino de los Cielos y a las otras no las reconocieron. El domingo pasado también se nos habló sobre la parábola de los talentos, cómo Dios nos da a todos talentos y estamos llamados a multiplicarlos; se hablaba de millones, a alguien le dio cinco millones, a otro dos y a otro uno, y a los que les dio cinco y dos los multiplicaron, pero al que le dio uno lo enterró, y ese tampoco entró al Reino de los Cielos.
Hoy es un pasaje muy conocido de San Mateo, en el capítulo 25, versículos del 31 al 46, conocido como el “juicio final”, y no es para que nos asustemos, sino para que nos pongamos en acción. Precisamente con este Evangelio, con este día en que celebramos la solemnidad de Cristo Rey, se cierra un ciclo litúrgico, el Ciclo A, donde san Mateo nos ha ido llevando todo el año, y el próximo domingo empezamos el tiempo de Adviento, con la corona que nos va recordando la preparación a la Navidad.
Esta fiesta de Cristo Rey es muy querida en nuestro pueblo. Cristo Rey es el servidor, y recordemos nosotros cómo en la cristiada, en tiempo de los cristeros, muchos mártires morían gritando la frase: «¡Viva Cristo Rey!». Precisamente en esta solemnidad viene este Evangelio donde vemos cómo Dios llama a toda la humanidad, no solamente a los católicos, a toda la humanidad, de diferentes credos, y los separa, a la derecha pone a las ovejas y a la izquierda a los cabritos. Entonces dice a los de su derecha, a las ovejas: «Entren al Reino de los Cielos, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba desnudo y me vistieron, estuve en la cárcel y me visitaron», las ovejas le preguntan: «Señor, ¿cuándo te vimos de esa manera?» y el Señor responde: «Lo que hicieron con mis hermanos los más insignificantes, conmigo lo hicieron». Y también le dice lo mismo a los de su izquierda: «Tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estaba enfermo y no se preocuparon», «Señor, nunca te vimos», «Pues ustedes irán a donde sea el rechinar de dientes y tampoco entrarán en el Reino de los Cielos».
Hoy la idea central de este domingo, del Evangelio, es que el criterio con el que seremos juzgados será el amor, y el amor fraterno. Todos hemos tenido la experiencia de haber hecho un examen, en la primaria, la secundaria, la preparatoria, la universidad, la licenciatura, maestrías o doctorados hay examen y tenemos que estudiar, pues nosotros, queridos hermanos, tenemos la guía del examen, sabemos de qué nos nos va a preguntar Dios, sobre el amor, sobre la solidaridad, sobre lo que hicimos con los demás.
Da tristeza ver nuestra sociedad a nivel mundial, las grandes desigualdades, los contrastes, de una manera muy especial la desigualdad en América Latina, donde pocos tienen mucho y muchos no tienen nada, y ese no es el proyecto de Dios, porque cuando hay fraternidad hay solidaridad. El Papa acaba de regalarnos una encíclica, que ojalá la leamos, que tiene el nombre en italiano, se llama Fratelli Tutti (Todos hermanos); es el proyecto de Dios: que todos seamos hermanos, porque tenemos un mismo Padre.
Yo creo que tenemos que hacernos el examen cada uno, es un examen personal, ¿qué hemos hecho por nuestros hermanos? Desde nuestras posibilidades, ¿qué hemos hecho en el campo de la educación, en la familia, en la educación formal? ¿qué hemos hecho en el campo político para que estemos mejor? ¿Qué hemos hecho en el campo de la economía, de lo social? Porque somos corresponsables. Qué bonito que el Señor nos dijera a nosotros: «Pasa y entra al Reino de los Cielos».
Este tiempo en que se va acercando la Navidad somos más sensibles, aunque la pandemia nos ha ayudado también para ir haciendo redes, que son muy importantes, redes de solidaridad, el hacer conciencia en los demás para ayudar al que más lo necesita y no permanecer aislados. Hay mucha gente mayor que está en sus casas por necesidad, pero desde ahí también puede tener una influencia en su espacio.
¿Qué hemos hecho por los demás? ¿qué estamos haciendo? En este tiempo podemos revisar también nuestros roperos, nuestros clósets, y ver que tenemos ropa que no usamos, y que es ropa buena, pues podemos compartirla con los demás, podemos compartir una despensa con aquella persona que sabemos que que no tiene qué comer; cada uno de nosotros podemos hacer algo por nuestros hermanos; «tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber… Entra a la casa del Señor»
Que el Espíritu Santo siempre mueva nuestro corazón y estemos atentos. Yo recuerdo que mi mamá siempre, a todos mis hermanos, nos decía: “Ayuden a los demás desde sus posibilidades, estén atentos para dar la mano al que lo necesita”, y eso se aprende desde la familia, se aprende a compartir desde casa, escuchando el Evangelio. Pues que Dios nos bendiga y que la Virgen de Guadalupe y la Virgen de Los Remedios nos protejan y nos acompañen. Así sea.
+ José Antonio Fernández Hurtado
Arzobispo de Tlalnepantla