HOMILÍA EN EL II DOMINGO DE ADVIENTO

December 31, 1969


HOMILÍA EN EL II DOMINGO DE ADVIENTO

 

«Tiempo de Adviento: tiempo de espera y preparación»

 

Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús, los saludo a todos ustedes aquí, quienes han venido a esta hermosa Catedral de Corpus Christi, y también a todas las personas, a todas las familias, a los niños, jóvenes, adolescentes, adultos y adultos mayores, que siguen esta Eucaristía desde nuestra Arquidiócesis, pero también desde distintos lugares de la República Mexicana y también en el extranjero, comentaba que hoy alguien iba a seguir esta Eucaristía desde Rusia.

Sin duda que la Eucaristía es el centro de la vida dristiana, porque nos alimenta la Palabra de Dios y nos alimenta la Eucaristía. Este Tiempo de Adviento es tiempo de espera, porque estamos esperando al Niño Jesús, y la segunda vela nos indica que vamos caminando, y la espera también requiere preparación. Por eso, es muy bonito cuando adornamos nuestras casas, cuando ponemos detalles navideños, pero es todavía más hermoso cuando preparamos nuestro interior, nuestra persona, para serle agradable a Dios.

Acabamos de escuchar el Evangelio, el Evangelio de San Marcos, y, a diferencia de los otros evangelistas, él no plática la infancia de Jesús; empieza hoy el capítulo primero de Marcos diciendo: «Este es el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios», le interesa rápidamente decir: «Es el Hijo de Dios». Y hubo una persona que tuvo la misión de preparar los caminos del Señor, esa persona es Juan el Bautista, aquel que pasaba días en el desierto, que era austero, que comía miel silvestre y se vestía con piel de camello, y que después de estar ahí en ese lugar, preparándose, sale a decir: «Conviértanse, porque ya viene el Redentor; ya va a llegar el Reino de Dios». Tenía una personalidad muy fuerte, una personalidad que incluso muchos pensaban que él era el Mesías, pero él inmediatamente aclaraba: «Detrás de mí viene otro al que no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias», y, como un signo de conversión, en el río Jordán bautizaba, y los que se acercaban ahí le confesaban sus pecados; él ponía agua y esta agua era signo de conversión, diferente al Bautismo que inaugura Jesús: El Bautismo que nos da al Espíritu Santo, y lo recibimos nosotros, la gran mayoría, pequeñito, para ingresar a la familia de Dios. Por eso, en este Tiempo de Adviento tenemos guías que nos van indicando por dónde caminar (los profetas, en especial Isaías, y Juan el Bautista en este Segundo Domingo de Adviento) y nos hablan de cambio, de conversión, de preparar nuestro corazón para recibir a Jesús como merece en esta Navidad.

Pero yo también quiero hablar hoy de que en esta semana hay una mujer, que es la que mejor nos prepara para la Navidad, y se llama la Virgen María. El 8 de diciembre, dentro de 2 días, celebraremos la Inmaculada Concepción, aquella mujer que por gracia de Dios no tuvo pecado original, ¡la Inmaculada Concepción!, pero cuatro días después celebramos a la Virgen de Guadalupe, y quién mejor que una madre, que esperaba su hijo, nos ayuda a prepararnos también en este tiempo con silencio. Hay un libro muy bonita que se llama “El silencio de María”, ella no entendía muy bien lo que estaba pasando, ponía su confianza en Dios, pero no entendía cómo por obra del Espíritu Santo nacería el Salvador; humanamente no lo entendía, mentalmente, pero puso todo su corazón y su disponibilidad en los designios de Dios, y por eso ella es un modelo.

Estos días los invito para que tengamos muy presente a Nuestra Madre la Virgen de Guadalupe, que le pidamos por el fin de esta pandemia, que le pidamos por todas las familias y, sobre todo, por aquellos que sufren. Serán fiestas guadalupanas muy diferentes este año, porque tenemos que cuidarnos y cuidar a nuestra gente, y evitar concentraciones, seguir los protocolos de salud, los protocolos sanitarios, del cubrebocas, del gel, de la sana distancia y de no juntarse mucha gente. Mucha gente no va a poder ir a ver al templo a la Virgen de Guadalupe, pero una cosa hermosa es que la Virgen de Guadalupe va a ir a sus casas. Por eso, yo he estado invitando para que en todas las parroquias la mayor parte de celebraciones de estos días se transmitan a través de los medios digitales, para que las personas enfermas, las personas de la tercera edad, las personas delicadas, puedan sentir el abrazo, sentir el conforto, sentir el ánimo y la esperanza de María. Los he invitado para que en su casa, estos días ya de novenario, pongan alguna mesita y algún cuadro de la Virgen de Guadalupe, y ahí, en todas las parroquias vamos a hacer bendiciones desde el templo, para que ustedes sientan la bendición de la Virgen de Guadalupe.

Son días hermosos, pero que los viviremos en otras circunstancias, tal vez nos ayude también para reflexionar, nos ayude para pensar cómo estamos viviendo, cómo va siendo nuestro compromiso cristiano. Hablábamos hace ocho días de la solidaridad, cómo podemos ser solidarios con los que sufren. A veces cuando pasa uno por la calle ve gente que tiene que salir a vender sus productos para poder vivir, gente que probablemente pasa frío o que tiene alguna enfermedad, y nosotros, como discípulos misioneros de Cristo, ¿qué hacemos por esa gente? Podemos poner nuestro granito de arena. Es importante la oración, pero también es importante la acción, el poder hacer algo por nuestros hermanos. Por eso, le decimos hoy a Jesús: “Ven, Señor Jesús, no tardes».

Que veamos el rostro de Jesús en el rostro de nuestros hermanos, sobre todo en aquellos que más lo necesitan. Que el Espíritu Santo nos ilumine, nos fortalezca y nos mueva para ir haciendo ese mundo fraterno que Dios nos pide. Así sea.

 

+ José Antonio Fernández Hurtado

Arzobispo de Tlalnepantla